Opinión
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Los de abajo

Feminicidios en el DF

L

a desaparición y posterior asesinato de dos jóvenes estudiantes, ambas mujeres, en la ciudad de México, con diferencia de días, se abonan al rosario de agravios a una juventud mexicana que se ha visibilizado con alta capacidad de movilización, está rompiendo con esquemas prestablecidos y se está plantando como uno de los principales sujetos de la protesta ciudadana.

Las muertes recientes de Anayeli Bautista Tecpa, de 23 años, estudiante de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y de Edith Gutiérrez, de 22 años, alumna del Instituto Politécnico Nacional (IPN), son un atentado contra toda una generación, y no fueron en Guerrero, sino en una ciudad que se ufana de defender los derechos de las mujeres y se niega a reconocer que crece el feminicidio en su demarcación. Como si esto fuera sólo asunto del norte del país.

No debe perderse de vista, como dice Karla Micheel Salas Rodríguez, presidenta de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos (ANAD), que las dos estudiantes fueron desaparecidas antes de ser asesinadas. Y la pregunta es: ¿por qué no se investigó con celeridad antes de que se les encontrara muertas? Esto es parte del desprecio hacia las mujeres, la juventud y los estudiantes.

Así, mientras las autoridades capitalinas insisten en que todo es estadística y muestran números de la supuesta disminución de asesinatos de mujeres, la realidad se impone y deja al descubierto que esta ciudad es un foco rojo y se encuentra entre los primeros cinco lugares de feminicidios en México.

Salas Rodríguez, integrante del equipo jurídico que le ganó al Estado mexicano el caso del campo algodonero en Ciudad Juárez, advierte que los feminicidios de Anayeli Bautista Tecpa y Edith Gutiérrez no se pueden descontextualizar de una situación donde los jóvenes son criminalizados y carecen de oportunidades. No son hechos aislados.

En medio de la tragedia de los normalistas de Ayotzinapa asesinados (cuatro) y desaparecidos el 26 y 27 de septiembre y de la lucha emprendida por los estudiantes del IPN, la desaparición, tortura y asesinato de Edith Gutiérrez es vinculada por sus compañeros con su actividad política, pues, señalan, formaba parte de la asamblea estudiantil de la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA), plantel Santo Tomás.

La tortura y la muerte por estrangulamiento de la joven politécnica se inscriben, afirman sus compañeros en un comunicado, en el odio a la protesta estudiantil, característica del régimen actual. Por lo pronto, el ya basta estudiantil recorre el país entero.