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En su libro No me dejen morir así, el autor novela la vida del Centauro del Norte

Pedro Ángel Palou sugiere regresar al Francisco Villa justiciero y demócrata

Estamos mucho más lejos en el tema de equidad, de lo que estuvimos al final de la Revolución

 
Periódico La Jornada
Martes 21 de octubre de 2014, p. 6

En esta época Francisco Villa aún tiene muchas cosas que enseñarnos, el problema es que no sabemos escucharlo, señala el escritor Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966), quien se ha dedicado en varias de sus obras a novelar a personajes como Emiliano Zapata, José María Morelos, Cuauhtémoc y Porfirio Díaz.

Ahora acaba de publicar un nuevo libro de ficción dedicado precisamente al Centauro del Norte, pero haciendo a un lado la imagen de bandolero, analfabeto y violento que se mantiene en muchos libros acerca del revolucionario.

La novela se titula No me dejen morir así: recuerdos póstumos de Pancho Villa (Planeta) y está narrada en primera persona. Aquí es el líder de la División del Norte quien habla de su vida, desde su niñez, e incluso a manera de fantasma que recuerda cosas como su decapitación, ocurrida dos años después de su muerte. Villa recuerdo. Villa fantasma.

Un personaje íntimo, cercano

Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, fue un demócrata. Creía en la democracia. Era un maderista consumado, creo que de las pocas veces que llora en su vida es con la muerte de Madero, creía que la guerra y la revolución deberían ser temporales y dar paso a la utopía de una democracia y de un país justo, equitativo, y hoy estamos mucho más lejos en el tema de equidad de lo que estuvimos al final de la Revolución Mexicana, expresa Palou, autor también de El dinero del diablo.

Hoy tenemos un país superpolarizado, dividido, como si no tuviéramos todos esos antecedentes históricos, como si no hubiéramos visto lo que pasó en la Revolución Mexicana. Un país absolutamente crispado socialmente, donde no hay pacto social y donde es imposible que haya un pacto social porque no puedes creer en la narrativa del Presidente o de los partidos políticos. El ciudadano de a pie, cualquiera que este sea, más o menos politizado, te va a decir que está harto, y la violencia está permeando todo y destruyendo todo.

Por ello es importante regresar a Villa, pero no al que nos han implantado, “sino al Villa justiciero, demócrata, al Villa que tuvo este experimento social y agrícola impresionante en Canutillo. Si ese microcosmos de Canutillo se hubiera podido expandir estoy convencido que, quizá no todo el país, pero sí en ciudades cercanas a su hacienda habrían comenzado a pasar cosas similares. Si ya tenía 600 niños educándose en Canutillo esto era posible que se pudiera llevar a Parral, Chihuahua, a zonas de Durango, donde tenía mucha influencia.

“A lo mejor habríamos visto un norte del país totalmente distinto al actual, porque tecnificó la hacienda, empezó las primeras inseminaciones ganaderas, hizo un proyecto educativo muy impresionante con soluciones que parece mentira que no nos hayamos dado cuenta: pagaba el triple al maestro rural, tenía a los mejores maestros, bien pagados; creía en la salud pública, en la higiene, en la educación que llamamos física, estaba convencidísimo de que los niños tenían que aprender a nadar desde muy jóvenes, estar sanos.

Es muy triste que sigamos repitiendo la idea de un Villa iletrado, sin pensamiento social, porque lo contrastamos casi siempre con Zapata, quien es un hombre que sabía qué quería hacer, porque se había formado en la liga Ponciano Arriaga, porque había tenido a Otilio Montaño, había leído al anarquismo y Villa no, Villa era un pobre robavacas.

Eso no es cierto, puntualiza el escritor, y explica que Villa evolucionó políticamente y tenía una inteligencia brutal, un ejemplo de eso es que el periodista Regino Hernández Llergo, quien le hizo una entrevista en 1923, lo encontró en Canutillo leyendo la Divina Comedia, de Dante. Creo que eso lo dice todo.

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Villa creía que la guerra y la revolución deberían ser temporales y dar paso a la utopía de una democracia y de un país justo, equitativo, dice Pedro Ángel Palou a La JornadaFoto Yazmín Ortega Cortés

No me dejen morir así “es una confesión laica antes de la muerte, por lo menos así empieza la novela, y termina ya muerto, incluso decapitado en el último capítulo. Vamos haciendo un recorrido por sus propias confesiones íntimas, no épicas, porque ya se ha contado demasiadas veces al Villa épico, al de las batallas. Un lector me cuestionaba: ‘bueno, ¿por qué no pusiste más hazañas bélicas o por qué no entra apoteósicamente en la ciudad de México?’ Yo digo que ya entró apoteósicamente en la ciudad de México en muchos libros, ahora lo interesante es saber qué pensó, qué sentía.

Creo que la libertad de esa confesión casi póstuma y luego póstuma me permitió no tener esa rigidez de la cronología. Sus recuerdos no son cronológicos, sino que viene, va, regresa, como seguramente es la memoria y no sólo la memoria ante la muerte sino la memoria de todos nosotros, no sabemos por qué en este momento nos ponemos a recordar y nos viene una escena de la infancia o del pasado inmediato, algo de ayer. Esta libertad también de la memoria de hablar de las últimas horas permite que tengamos un Pancho Villa por primera vez íntimo, cercano, del que el lector pueda sentir en algunos momentos enojo y en algunos también empatía.

Existen algunos libros que presentan a Villa de esa manera, cercano, íntimo, como la biografía que escribió Paco Ignacio Taibo II, también publicada por Planeta. “Curiosamente en 2005 cuando sale la biografía de Taibo II yo publiqué mi novela sobre Zapata y estuvimos prácticamente de gira juntos. Platicábamos entonces acerca de las diferencias entre biografía y novela: el biógrafo tiene que ajustarse necesariamente al documento, en el caso de Taibo llegó a una obsesión maravillosa, donde decía: ‘si no tengo el documento voy a ver si encuentro un testigo, o si el testigo está muerto a ver si le dijo algo a la hija, al hijo y corroborar porque tengo estos datos que no me cuadran’.

Taibo II hizo un trabajo que no hizo Katz, quien era un historiador formal, brillantísimo. La biografía de Katz es indudablemente brillante, pero Taibo le dio el carácter de revisión humana, el carácter colectivo del villismo, no sólo es Villa, es Villa y los suyos, Villa y Buelna, Villa y Serrano, Villa y Fierro, y le importan mucho todos estos personajes que rodean a Villa Particularmente los cercanos de la División del Norte.

Anécdotas sin invención

En No me dejen morir así, todas las anécdotas pueden ser corroboradas con la historia, subraya Palou. No hay una sola que me haya inventado y que no sucedió, aunque hay cosas que el autor debió imaginar, como lo que se dijeron Obregón, Maitorena y Villa en una reunión. Esa es obviamente pura especulación del novelista, no tenemos una grabación, pero el novelista puede imaginar hasta cierto punto qué se dijeron, pero no puede alterar los resultados de esa conversación: Villa pacta con Obregón temporalmente y se arrepiente como de sus pecados. Después son Madero, Felipe Ángeles y Maitorena tres hombres que él cree a lo largo de su vida revolucionaria que fueron los mejores con los que se encontró.

La novela No me dejen morir así: recuerdos póstumos de Pancho Villa será presentada en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el 3 de diciembre.