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El percusionista, compositor y cantante cubano cumpliría mañana cien años

Chano Pozo inyectó al jazz una nueva y vigorosa energía rítmica

Su incorporación a la banda de Dizzy Gillespie fue un paso mayor en el adelanto de las ideas afrocubanas del género

Creó unas 112 melodías, entre ellas Manteca

Fue asesinado a los 32 años

Foto
Chano Pozo en la portada del volumen 2 del álbum Timbero, la timba es mía, en el que participan Óscar López, Miguelito Valdés, Arsenio Rodríguez, Tito Rodríguez y Olga Guillot, entre otros
 
Periódico La Jornada
Martes 6 de enero de 2015, p. 6

El percusionista y compositor Chano Pozo, autor de unas 112 melodías, entre ellas la pieza clásica del jazz afrocubano Manteca, nació el 7 de enero de 1915 en La Habana, Cuba. También cantante y bailarín de rumba, Luciano Pozo González –su nombre de pila– ya era toda una leyenda cuando fue asesinado a los 32 años en un bar de Harlem.

Tras su muerte el cantante Benny Moré (1919-1963) le rindió homenaje con su canción Rumberos de ayer: Qué sentimiento me da/ cada vez que yo me acuerdo/ de los rumberos famosos/ qué sentimiento me da/ oh, Chano, murió Chano Pozo. En el coro retoma: sin Chano... A la rumba yo no voy más.

Convertido en una estrella en su país natal, gracias a su talento natural, Chano se aventuró a Nueva York animado por los cantantes Miguelito Valdés (1916-1978) y Rita Montaner (1900-1958). En Estados Unidos Mario Bauzá lo puso en contacto con Dizzy Gillespie, quien buscaba un percusionista idóneo para materializar su Cubop.

De acuerdo con el crítico de jazz estadunidense Leonard Feather, la incorporación de Pozo en la banda de Gillespie fue un paso mayor en el adelanto de las ideas afrocubanas en el jazz. Marshall Stearns, en La historia del jazz (1956), llamó a Chano el más grande de todos los tamboreros cubanos.

Consagración en EU

Gillespie y Chano actuaron el 29 de septiembre de 1947 en el Carnegie Hall interpretando la Afro-Cuban Drum Suite, y su colaboración quedó plasmada en las grabaciones del ya mencionado clásico Manteca, así como Tin tin deo y Algo bueno. Fue la consagración artística de Chano en Estados Unidos.

En opinión del músico y musicólogo cubano Leonardo Acosta, “el máximo ejemplo de la maestría artística de Chano se encuentra probablemente en la suite de jazz afrocubano Cubano-be, cubano-bop, escrita por George Russell”.

Chano vio la luz del día en El Vedado, en el Solar Pan con Timba, de La Habana. Posteriormente vivió en los solares El África, del barrio de Cayo Hueso, y El Ataúd, en el barrio de Colón. Fue en esos sitios y en la calle donde aquel niño agresivo y buscapleitos aprendió a tocar el tambor. Su carácter violento lo llevó desde temprana edad a ser internado en un reformatorio de menores, donde aprendió a leer y escribir.

Ingresó a la Sociedad Secreta Abakuá, del fundamento muñanga, y dominaba a la perfección los tambores propios del rito. Pronto se volvió una figura célebre como tamborero y bailarín de las comparsas El Barracón, La Mexicana, La Colombiana Moderna, La Sultana, La Jardinera y Los Dandys de Belén. Antes había limpiado zapatos y vendido periódicos.

Su carácter inquieto y trashumante lo llevó a frecuentar con su instrumento los portales de la radioemisora RHC Cadena Azul –fundada el 20 de mayo de 1939–, donde llamó la atención de su propietario, Amado Trinidad Velasco, llamado El guajiro. Se dice, escribe José Reyes Fortún, que “de un encuentro fortuito entre ambos, Chano quedaría contratado como conserje, aunque otros afirman que el gran tamborero más bien era una especie de guardaespaldas del poderoso industrial.

“Lo cierto es que a Chano Pozo se le podía ver con su tumbadora al hombro en los ensayos de la gran orquesta Habana Casino –entonces agrupación de planta de esta emisora–, dirigida en esta etapa por Leonardo Timor, quien apreció el virtuosismo del gran tamborero y lo invitó a participar con su orquesta en cuatro grabaciones discográficas para el sello RCA Víctor: Loló, loló; La rumba y la guerra; Quinto mayor y Vendedor de aves. Con estas grabaciones, realizadas en Cuba, comenzó la carrera discográfica de Chano como intérprete”.

En la RHC Cadena Azul Chano fundó la Orquesta Azul, de la que fue trompetista Félix Chappottín, quien se dice que era su hermanastro. El hecho es que Chano empezó a ganar mucho dinero, mismo que invertía en ropa, joyas y autos.

Aparte de las ya mencionadas, entre sus composiciones más conocidas figuran: Blen blen blen, Nagüe, Parampampín, Son los Dandys, Malanga murió, Ariñañara, Llora, Ampárame, Si no tiene swing (Rumba en swing), Anana boroco tinde, Pin pin, Boco boco, Muna sanganfimba y Zarabanda.

En enero de 1947 –algunos estudiosos afirman que fue en mayo de 1946– Chano llegó a la ciudad de Nueva York en busca de mayor promoción internacional para su arte. Al poco tiempo ya frecuentaba el famoso centro nocturno La Conga, lugar donde Miguelito Valdés le presentó al músico Mario Bauzá. Para entonces Valdés ya había lanzado en Estados Unidos diversas piezas de la autoría de Chano, entre ellas la conga Son los Dandys, y otras que grabó con la Orquesta Casino de la Playa entre 1937 y 1939, y con la banda del violinista catalán educado en Cuba Xavier Cugat (1940).

Según José Reyes Fortún, “la relación con Chano marcó definitivamente a Gillespie, al jazz y al estilo bop, que este último luego rebautizaría como Cubop”. Después del concierto de Carnegie Hall, en diciembre de 1947 Chano grabó ocho temas con la banda de Gillespie, entre ellos la emblemática pieza Manteca.

Estas grabaciones y las presentaciones públicas en el Carnegie Hall, el Town Hall y otros espacios de renombre, así como un breve periplo por Europa, que culminó en la sala Pleyel de París, lanzaron a Chano al estrellato.

Muerte sin aclarar

Su muerte, el 2 de diciembre de 1948, a manos de Eusebio Muñoz, apodado El Cabito, nunca quedó clara. Al parecer, en el momento en que el veterano de guerra le abrió fuego, Chano escuchaba en la rocola y bailaba al son de su éxito Manteca.

Por el tambor de Chano hablaban sus abuelos, pero también hablaba toda Cuba: pues el músico Chano, que injertó en el jazz de Norteamérica una nueva y vigorosa energía rítmica, fue cubano ciento por ciento (...) Debemos recordar su nombre para que no se pierda como el de tantos artistas anónimos que durante siglos han mantenido el arte musical de su genuina cubanía, escribió el etnólogo y musicólogo Fernando Ortiz (1881-1969).