Opinión
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Astillero

EPN toma posesión

Sustituto agradecido

Elemental, Karam

Ejército y despensas

Foto
CASO AYOTZINAPA. El titular de la Secretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, estuvieron presentes en la conferencia de prensa que ofreció el presidente Enrique Peña Nieto en la residencia oficial de Los Pinos, acompañado por el gobernador interino de Guerrero, Rogelio Ortega Martínez, donde se abordó lo relativo al caso de los 43 normalistas desaparecidosFoto María Luisa Severiano
U

n mes y un día después de la desaparición de 43 estudiantes, el gobierno mexicano apenas dijo haber detenido a los primeros ejecutores directos de lo que hubiera sucedido con esos jóvenes. Hasta ahora, a pesar de haber apresado e interrogado a más de medio centenar de criminales con y sin placa policiaca, y de haber volcado en Iguala y sus alrededores a casi un millar y medio de policías federales, investigadores, agentes del Ministerio Público, peritos y burocracia variopinta, nada decía saber de primera mano final el gobierno mexicano que históricamente ha sido implacable, cruento y expedito en la obtención de los datos que realmente le interesan.

La colocación en escena de quienes presuntamente habrían recibido de manos de policías igualtecos a los normalistas rurales acelera la develación del desenlace, pues ‘‘por primera vez’’ la Procuraduría General de la República reconoce contar con declaraciones de los partícipes en los momentos postreros y estarlas ‘‘corroborando’’. El destape de cuatro cartas de la baraja del sicariato guerrerense se produjo la mañana de un día intenso, en el que se fueron sucediendo hechos de corte político y judicial como si obedecieran a una secuencia establecida.

El orden del día comenzó con la marina aprehensión en Cuernavaca de cuatro piezas ‘‘claves’’ en el caso Ayotzinapa, dos de los cuales ‘‘recibieron’’ la noche del 26 de septiembre a ‘‘un amplio grupo de personas’’. Horas después, y debido al ‘‘dicho’’ de esos involucrados ‘‘claves’’, la atención se trasladó al tiradero municipal de Cocula, Guerrero, donde fue encontrada una gran fosa con restos mortales por identificar.

Las maniobras netamente policiacas y forenses no fueron precisadas oficialmente sino después de que se consumó una especie de vera y grata toma de posesión política del nuevo gobernador de Guerrero, Enrique Peña Nieto, perdón, Rogelio Ortega Martínez, académico de amplia trayectoria en luchas sociales de izquierda, aceptado como segunda opción por Los Chuchos, que buscaban hacer a Beatriz Mojica Morga la sucesora de Ángel Aguirre, con quien era secretaria de Desarrollo Social.

Ortega había rendido protesta un día antes en Chilpancingo, ante el Congreso local, pero la verdadera ceremonia de asunción consistió en ir a Los Pinos a reunirse con Enrique Peña Nieto, ‘‘acordar’’ medidas de control policiaco federal y militar en la entidad y mayores cuotas de asistencialismo social con Rosario Robles al frente, y luego aparecer ante los medios de comunicación para celebrar un intercambio untuoso de buenos deseos, sonrisas y consideraciones (el nuevo gobernador, ajeno por completo a ceremoniales del gran poder, parecía reflejar en su rostro asombro y agradecimiento sencillo ante los calificativos amables de Peña Nieto, quien le agradecía cumplidamente el haber aceptado encargarse de la papa caliente suriana).

El desarrollo de esa sesión mediática podría haber tenido como tema cualquier otro que no fuera el trágico de Ayotzinapa e Iguala. Hubo augurios de éxito, como los daría alguien a un deportista rumbo a una competencia importante o a un actor o cantante encaminado a una presentación en público. El izquierdista que no acepta tener partido, pero es gobernador sustituto gracias al chuchismo perredista tripulante, hizo peticiones y dio agradecimientos al gran Tlatoani, convencido ese doctor en ciencias políticas y sociología de que a fin de cuentas el ejercicio del poder en México corresponde a las cúpulas, al grado de personalizarlo entre dos: ‘‘Si usted me apoya, yo le entregaré buenas cuentas’’. Usted. Yo. ¿Para qué más?.

Los abrazos entre Peña Nieto y Ortega Martínez (Rogelio, no Jesús) sellaron el final de un largo proceso de derrocamiento del rejego Aguirre Rivero y la instauración de una nueva fase en que Los Pinos podrá contar con un ‘‘aliado’’ de poca experiencia en la política palaciega. Pareciera que ahora sí se pudiera dar curso a los pendientes. Una especie de ‘‘día soleado’’ para efectos políticos pinoleros.

En esa ‘‘nueva página’’ se anotó de inmediato que el gabinete de seguridad sesionará hoy en territorio guerrerense, un mes y dos días después de lo de Iguala, en el arranque de un intento de someter policiaca y militarmente las constantes expresiones de desbordado enojo social (ah, también, se supone, para contener en algo al poder del narcotráfico que agrede cruelmente a gran parte del estado). Además, Ortega Martínez ‘‘consiguió’’ que Rosario Robles y su banda de asistencialismo electorero visiten con más frecuencia la entidad, en la que habrá comicios locales y federales el año próximo, y destinen más recursos (las despensas como promoción del voto) a ‘‘las clases necesitadas’’.

La conferencia de prensa sin preguntas de la prensa sirvió para que Peña Nieto anunciara una siguiente conferencia de prensa sin preguntas de la prensa, en la que el inminente fiscal transexenal, Jesús Murillo Karam, anunciaría los ‘‘avances’’ logrados en cuanto a ese otro tema, el de los 43 desaparecidos. Así fue que, ya en tierra firme, ‘‘entendidos’’ los poderes federal y estatal, el fabulador general de justicia informó oficialmente de los detenidos en Cuernavaca y de la gran fosa en Cocula. Por primera vez (por increíble que parezca, dado el tiempo que ha pasado y la conmoción social producida) el gobierno federal tenía o aceptaba tener a implicados directos en el último tramo de la tragedia igualteca. Nunca antes el peñismo había podido escuchar a quienes habían ‘‘recibido’’ en la instancia final a los estudiantes, así que ahora sí sería posible saber dónde los habían dejado. Elemental, mi querido Karam.

Queda como capítulo pendiente el de la presentación del alcalde con licencia de Iguala (y prófugo) José Luis Abarca y su esposa, con probables revelaciones que impacten a políticos en activo, sobre todo de la izquierda electoral, pero no necesariamente del ya realineado Partido de la Revolución Democrática (luego de los berrinches retardatorios de Aguirre).

Y, mientras la cargada oficial insiste en sentar a AMLO en el indemostrable banquillo de la ‘‘omisión cómplice’’, ¡hasta mañana, con la hija de Nestora Salgado dejando México!

Twitter: @julioastillero

Facebook: Julio Hernández