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Ver día anteriorDomingo 10 de agosto de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Vía crucis
N

ada malo puede suceder. Previo a recibir el sacramento de la confirmación, la adolescente María (Lea Van Acken) escucha junto con otros jóvenes las recomendaciones doctrinarias de un joven sacerdote severo y cordial, rigurosamente fundamentalista.

El ideal de ese guía espiritual es recobrar la pureza de la fe católica, en su opinión traicionada por el liberalismo de Roma después del segundo concilio vaticano. Los jóvenes deberán, según él, mantenerse continuamente alertas frente a las múltiples tentaciones del Maligno: ritmos musicales modernos codificados en clave satánica, abandono paulatino de las intimidatorias variantes de la penitencia y el castigo eterno (el purgatorio y el infierno), misas alejadas de la liturgia tradicional, y un abultadísimo e impío etcétera. La protección contra estos males corrosivos será la devoción absoluta a Cristo y a la virgen María. También el sacrificio de todos los espejismos hedonistas en aras de una purificación espiritual que en los jóvenes pasará primeramente por la abstinencia sexual y la mortificación de la carne. Cada joven tendrá así, según esta doctrina intransigente, la obligación de volverse un militante ardiente de la fe católica, un soldado de Dios, un auténtico legionario de Cristo.

Vía crucis (Kreuzweg), cinta muy sobria del alemán Dietrich Brüggemann, escrita por él y por su hermana y fiel colaboradora Anna, es un relato atinadamente dividido en 14 breves capítulos que aluden a las 14 estaciones en el camino al calvario de Cristo, desde su aprehensión y condena a muerte hasta el momento en que es sepultado. Cada cuadro de la cinta remite a un plano secuencia, y sólo en ocasiones se registra alguna variación para marcar discretamente las transiciones narrativas. Los capítulos aluden al sufrimiento de la joven María, virgen siempre y siempre cargada de culpas, unas imputadas por los demás, otras asumidas como propias. Su devoción, reflejo ciego del fanatismo religioso de su madre (Franziska Weisz), no soporta los delirios místicos de la protagonista de Hadewijch (Bruno Dumont, 2009), y estaría más cerca de la condición de víctima inocente que exhibe la niña Alexia en Camino (Javier Fesser, 2008), aunque en Vía crucis el tratamiento del tema es mucho más fino y contundente que en la cinta española.

El tema de la enfermedad, presente en Camino y también en Lourdes (2009), de la austriaca Jessica Hausner, nueva incursión en el fanatismo religioso y en el misterio de los milagros, aparece aquí como el dolor con que María vive el padecimiento de su hermano de 4 años, incapaz de hablar, y que la joven procura sanar o redimir con el sacrificio de su propia vida. La transferencia va del posible autismo del menor a la progresiva condición anoréxica de la protagonista. Resulta admirable la manera implacable en que Brüggemann exhibe los excesos de una devoción narcisista y cruel sin fustigar por ello los fundamentos de las creencias religiosas. Un padre de familia timorato y banal asiste impotente a la furia de su esposa, quien no vacila en sacrificar a su hija en aras de un improbable ideal de perfección moral. La vida doméstica se rige por reglas de severidad incuestionable, mismas que María acepta de manera sumisa, como invadida ella también por la sensación de pertenecer a una elite privilegiada de seres tocados por la gracia.

En un sentido inverso al de Vía crucis, pero con un martirologio parecido, el cine alemán reciente mostró en Nada malo puede suceder (Tore tanzt, Katrin Gebbe, 2013), a un joven punk, un jesus freak, enfentado a una familia rural que procura derribar su inocencia y sus creencias religiosas con el fin de deshumanizarlo.

En la cinta de Gebbe el joven fanático defiende su fe en un terreno hostil; en el caso de María, la adolescente acepta sin vacilar la inoculación del fanatismo familiar, sacrifica su despertar sexual y amoroso, carga con todas las culpas imaginables, y se atribuye de manera absurda la misión de salvar a un hermano que tal vez no corre peligro alguno. En Vía crucis los sueños de la sinrazón engendran demonios y estos son capaces de devorar una vida inocente, malogrando de paso las existencias de quienes le rodean. La radiografía de este oscurantismo religioso es más devastadora por esa honestidad moral que visiblemente la distingue y por una elegancia artística que la eleva por encima de la siempre ineficaz denuncia panfletaria.

Vía crucis se exhibe en la 13 Semana de Cine Alemán (14 al 28 de agosto). Funciones: Cinépolis Diana: los días 15, 16, 17 y 18. Cineteca Nacional: los días 16, 23, 25 y 28. (Más informes sobre la Semana y horarios: www.goethe.de/cinefest; www.cinetecanacional.net)

Twitter: @CarlosBonfil1