Opinión
Ver día anteriorDomingo 11 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Je suis Charlie
D

urante poco más de un cuarto de siglo, dos o tres veces por semana, me topaba con François Cavanna o Georges Bernier (alias Professeur Choron), creadores de Hara-Kiri y, más tarde de Charlie Hebdo. Como durante una larga temporada las oficinas de esta publicación estuvieron instaladas en la planta baja del edificio donde vivimos Jacques Bellefroid y yo, nuestro teléfono sonó muchas veces estos últimos días. Personas cercanas y amigos telefoneaban inquietos, creyendo que el incalificable crimen que costó la vida de 12 personas tuvo lugar bajo nuestro piso. En realidad, las oficinas de Charlie Hebdo se mudaron hace tiempo a otro barrio de París. Sin embargo, al igual que a tantas otras personas, multiplicadas a una velocidad asombrosa en el mundo entero, el horror nos tocaba de muy cerca.

Cavanna, nuestro vecino, se había vuelto un amigo. Choron también. No quiso el destino que ni uno ni otro viviese la atroz noticia del asesinato, la ejecución, de sus hermanos, pues ya habían dejado este mundo. No pudieron imaginar, en sus delirios más alucinantes, que podría producirse semejante crimen. Cavanna habría llorado. Choron se habría carcajeado. Estos dos socios y amigos eran las dos caras de la misma moneda. Como eran diferentes, entre ellos, todos los colaboradores del periódico satírico con quienes me cruzaba en el patio cuando se dirigían a las oficinas de Charlie Hebdo: Cabu, Wolinski, Tignous, Fred, Charb, Topor, Gébé, Reiser. Eran precisamente sus diferencias las que hacían su riqueza. Y la prueba de su libertad.

Choron era entonces el director de Charlie Hebdo, semanario creado cuando su antecesor, Hara-Kiri fue prohibido a causa de una de las cabezas de esta publicación: Bal tragique à Colombey: un mort, a propósito de la muerte de Charles de Gaulle en Colombey y en referencia al incendio de una discoteca donde perecieron 147 personas. Tragedia pronto olvidada por la prensa escrita y audiovisual, la cual desató un escándalo mediático sobre la portada sacrílega.

Esta incongruencia no escapó a la mirada cáustica y virulenta, de Choron, para cuya insolencia corrosiva no había nadie ni nada sagrado. El respeto y la veneración los dejaba, sarcástico, a los dignos representantes de la política correcta. Quejas, complacencias, lágrimas podrían haberle causado el mismo efecto que una cucharada de arsénico. Mejor evitarse tal veneno. Su espíritu antisolemne, anarquista, se impuso al hebdomadario. De alguna manera, también a los ya socarrones colaboradores de Charlie Hebdo, a quienes, como el Creador a sus creatura, modelaba a su imagen y semejanza. Los humoristas inventaron sus mejores personajes y realizaron sus inimitables caricaturas subversivas, próximas del espíritu rebelde, desvergonzado, brutal, impugnador de lo establecido, del 68. Se atrevieron, acaso, a ir más lejos y, por eso mismo, no han sido rebasados en su insolencia. Si la muerte física de los fundadores provocó desorden, luchas intestinas, cismas, su espíritu seguía vivo. El irrespeto absoluto era la ley. Al extremo de arriesgar su vida caricaturizando a Mahoma.

Los periodistas asesinados no aceptaban ningún límite a la libertad. Charb, quien dirigía el periódico y era el verdadero blanco de los asesinos había dicho: Prefiero morir de pie que vivir de rodillas. Hoy, que lo peor sucedió, la ironía de la historia transforma estos anarquistas en los ejemplos que criticaron con tanta burla y crueldad en sus dibujos: los héroes.

Este domingo se hará una inmensa manifestación, en París y todas las ciudades de Francia, en homenaje a las víctimas y por la defensa de los valores de la República. Un vasto movimiento de unión nacional reúne a los ciudadanos inquietos y traumatizados por los graves actos de los días recientes. Veinte jefes de Estado participarán con Hollande en esta marcha contra el terrorismo. Así, el debate político prosigue: los opositores dicen que el presidente comienza su próxima campaña electoral.