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Recuperan, luego de 8 años, la mayoría en el Senado y amplían curules en la cámara baja

Republicanos se adjudican el control del Congreso en EU

Obama tendrá que gobernar sus últimos dos años con el Capitolio en manos de la oposición

Se frustran las esperanzas demócratas para ganar los gobiernos estatales de Florida y Texas

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Mitch McConell, senador por Kentucky y líder del Partido Republicano en la cámara alta, celebra con correligionarios la obtención de seis escaños (todo parece indicar que podrían llegar a ocho) en las elecciones intermedias de ayer, con lo que arrebataron la mayoría a los demócratasFoto Ap
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Partidarios de Rick Scott celebran la relección del gobernador republicano del estado de Florida en los comicios de ayerFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 5 de noviembre de 2014, p. 35

Nueva York.

Los republicanos triunfaron en las elecciones legislativas intermedias celebradas este martes, al conquistar el control del Senado y ampliar su mayoría de la cámara baja, lo cual implica que Barack Obama tendrá que gobernar sus últimos dos años con el Congreso en manos de la oposición.

La disputa central de estas elecciones fue sobre el control de la cámara alta, hasta ahora de mayoría demócrata. Al cierre de esta edición las proyecciones preliminares de varios medios concluyeron que los republicanos obtuvieron por lo menos seis curules adicionales que necesitaban para lograr la mayoría y asumir control del Senado (y todo parece que podrán ganar hasta ocho en total).

Aunque los republicanos –el partido responsable de la guerra en Irak y la mayor crisis económica desde la gran depresión– festejaban su victoria, no fue resultado de una ola a favor de sus propuestas, sino más bien consecuencia de un malestar nacional.

De hecho, el desencanto con Washington fue lo que prevaleció en las elecciones de este martes, algo que votantes expresaron en entrevistas y en sus votos, así como en los que decidieron simplemente no votar en una contienda en la que se esperaba menor participación que en comicios legislativos anteriores.

La contienda por el Senado se redujo a la competencia en ocho o nueve estados donde prevalecía una mínima diferencia en las preferencias entre candidatos, con algunas que se complicaban por la presencia de candidatos independientes o de terceros partidos. La disputa por el Senado en Luisiana se resolverá el 6 de diciembre en segunda vuelta, ya que ninguno de los candidatos obtuvo el 50 por ciento más uno necesario.

En la elección intermedia más cara en la historia del país estuvieron en disputa todas las 435 curules de la Cámara de Representantes y 36 de las 100 del Senado, junto con 36 gubernaturas, miles de puestos políticos locales y 147 medidas estatales.

La abrumadora mayoría de legisladores de ambas cámaras fueron relectos, o trasladaron su curul a colegas de su mismo partido.

En la cámara baja no estaba en riesgo el control de los republicanos, y las proyecciones preliminares al cierre de la edición indican la posibilidad de que los republicanos podrían ampliar su mayoría al nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial.

Con la reconquista republicana del Senado (donde tenían la mayoría hace ocho años) y el incremento de su ya amplia mayoría en la cámara baja, se proclamó que esta derrota fue no sólo del Partido Demócrata, sino de Obama, quien, aunque no estaba en las boletas, figuraba más que cualquiera de los candidatos en esta contienda.

En las elecciones a gobernadores estatales, las esperanzas demócratas de derrotar a republicanos en Florida y Texas se frustraron.

Entre las medidas estatales aprobadas por votantes hoy, Oregon se convirtió en el tercer estado en legalizar y regular la producción, distribución y venta de mariguana, informó la Drug Policy Alliance.

Según el guión general de los medios, los analistas y los propios políticos, estas elecciones giraban en torno a la reprobación de Washington –tanto de legisladores republicanos como del presidente demócrata y sus partidarios– y la aparente imposibilidad de logros por una cada vez más marcada polarización entre los partidos, lo cual ha llevado a un estancamiento político. Como ejemplo se señala la falta de consenso sobre una serie de temas importantes, desde el cambio climático hasta la inmigración, entre otras. Sin embargo, aparentemente no hay tal falta de consenso sobre políticas bélicas o de apoyo al sector financiero.

A la vez, se señalaba que esta coyuntura electoral estaba condicionada por preocupaciones de la opinión pública sobre múltiples crisis, desde renovadas amenazas terroristas hasta el ébola, percepciones de inseguridad económica, entre otras, que nutren la erosión de confianza en Washington.

Pero tal vez el factor que más ha definido esta elección, algo registrado en casi toda encuesta y análisis, es un creciente desencanto popular con la clase política. El Congreso padece sus peores índices de aprobación (alrededor de 14 por ciento) y el presidente está cerca de sus niveles más bajos de aprobación desde que llegó a la Casa Blanca. Más aún, una abrumadora mayoría opina que el país avanza en una dirección errónea.

Por ello se pronosticaba una participación más baja de lo común; ya de por sí la tasa de participación en elecciones intermedias es siempre muy inferior a los años en que se realizan elecciones presidenciales.

“Esta elección en sus dimensiones nacionales se trata de la frustración con el establishment político, y en particular con Obama”, resumió Antonio González, veterano observador de elecciones estadunidenses y presidente del Instituto Willie C. Velásquez en Los Ángeles.

Tal vez la mayor consecuencia del desencanto y enajenación entre varios sectores es sobre las nuevas generaciones del electorado. Los llamados milenarios, la actual generación de jóvenes, tienen menos confianza en las instituciones nacionales –políticas, religiosas, empresas, medios, educativas– que nunca, según nuevas investigaciones reportadas por Ap. Pero lo sorprendente es que mantienen un alto nivel de optimismo sobre sí mismos y su generación. Simplemente no confían en sus representantes y otros en el poder.

Ante la desilusión generada por la cúpula política en este país, sobre todo para los jóvenes, la sátira política aparentemente es el mejor remedio. Casi un tercio de estadunidenses menores de 40 años prefieren los noticieros o programas de comentario político satíricos –como el Daily Show with Jon Stewart y el Colbert Report y ahora Last Week Tonight con John Oliver– que noticieros de televisión tradicionales, reporta la encuestadora Rasmussen. El Centro de Investigación Pew registró que votantes jóvenes no sólo reciben más información política de este tipo de programas, sino que confían más en ellos que en los medios tradicionales. Un ex corresponsal de Stewart, John Oliver, recientemente estrenó su propio programa de parodia y feroz critica satírica en HBO (Last Week Tonight).

Tal vez para encontrar las claves y esperanza en estas elecciones empapadas de propaganda y ahogadas en dinero de multimillonarios no hay mejores guías que algunos de estos maestros de humor político y sus seguidores entre las nuevas generaciones.