Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 21 de septiembre de 2014 Num: 1020

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Cartas de Juan
de la Cabada a
José Mancisidor

Las Crónicas
parisienses
de
Alfonso Reyes

Vilma Fuentes

Martín Chambi, un
fotógrafo fundamental

Hugo José Suárez

Homenaje póstumo

Nicanor Parra,
un siglo de humor

José Ángel Leyva

¿Quién le teme a
Sigmund Freud?

Antonio Valle

Con ustedes,
los Rolling Stones...

Juan Puga

Leer

Columnas:
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
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Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Vayan unas por otras

Con ser menos que poco el espacio que habitualmente se le “concede” al cine mexicano en la mexicana cartelera –y con tal actitud pasándose la ley vigente por la tabla de los merengues, como bien se sabe y aquí siempre se repite–, resulta que tan mínima rendija por la cual el público mexicano puede asomarse a la mexicana idiosincrasia cuando ésta es vertida en filme, suele permanecer ocupada por lo innecesario refilmado –verbigracia Hasta el viento tiene miedo, de la que algo mínimo se dijo aquí–, o bien por lo inane bien filmado –como Guten Tag, Ramón, de la que algo también mínimo se dijo aquí–, cuando no o, mejor dicho tal vez, cuándo no, por lo insulso asimismo bien filmado y re-filmado, aunque no se trate de un remake y se llame como canción de Agustín Lara pero nada tenga que ver con el divino cursi –háblase de Amor de mis amores (Manolo Caro, 2014), de la que nada se hablará, al son aquel de la abuela que aconsejaba lo de “si no puedes decir nada bueno de alguien, mejor no digas nada”.

Entretanto, para no variar ni perder costumbre, otras cintas hechas en estos lares y que de verdad hablan de cosas que pasan en los lares éstos, es decir de cosas de verdad, son mínimamente exhibidas, y eso si bien les va, en los festivales que no por ser cada año más numerosos tienen ni tendrán la capacidad de –ni están obligados a– suplir ausencias carteléricas originadas en la doble inercia de dos cabras que tiran cada una pa su monte: una rumbo a su montaña de dinero, y la otra camino a su montaña de indolencia.


Elenco de Los bañistas

De esa otra montaña, la de filmes que no cuentan con la doble bendición torcida del que exhibe porque aquello parece medio gringo y la del que mira exactamente por lo mismo, hay una de la que deben decirse al menos unas cuantas líneas: se titula Los bañistas, la dirigió Max Zunino en 2013, fue parte de la programación del más reciente Festival Internacional de Cine en Guadalajara y este ponepuntos ignora honestamente si ha vuelto a ser exhibida en tierras mexicanas.

Contada como a media voz y lentamente, la historia que se despliega en Los bañistas es una suerte de relato múltiple, o una pintura al fresco de los varios rostros que pueden tener la soledad y la solidaridad, en ambos casos no espontáneas sino consecuencia de alguna imposición: para la primera, de las condiciones de vida a las que suele terminar orillado un habitante de la urbe cuando no tiene a la mano recursos tales como familia o boyantez económica, sumado a una vejez imposible de experimentar como lo que debería ser y que en este país, en una urbe como Ciudad de México, es quimera inalcanzable para tantos: tiempo para el reposo y el repaso de lo que pasó. No, porque sigue pasando todo, comenzando por la urgencia de sobrevivir y la obligación de hallar por propia cuenta el cómo y el con qué, y entonces la otra consecuencia impuesta: una solidaridad surgida de la necesidad, no de la espontaneidad, que le sirve lo mismo al que da que al que recibe para mantenerse ambos a flote. En el otro extremo de la cuerda, jovencísima y con todo por hacer y conocer, la deuteragonista de la historia tiene en común con aquel viejo mucho más de lo que podría suponerse, comenzando por el sitio marginal que la sociedad y sus neoliberales lineamientos le asignan a los dos: si no generas lana no eres nadie, y a ver cómo te las arreglas.

Solidaridad que anula soledades: la incipiente de la chava que a pesar de sus desplantes onda “a mí me vale madre todo” va entendiendo que sola no se llega casi a ningún lado; la del viejo que cede a los embates contra su mundo aparte, aislado y excluyente, cuando la realidad le enseña, y a sus años, que solo no podrá llegar tal vez ni al día siguiente, si es que quiere hacerlo con algo de comer entre las manos y, también y no menos importante, con algo que decirle a alguien y con alguien para decirle alguna cosa.

A propósito, los bañistas que le dan título a la cinta no son ellos, por cierto muy bien caracterizados por Juan Carlos Colombo y Sofía Espinosa, sino un montón de otros no tan solos tal vez pero sí muy solidarios. Queden los pormenores de la trama en el tintero para que se conozcan de primera mano y no por esta vía, cuyo cometido no puede consistir en contar tramas, aunque eso y ninguna otra cosa piensen Unoscuantos que es para lo que habla uno de cine, y que si no lo hace no hace bien, y menos si lo hace de algo que no está en el momento en cartelera, según esto porque entonces para qué.