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La incertidumbre del 2015
D

esde hace poco más de 20 años disfruto la lectura de los escritos, comentarios o textos de Michael Lynch. Uno de los primeros –imprescindible– fue el de su crítica a los pronósticos de largo plazo del precio de petróleo que hacían –siguen haciendo– el Departamento de Energía de Estados Unidos (www.eia.gov) y la Agencia Internacional de Energía (www.iea.org). El texto de marras (“The Fog of Commerce: The Failure in The Long-Term Oil Prices Forcast, MIT) de septiembre de 1992, criticaba la perspectiva siempre ascendente de los precios futuros, sin importar el nivel del momento. Tuve la fortuna de comentar con él sus textos en dos o tres seminarios en Boston. Ahí donde una noche escuchamos entusiasmados el brillante saxofón de Sonny Rollins. Y donde, por cierto, también tuve la suerte de conversar con el profesor Morris Adelman –falleció en mayo pasado a los 96 años–, polemista agudo en el terreno de la economía del petróleo y el gas natural, quien desde principio de los setenta sostenía que la exhaustibilidad de los recursos naturales es relativa. Sí, relativa a su costo de producción y a la tecnología disponible. Mucho debemos a él y a muchos otros estudiosos de la energía quienes decidimos hacer de los asuntos energéticos nuestra preocupación académica y profesional central.

Algún día será necesario comentar algo sobre los trabajos de estudiosos de la talla de Ferdinand E. Banks, Jean-Marie Chevalier, Jean-Marie Martin, Robert Mabro, Bernard Mommer, Jacques Percebois, incluidos Roberto Centeno (de mis primeros textos de Economía del Petróleo y del Gas Natural) y Denny Ellerman, pionero en el análisis de los delicados asuntos del cambio climático y la economía de las emisiones de combustibles fósiles. Sólo para citar algunos ejemplos.

Regresemos con Michael Lynch. Por el momento sólo subrayemos cuatro de sus observaciones recientes sobre el futuro del precio del petróleo en 2015 (www.forbes.com/sites/michaellynch/2014/12/29/some-predictions-for-the-2015-oil-market/2/). Dice –no hay que olvidarlo– que lo más sencillo de predecir sin error es lo que la naturaleza manda. Por ejemplo, que el sol saldrá mañana. Aunque –sin duda– ya aquí hay problemas, pues si está nublado podría no salir. Justo en esto ya hay incertidumbre. Así, ni siquiera en el caso de algunos aspectos de la naturaleza podemos tener certeza plena. Dice también –segundo aspecto a notar hoy– que luego de un derrumbe de precios como el experimentado desde junio de 2014 (poco más de la mitad en el crudo y 40 por ciento en el gas natural) lo más probable es que los precios empiecen a subir. Pero pueden seguir bajando. Y advierte –tercera observación– la baja probabilidad de que una petrolera abandone sus costosísimas plataformas de producción en el Golfo de México, en el Golfo de Nigeria o en el Mar del Norte, por un descenso de seis meses –incluso más– en el precio del petróleo.

Con este argumento, por cierto, no es trivial señalar que la Ronda Uno va a fracasar por los bajos precios actuales. Finalmente –no olvidarlo– todo pronóstico fallará. Y deberá explicarse por qué. Y no se vale –dice en reciente texto– atribuir la falla a la especulación, un complot, los masones, los jesuitas, los comunistas, el capitalismo salvaje o –diríamos nosotros– a los magos de Catemaco. Algo es cierto. No es fácil señalar qué puede pasar con los precios del crudo y los del gas natural. Insisto en señalar al gas natural, porque –como hace mucho no sucedía– el pasado jueves su precio fue inferior a tres dólares por millón de unidades térmicas británicas (MMBTU, por sus siglas en inglés). Sí, como el crudo, el gas natural también experimentó un descenso drástico de junio a diciembre del 2014. ¿Qué pasará en 2015? Cambiemos la difícil pregunta por otras no menos difíciles. ¿Qué efecto puede tener en los precios del crudo y del gas natural la mejoría económica que muestra en estos momentos Estados Unidos? ¿Qué puede pasar en el mundo árabe? ¿Qué estrategia seguirá la OPEP y, más particularmente Arabia Saudita frente al descenso del petróleo? ¿Qué futuro tendrá la situación de Venezuela y sus importantes volúmenes de producción y exportaciones? ¿Cuáles serán las orientaciones de Rusia tanto en términos de petróleo como de gas natural? ¿Cómo se impactarán los precios del gas con bajos precios de crudo por el importante volumen de gas asociado de los yacimientos de crudo shale en Estados Unidos? ¿En qué momento y bajo qué circunstancias pueden abandonarse yacimientos de petróleo que hoy colaboran a la sobreproducción relativa respecto a una demanda mundial que ya superará los 94 millones de barriles diarios en promedio en este 2015?

Y, sin embargo y respecto a la demanda, no olvidemos su estacionalidad. En el invierno próximo se podrían consumir cerca de 96 millones. Pero en la primavera no se superarán los 93 millones. Esto operaría en contra de la recuperación de precios, dado el actual ambiente de sobreproducción relativa, señalada en estos momentos en un monto cercano a 2 millones de barriles al día. Por eso, a la pregunta sobre qué podría pasar en 2015, terminemos con la afirmación de Perogrullo. Lo más probable es que quién sabe. Pero atención. Esta misma incertidumbre nos obliga a ser muy cautelosos respecto al comportamiento económico de nuestro país, un país en el que –de eso sí no cabe duda– habrá un descenso muy significativo de los ingresos petroleros globales. Y, consecuentemente, de los ingresos gubernamentales no tributarios más importantes, es decir, de los derechos de extracción de hidrocarburos, excedente petrolero básicamente. No sería nada despreciable empezar a pensar en un plan alternativo para el comportamiento económico de lo que resta del sexenio. Sí, un Plan B respecto al publicitado del crecimiento con reformas estructurales, con tasas de PIB –se asegura– superiores a 5 por ciento en los últimos años de este sexenio. Sin duda.

NB: En este marco, es necesario reforzar el ánimo para desear –de veras que sí– un buen año 2015. Prepararse para lo peor. Pero esperar lo mejor.