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Nosotros ya no somos los mismos

Más del protagonismo blanquiazul

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Un dato en lo más mínimo aclarado a satisfacción del respetable: el señor senador Jorge Luis Preciado, coordinador de la fracción del PAN en el Senado, decidió que el uso intensivo de las instalaciones senatoriales era una forma idónea de amortizar más rápidamente la inversión, y con motivo del cumpleaños de su señora esposa, doña Yahumira Chaviano, le organizó un animado guateque en las desperdiciadas terrazas de la Junta de Coordinación PolíticaFoto Francisco Olvera
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or supuesto que en torno a don Germán Martínez hay todavía yardas y yardas de tela moteada de donde cortar (Breviario: una yarda = 0.9144 metros), pero no me parece justo que discriminemos y mantengamos en la marginación y el aislamiento a una pléyade cada día más vasta de legionarios panistas que ha venido acaparando la prensa y los medios electrónicos en los tiempos recientes. Démosle además un tiempo prudente para que alegue lo que a su derecho convenga. Eso sí, como en el teatro, por orden de aparición: le toca primero a don Álvaro Delgado quien, en el número 1859 de la revista Proceso publica: El prototipo de estos nuevos ricos al amparo del poder es Germán Martínez Cázares, ex presidente del PAN. Al inicio del sexenio (de Calderón) no tenía casa propia y ahora vive en una residencia que compró en 16 millones 200 mil pesos, en la mejor zona de San Ángel Inn. De esta pública denuncia han pasado dos años, y desde entonces ni una cartita aclaratoria, una exigencia de comprobación de lo afirmado, menos aún una demanda judicial. Mejor no hacer olas, guardar el derecho de réplica para cuando, ejercerlo, no implique riesgos

Pienso: cuando Frei Betto dijo que en la edad adulta el exhibicionismo se caracteriza por la búsqueda incansable de bienes compensatorios a la castración emocional: la mansión, el auto de lujo, las funciones profesionales o políticas... ¿Habría leído ese Proceso?

Datos recientes y en lo más mínimo aclarados, al menos a satisfacción del respetable: 1. El señor senador Jorge Luis Preciado, coordinador de la fracción del Partido Acción Nacional en la llamada Cámara Alta (ahora que tienen su torre de lujo se explica el adjetivo), con un aplaudible sentido de la eficacia y máximo aprovechamiento de los bienes públicos (nada más lamentable que la subutilización del patrimonio común), decidió que el uso intensivo de las instalaciones senatoriales era una forma idónea de amortizar más rápidamente la inversión. No sólo agregó un nuevo giro al simple y tedioso quehacer legislativo: restaurante con servicio de bebidas alcohólicas y variedad artística, sino que amplió el horario de labores del personal a su cargo: los convirtió en capitanes, meseros y galopines (esperemos que con el estipendio correspondiente y no atenidos únicamente a las propinas). Supongo que todos saben a lo que me estoy refiriendo: don Jorge, con motivo del cumpleaños de su señora esposa, doña Yahumira Chaviano, le organizó un animado guateque en las desperdiciadas terrazas de la Junta de Coordinación Política de la H. Cámara de Senadores. Dicen las crónicas que el ambiente fue de gran alborozo y exaltada camaradería: se bailó, cantó (el propio presidente de la junta se echó su paloma y entonó, porque entonado sí es, y además ese día, vaya que lo estaba) El rey. Lo acompañó el mariachi Presidencial (¿sería de la Presidencia, así con mayúscula?). Se deleitó con su habano de importación (¿Cohiba, Montecristo, Romeo y Julieta, H. Upmann?). Ciertamente lo hizo en territorio prohibido (un edificio público), pero piense que no era un día cualquiera, sino el aniversario de doña Yahumira. Y, además, ya en 1922 Feliz Garzo y Juan Viladomat, antecesores de mi maestro Rodríguez Araujo, sentaron jurisprudencia: fumar es un placer genial, sensual. Bueno, el senador se aplicó tanto para el éxito del convivio, que llegó al grado de alterar el calendario ritual católico: ahora el día de la Candelaria pasó del día 2 al día 4 del mismo mes. Ciertamente escaseó el atole y el champurrado, pero ni se notó, ante la ilimitada disponibilidad de whiskys, vodkas, tequilas y rones.

El PERO (así grandote), que nunca falta, ensombreció esa hermosa ratificación de amor y fidelidad conyugal que, habiendo sido norma de conducta de las familias panistas de los orígenes, ha pasado a ser, ¡O tempora, o mores! para los neopanistas, una verdadera antigualla, una ridiculez que no ha resistido el empuje de la modernidad y el acceso al poder. ¿O no, diputado Zapata Perogordo y devotos compañeros que lo acompañaron a la cenita?

