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Gustavo entiende a Gustav
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Periódico La Jornada
Sábado 3 de enero de 2015, p. a12

El nuevo disco de Gustavo Dudamel (Barquisimeto, Venezuela, 26 de enero 1981) lo consolida como el director de orquesta mahleriano más importante de la nueva generación.

Sigue de cerca a sus maestros: Claudio Abbado (1933-20 de enero 2014) y Sir Simon Rattle (Liverpool, 19 de enero 1955), quienes lo prepararon para una de las gestas mayores que suelen trazarse los compositores modernos: cubrir el ciclo completo de las sinfonías y canciones de Mahler, incluso más de una vez, como lo hicieron ya Abbado y Rattle, con distinas orquestas.

En su caso, Dudamel grabó ahora la Séptima Sinfonía de Gustav Mahler (1860-1911), la más difícil, la menos visitada.

Tiene en su haber, en orden numeral, la Primera de Mahler, con la Filarmónica de los Ángeles, de la que es titular desde hace cinco años. Se trata de una versión electrizante, con fraseos insólitos y una respiración vegetal, elemento primordial, la naturaleza, en el mundo mahleriano.

Su siguiente grabación mahleriana, la Quinta Sinfonía, terminó por convencer a los más escépticos. No solamente la inspiración tropical del adagietto, sino esa combinación insospechada de espíritu latino en una música profundamente de otra latitud, bajó las cejas que estaban levantadas. Ese prodigio lo logró con sus compañeros, los chavos integrantes de la Orquesta Simón Bolívar.

Antes de la Séptima, grabó la Novena con la Filarmónica de Los Ángeles y la Octava, conocida como Sinfonía de los Mil por la multitud de músicos que requiere, con la Filarmónica Sanangelina y la Simón Bolívar, como cereza en el pastel de la epopeya, culminada hace un par de años, de interpretar el ciclo completo en sedes consecutivas: Los Ángeles, Caracas, en ocasión del centenario del músico.

Gustavo Dudamel conoció la música de Mahler cuando tenía 12 años de edad y quedó encantado para siempre. El dato resulta relevante porque la inmensa mayoría de melómanos mahlerianos caímos en las garras (literal) de esa música volcánica, desatada, al mismo tiempo tormentosa y calma, también en plena adolescencia.

Frenesí, vendaval de emociones, romanticismo puro, ensoñación, éxtasis, explosiones e implosiones sentimentales, furor, volcanes en erupción. Todos esos elementos están en las sinfonías de Mahler. Curiosamente, están también en el periodo mutante de la adolescencia. ¿Será acaso el interés por la música de Mahler una pasión adolescente?

Vaya usted a saber.

Lo cierto es que Gustav Mahler fue una suerte de adolescente eterno. Su obsesión por la muerte, su ansiedad incurable, la neurosis obsesivo-compulsiva que le diagnosticó Theodor Reik (1888-1969), alumno de Freud, y su anhelo del amor inalcanzable, determinaron no solamente su personalidad, sino su música toda.

Todos esos rasgos los puso de relieve en la estructura total de su Séptima Sinfonía, que Gustavo Dudamel entiende a cabalidad, como resulta evidente en su nueva grabación, todo un portento de control de dinámicas, balance orquestal, fraseo, elegancia y sobre todo originalidad. Es una versión de director a una sinfonía compuesta a su vez por un director de orquesta.

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Por cierto, ya que mencionamos a Freud, el filme Mahler aud der Couch (Mahler en el diván), de Percy y Felix Adlon, resulta un documento convincente, en cuanto respeta datos y fuentes históricas fidedignas, de la personalidad de Gustav Mahler y del momento que vivía cuando escribió la sinfonía que nos ocupa.

Ese filme redignifica la personalidad de Alma Schindler (1879-1964), una figura definitiva en la cultura vienesa de principios de siglo XX, junto con Gustav Klimt, Walter Gropius, Alban Berg, sus iguales.

Esa película pone de relieve lo que pocos mahlerianos están dispuestos a aceptar, dada la elevada calidad estética de su música: que era un pobre diablo emocionalmente hablando. Un monstruo horrible que victimizó, engañó, sometió y borró del planeta, pues ella quería ser también compositora, a su mismísima mujer, Alma Mahler, a quien convirtió en su esclava, en la garante de su egolatría.

Gustav Mahler, ese monstruo de persona que escribió música digna de los dioses. Vaya vaya. (El tema de creadores geniales que devoran a su familia está también en personajes que el lector reconocerá en México.)

Todo eso no lo descubrieron los autores del filme, simplemente filmaron la historia verdadera, que está en todos los libros dedicados al estudio de Mahler.

Esos datos resultan relevantes para valorar el logro artístico de Gustavo Dudamel en su nuevo disco: Gustavo entiende a Gustav cuando éste pide en un momento dado: aquí brama la naturaleza y entonces de la orquesta emergen gruñidos, ruidos horrísonos, alaridos de creaturas de otro mundo.

Gustavo entiende a Gustav cuando éste pide en la partitura la conjunción de opuestos como herramienta cabal para toda la obra, y entonces escuchamos, de la batuta de Dudamel, verdaderos prodigios de interpretación musical. Sin que se note el alto grado de dificultad técnica que eso implica.

Gustavo entiende a Gustav cuando éste pide un jugueteo irónico tendiente a lo grotesco con el horrísono estruendo de su corazón atormentado que late a ritmo de vals vienés en oposición dialéctica con el ländler, esa danza campesina que dio origen a aquel vals.

Gustavo entiende a Gustav cuando éste vuelca su desesperado amor en la partitura entera. Y es entonces cuando Dudamel baja del podio y hace una declaración asaz de contundente:

La música de Mahler es la de un hombre que está muriendo de amor.

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