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Andanzas

Danzcervantino 2014

J

apón es el país invitado de honor de este Festival Cervantino 42, representado por el célebre coreógrafo Akira Kasai, heredero directo de los iniciadores de la danza Butho, Hijikata y Kasuo Ono, con la obra Hayasasurahime, que es una divinidad femenina de los mitos y leyendas más antiguos de ese prodigioso país.

Asentado en un alto cerro de los alrededores de la ciudad de Guanajuato, el auditorio del estado es un magnífico teatro que reúne todas las necesidades técnicas de los más exigentes artistas, donde tendría lugar la presentación del conjunto de artistas del señor Kasai.

El numeroso público esperaba ansioso el acceso al lunetario, y 10 minutos antes del inicio del espectáculo, el teatro ya estaba lleno.

El telón se abrió en un silencio casi ritual. Podía escucharse el vuelo de una mosca. Akira Kasai apareció en el centro del escenario. Un hombrecillo de baja estatura, maduro y muy delgado, con cola de caballo en la cabeza desmadejada, al estilo de los campesinos japoneses, vestía pantalones negros cortos a la rodilla, con tirantes sobre el pecho desnudo y los pies descalzos.

Su mirada intensamente fija y penetrante en el público, de inmediato nos hizo sentir su poderosa personalidad, mientras las suaves notas de la novena sinfonía de Ludwig van Beethoven invadían el espacio; Akira Kasai iniciaba en sus brazos el movimiento motivo de la obra, de 120 minutos de duración.

Sin duda alguna, la obra de Kasai, se remonta asimismo a la corriente de dos célebres bailarinas alemanas del primer cuarto del siglo XX, Greta Palucca y Mary Wigman, reconocidas como creadoras del expresionismo en la nueva danza, la danza moderna que también impulsara de manera genial la estadunidense Isadora Duncan.

La libertad de este movimiento, el lenguaje corporal y el diseño coreográfico del espacio, las blancas túnicas y faldones de las y los bailarines constantemente moviéndose como tupido aleteo de palomas blancas, recorrían el espacio, cruzándose de lado a lado; círculos y diagonales que junto a Kasai, Akaji Maro, cercano colaborador y también bailarín de la compañía, definitivamente adoptaron esta corriente dancística que buscó tan intensamente expresar la emoción profunda del individuo con toda la libertad corporal posible, perfectamente fundida con la novena del genio de Bonn.

Así, la obra Hayasasurahime refleja el espíritu de este mítico personaje que recolecta todas las impurezas vicios y vergüenzas de la humanidad, que no son pocas, para convertirlas en luz.

La maestría y disciplina de la compañía japonesa fue evidente, sin dejar de mencionar el aplaudido trabajo de las cuatro bailarinas que desarrollaron un intenso trabajo con sus pantaloncillos cortos y bombachones, el torso desnudo con total pericia técnica y expresiva, sus pelucas largas y melenudas, como geniecillos traviesos a lo largo de la obra con sus contorsiones, saltos y revolcones.

La obra, plena de sugerencias y combinaciones, muestra un aspecto diferente a lo que hemos visto como la danza que hace años presentara el maestro Kasai en este país, distinguida por su origen en las danzas quietistas y movimientos más cercanos a la corriente Butho; característicos y diferentes a los de la cultura occidental. Ahora, con una estética diferente, donde el maestro Kasai irrumpe con toda brillantez y sus treinta y tantos bailarines para darnos un mensaje de paz y amor, lejos de la violencia de la guerra y las pasiones nefastas de la humanidad, ha borrado las fronteras.

Al final, el maestro Kasai realiza un soberbio mutis, casi mágico por el uso del espacio y la iluminación, caminando de espaldas, despacio, de frente al público, hasta desaparecer como un punto al fondo del escenario, como una luz que se apaga.

La ovación no se hizo esperar. Unos de pie, otros sentados como desorientados, otros más comentando y hablando en voz alta. Entonces, Akira Kasai con su tropa de espléndida gente despareció entre los telones del hermoso auditorio del estado aquella noche del 18 de octubre durante una versión más, del FIC, ahora bajo la dirección innovadora del maestro Jorge Volpi.