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2014: investigación en células troncales
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Nada consigue opacar los éxitos en la creación de células beta productoras de insulinaFoto Cristina Rodríguez
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esde que en 1998 surgieron los primeros datos sobre las capacidades de las células embrionarias aisladas para dar origen a todos los tipos celulares conocidos, esta área de la investigación científica se convirtió en campo de disputas filosóficas e ideológicas a las que en no pocas ocasiones se han sumado acusaciones sobre fallas éticas o prácticas fraudulentas. A pesar de ello, los avances que se han producido en la comprensión de los procesos que guían a las células primordiales hacia la formación de células y tejidos especializados, y los resultados incipientes –pero alentadores– en el tratamiento de algunas patologías en modelos animales, mantienen a esta área del conocimiento como esperanza bien fundada para enfrentar uno de los mayores retos de la humanidad: vencer enfermedades hasta ahora incurables.

Han transcurrido ya 16 años desde los trabajos pioneros de James Alexander Thomson, y en 2014 siguen presentes estas dos caras de la investigación en este campo, aunque sus rasgos son ahora más definidos, nítidos. En el año que está por concluir, son dos los acontecimientos más representativos que nos permiten entender mejor dónde nos encontramos: por una parte un escándalo surgido en torno a las llamadas células STAP, anunciadas a principios de año por un grupo encabezado por la joven científica Haruko Obokata. Por otro lado, la producción de células beta con la capacidad de sintetizar y liberan insulina creadas a partir de células troncales embrionarias humanas, capaces de curar la diabetes, una de las principales causas de muerte en el mundo.

Vayamos primero a Kobe, Japón. Con una carta fechada este domingo 21 de diciembre, Haruko Obokata presentó su renuncia al Instituto Riken, uno de los más prestigiosos –y exigentes– centros científicos del mundo, luego que el comité encargado de verificar la certeza de sus resultados (publicados en enero en la revista Nature) no pudo reproducirlos completamente. Como se recordará, este trabajo anuncia un método simple (como el cultivo en medios ácidos) para reprogramar e inducir la pluripotencialidad en células adultas, a las que se conoce como STAP.

La carta de la investigadora es muy interesante, pues si bien se disculpa y acepta su inmadurez, no admite que sus resultados sean falsos. Dice: Lamento que tuviera que llevar a cabo mi trabajo (dentro de las pruebas de verificación) con limitaciones que eran mucho mayores de lo que yo había previsto, por lo que no era capaz de hacer el examen al máximo. Obokata participó en las pruebas de verificación entre julio y noviembre en un cubículo equipado con cámaras de vigilancia y en presencia de un tercero. Y agrega: “(…) pero, dadas las circunstancias, abordé el trabajo hasta el límite de mi alma. Ahora estoy agotada. Muy perpleja por ese resultado (del comité)”.

La controversia ya no tiene que ver como hace algunos años con prejuicios religiosos. Revela más bien que existe una gran vigilancia y competencia científicas. Una carrera por lograr, antes que nadie, procedimientos cada vez más simples para la reprogramación de células adultas a partir de las cuales puedan crearse tejidos de remplazo para el combate de enfermedades. Ilustra un campo científico novedoso y en pleno desarrollo en la segunda década del siglo XXI.

Pero los escándalos surgidos de forma reiterada en torno a la investigación con células troncales no logran opacar logros que son sorprendentes.

Como señalé arriba, la diabetes es una de las principales causas de muerte en el mundo y la primera en México. Una variedad de esta enfermedad, la diabetes tipo 1, tiene al parecer un origen autoinmune (cuando los sistemas de defensa actúan contra el propio organismo) y las células beta del páncreas son destruidas. Estas células son las productoras de una hormona, la insulina, que se libera a la sangre y actúa favoreciendo el ingreso de azúcar (glucosa) a las células donde ésta es aprovechada para la producción de energía. Cuando las células beta no existen se acumula el azúcar en la sangre (hiperglucemia) provocando todos los síntomas y daños asociados a la enfermedad.

Uno de los mayores éxitos de las ciencias biomédicas en 2014 es la formación de células beta productoras de insulina a partir de células troncales humanas de origen embrionario. Así lo reconoce la encuesta realizada por la revista Science, publicada en su número más reciente, en la que se ubica a este logro entre los 10 mayores avances científicos de este año.

El trabajo del grupo encabezado por Douglas A. Melton, aparecido en septiembre en la revista Cell, informa sobre un método para la creación de cientos de millones de células beta productoras de insulina in vitro, las cuales tienen la capacidad de expresar: a) los principales marcadores genéticos propios de las células beta pancreáticas maduras, b) las corrientes de calcio en la superficie o membrana celular en respuesta a la glucosa, c) el almacenamiento de insulina en paquetes dentro de la célula y d) la secreción de insulina en cantidades comparables a las de las células beta pancreáticas maduras. Adicionalmente, al ser transplantadas en ratones liberan insulina de una manera regulada por la propia glucosa y reducen la hiperglucemia en ratones diabéticos.

En síntesis, en 2014 si bien persiste la dualidad entre el escándalo y los logros en torno a la investigación en células troncales, no se consigue opacar el éxito en la creación de células productoras de insulina. Lo que falta para acabar con esta dualidad es contar con los primeros casos exitosos en humanos, lo que será, sin duda, uno de los mayores e incuestionables avances de la ciencia en este siglo… Esperemos que esto ocurra en 2015.