Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 24 de agosto de 2014 Num: 1016

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El libro artesanal
y su valor humano

Edgar Aguilar entrevista
con Iván Vergara

México en las cartas
de Cortázar

Ricardo Bada

El día en que menos
nos esperan

Antonio Valle

La dimensión poética
de Cortázar

Xabier F. Coronado

A cien años de
la Gran guerra

Annunziata Rossi

Una cita en
Montparnasse

Esther Andradi

Columnas:
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Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
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Ricardo Guzmán Wolffer

Fourastié vs. Bergson:
sobre la risa y sus contrariedades

En el núm. 121 (primavera, 1983) de la imperecedera revista Diógenes, publicada en la UNAM, Jean Fourastié habla del “decaimiento de la risa” y refuta el célebre libro La risa de Henry Bergson (ver La Jornada Semanal núm. 607, octubre de 2006). Es cierto: como dice Fourastié, resulta objetable la técnica de Bergson de separar el fenómeno de la causa, al no mencionar la necesidad social e individual de reír, ya como regodeo, ya como forma de comunicación.

Aunque Fourastié no abarca todos los temas del libro de Bergson, rebate el inicial y a partir de ahí propone. La principal diferencia entre ambos autores reside en el enfoque: Bergson es más filosófico mientras Fourastié es más psicológico, por momentos sociológico. No importa. El tema de la risa supone tantas aristas como se le busquen. El “puto” de los hinchas mexicanos en el mundial de futbol, más allá de la discusión de filología, llama al humor desde la perspectiva mexicana, por el solo hecho de darle importancia a una palabra a la que apenas se le estudia (salvo para rebatir a la tramposa FIFA), a pesar de su uso y variantes de significado.

La risa como parte del bienestar laboral, bien destaca Fourastié, ha ido desapareciendo. “No se ría, son horas de trabajo”, me decían. Y esa es la postura en muchos lugares. En el siglo XIX las ruidosas máquinas industriales impidieron esas sanas risas en el trabajo. Como si el trabajo entre risas no fuera más placentero: se le toma como una “distracción”, sin considerar los beneficios físicos para el trabajador, y el hecho que reitera convincentemente el autor es que esa risa cambia, para bien, al que la da y al que la recibe. Se han perdido “las conversaciones placenteras que antaño acompañaban a todo trabajo humano, inclusive el de los esclavos y aun el de los soldados”. Desde hace décadas, los minuciosos críticos de las criticables reformas laborales, presas de la solemnidad que limita, han dejado de mencionar la risa como parte de un trabajo más eficaz, como parte de los derechos humanos laborales.


Jean Fourastié

Lo que para el intelectual son “abstracciones”, para el hombre regular son parte del ejercicio cotidiano del sentido común. En la vida diaria, la risa restaura el orden que lo sorpresivo invade. Restablece la confianza y la seguridad después de un alerta o un incidente. La incomprensible violencia que ha hecho cotidiana la vista de la tortura y los cadáveres, del bullying asesino, lleva a niveles sorprendentes esa capacidad de la risa. Cuando lo común es lo extraordinario la risa se descontrola, pero ancla en la realidad interior. La risa lleva esa tragedia al nivel mental del juego: los procedimientos cerebrales de observación y racionalidad se despliegan con la risa para lograr una comunicación de crítica constructiva (opone su versión a la que acaba de escuchar: inventa, formula y debe hacer reír) que en otras condiciones sería difícil de lograr. Máxime si esa risa tiene implícita la reposición indefinida de la energía cerebral que permite el esfuerzo: la energía mental se puede prolongar más allá de la física. La única manera de hacer reír, incluso en los temas más dolorosos, es comprendiendo el fenómeno para replantearlo; de ahí la eficacia de ciertos caricaturistas, que en unos trazos resumen y replantean la realidad: cuando el usuario de la risa “crea” es recompensado con más risa. Ahí se da una apertura de comprensiones y percepciones que magnifican la posibilidad creativa, pero también interpretativa de cualquier fenómeno objetivo o interno; en consecuencia, magnifican también la aceptación. La risa entraña una amplitud de espíritu que es difícil lograr por otros caminos; es un ejercicio que produce energía al tiempo que la consume. El practicante queda menos cansado después de una sesión de risa que después de un partido de futbol.

Fourastié refuta la mecanicidad bergsoniana bajo el supuesto de la ruptura del determinismo: se logra una nueva previsión que resulta tranquilizadora. Si el niño es acostumbrado a los fuegos artificiales, superará el inicial susto para beneficiarse con los colores y formas en el cielo y disfrutará el espectáculo, como los adultos que él observa. Mediante la risa se domina, tras prever, un proceso antes desconocido y alarmante.

La risa como motor de la vida humana no debe desatenderse. Más allá de las funciones catárticas que se le asocian, las reflexiones de Fourastié demuestran qué poco se le ha estudiado, para lo mucho que significa y ayuda a individuos y sociedades.