Ya todo mundo conoce el exquisito y tolerante carácter del padre del bullying, Javier Lozano. Tan derecho, tan solidario siempre con sus compañeros de partido. Precisemos: de partidos, en los que le conviene sexenalmente militar. Él fue el primerito en reclamar a don Jorge Luis su despropósito. Claro, cuidando las formas y buenas maneras no lo hizo en una reunión privada partidista o de su fracción parlamentaria, sino discretamente vía Twitter: Hagan cosas de provecho y si van a celebrar a su esposa háganlo en un restaurante o en su casa. La artillería, que aunque apuntaba al presidente Madero se cobró primero al sargento Preciado, fue tan intensa que obligó a éste a pedir perdón a sus compañeritos de bancada. Reconoció que el ágape conyugal había sido un exceso que se había salido de proporción. Les prometió que no volvería a festejar el cumpleaños de su esposa en las oficinas superiores de ese órgano del Poder Legislativo… al menos en un año.

Las explicaciones y justificaciones que dio el senador Preciado son de una evidente simplonería, carentes del más elemental sentido común y de mínima sensibilidad política. Ya las comentaremos cuando nos refiramos a la productiva reunión de trabajo presidida por el probo diputado Luis Alberto Villarreal Lozano, quien con un distinguido grupo de cofrades decidió realizar un estudio de campo para conocer, a profundidad, alguno de Los grandes problemas nacionales (¡ay don Andrés Molina Enríquez! Cuántas encerronas se cometen en tu nombre): uso y abuso de sicotrópicos, asociación delictuosa, complicidad, trata de blancas, violencia de género y violación a los derechos humanos. Pero bueno, los legisladores sólo fueron invitados ¿Y quién sería el anfitrión, acaso el mayordomo, mi querido Watson? Seguiremos investigando para el próximo lunes.

No sé de dónde sacó mi hija, que es doctorante en economía y no en hepatología, que ya era hora (edad, más bien dicho) que en vez de pomos me obsequiara tomos: en estos meses me asestó: El telescopio de Schopenhauer, de Gerard Donovan; Solar, de Ian Mc Ewan; Los detectives salvajes, de Bolaño, y Seda, de Baricco. Lo peor es que después de la entrega de cada libro le da seguimiento a mi asiduidad lectora y me regresa réclames que yo le propinaba en su edad preparatoriana. Pues lo siento, m’hija, pero van a tener que esperar todas esas amables sugerencias. Acabo de recibir un libro que se ha convertido en la Biblia de mis más severos Déja vu. El término fue inaugurado por Émile Bourac, en su libro L´avenir des sciences psychiques y, en mi muy raquítica explicación, hace referencia una especie de flash back interior. A la sensación de que el momento que se está viviendo no es sino la repetición de uno anterior. A la convicción de que anteriormente se ha sido actor o simplemente testigo, del hecho que ahora se está viviendo. Eso es precisamente lo que me está sucediendo cada vez que leo este libro en el escritorio, el comedor, el auto o una cantina. Desordenado, como es mi costumbre, lo abro en cualquier página y en todas me clavo: Yo, ya estuve allí o, ¿dónde andaba, que no estaba allí?: La manifestación de Cárdenas, el primer aniversario del 26 de julio en La Habana, La batalla de Nonoalco-Tlatelolco. El libro me devuelve la calidez del Tuti Pereyra, su forma de ser: gentil, cálido, para que no rasguñaran ni la profundidad de sus análisis ni su intransigencia en los principios. Y me estruja con el recuerdo de Rafael Galván y Othón Salazar. Uno, líder obrero, el otro profesor, los dos, maestros en la difícil disciplina de ser hombres libres, dignos, honorables, patriotas. Leí todo en cuanto a Monsi se escribió cuando, anticipadamente, se le ocurrió pasar a retirarse. Exceptuando a quienes con el pretexto de una sentida oración fúnebre se autoelogiaban y jalaban lo reflectores a sus personitas. Estoy convencido que se escribieron justas, hermosas y sinceras opiniones en honor del monstruo. A mí la referencia que en este libro encontré sobre él me pareció superior. Y me atrevo a una opinión: a él, Monsi, le parecería igual.

El jueves 28, a las seis de la tarde, se presentará este libro: La izquierda que viví, en la librería Rosario Castellanos, del FCE, en la calle de Tamaulipas. El autor y responsable de mis nuevas desazones, Adolfo Sánchez Rebollar, estará presente. Agradezcámosle y preguntémosle más.

Twitter @ortiztejeda