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El primer largometraje animado en 3D producido en la isla es un suceso cultural y social

Meñique es una cinta cubana y universal... artística y ética

Es una alegría descubrir que ha sido una fiesta para los niños y que el público sigue mostrando su fidelidad al cine, dice el guionista Senel Paz

El saber puede más que la fuerza, leitmotiv de la película dirigida por Ernesto Padrón y basada en la adaptación de un cuento por José Martí en 1889

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Fotograma de la película que presenta una Cuba medieval con taberna de paso obligado –La Bodeguita del Medioevo, donde se come arroz con frijoles–, dragones, güijes y una princesa de ojos pardos que roba para los pobres, entre otros personajesFoto cortesía de la producción
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 7 de agosto de 2014, p. 9

La Habana, 6 de agosto.

Los cines de estreno de un tramo a otro de la isla están de bote en bote ahora mismo. Meñique, el primer largometraje animado en 3-D producido en Cuba, se ha vuelto un suceso cultural y social que arrastra a la gente al cine, a pesar del calor insoportable de este verano y del fenómeno de las múltiples pantallas en la casa, que es tan popular aquí como en cualquier otra parte. Cuando aún no ha terminado la primera semana de exhibición, ya la han visto más de 50 mil cubanos.

Meñique, dirigida por Ernesto Padrón, es una versión del cuento homónimo adaptado por José Martí en 1889 para la revista infantil La Edad de Oro, a partir de una historia del francés Edouard Laboulaye. Aborda las peripecias de un joven campesino que intenta, sin éxito, sacar a su familia de la pobreza. Un enorme roble hechizado deja en tinieblas y sin agua el palacio del rey. El soberano promete otorgar el título de marqués y dar a su hija, la princesa Denise, en matrimonio, a quien logre cortar el árbol y abrir un pozo. El leitmotiv del filme aparece en el primer cuadro: El saber puede más que la fuerza.

La película presenta una Cuba medieval con taberna de paso obligado –La Bodeguita del Medioevo, donde se come arroz con frijoles–, dragones, güijes, una princesa de ojos pardos que roba para los pobres, la bruja correspondiente, que empuña su varita mágica-teléfono móvil, un hacha parlante y un pico sordomudo, el gigante desesperado porque nadie lo quiere y un enamorado y astuto Meñique que intentará encontrar a su media naranja. Los escenarios recuerdan la arquitectura de La Habana colonial y los preciosos parajes del Valle de Viñales y de Trinidad, en el occidente y el centro de la isla.

Reivindicación del mundo real

Siendo una historia de temas fantásticos –la magia, la fantasía y lo sueños sirven hoy frecuentemente para escabullirse de la realidad–, el cuento se compromete con una concreta reivindicación del mundo real: la justicia. Lo hace sin violentar demasiado las reglas impuestas por la industria del entretenimiento occidental, pero, desde el retrato de los personajes hasta la comicidad de las palabras y las imágenes, se advierte que este Meñique es otra cosa. Lo subrayan las canciones originales de Silvio Rodríguez, nada que ver con Disney.

Es una película para niños, en la que cada escena es una decisión artística, pero también ética y moral, confirma a La Jornada Esther Hirzel, directora de los Estudios de Animación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), que produjo la película junto con Ficción Producciones, la Televisión de Galicia y la Fundación Villa del Cine de Venezuela.

Todos los cubanos conocen al Meñique martiano, afirma Esther Hirzel. Es nuestro pequeño Pulgarcito que vence a los poderosos con ingenio, inteligencia y buen corazón. No había que hacer una encuesta previa para saber que él conectaría con los niños; sólo había que sacar a Meñique de su ostracismo y enfrentar pruebas que parecían tan difíciles para los realizadores como aquellas que desafió el personaje del cuento.

Los Estudios de Animación del Icaic tenían el presupuesto para hacer la película –unos 4 millones de dólares, considerablemente bajo para estas producciones–, pero la industria cinematográfica cubana carecía de experiencia en la animación en tres dimensiones, que exige un estándar de calidad muy alto. Tuvimos que entrenar a los dibujantes sobre la marcha, admite Esther. En los momentos de mayor intensidad, más de 200 dibujantes y un grupo considerable de programadores y artistas cubanos y españoles trabajaron para producir la película. Un animador hace menos de un segundo por día.

Tuvieron que convivir, además, con el drama de la navegación por Internet en la isla. El ciberdespacio cubano convertía en una odisea el envío de las copias digitales por la red para los productores en Galicia. Cuando tenían casi 75 por ciento de la película producida, hubo que empezar casi de cero. El software para la animación que utilizaban originalmente, además de caro –costaba 3 mil dólares por puesto de trabajo–, era propiedad de una empresa estadunidense. En manos de la industria cubana, ponía en riesgo la comercialización del filme por las restricciones del bloqueo.

Después de ver la cinta de 80 minutos de duración como un espectador cualquiera en el caluroso domingo del estreno, el escritor y guionista Senel Paz reconoce que es una película cubana y universal. Los niños no tienen nacionalidad cinéfila. Si les gusta una película, la ven; si no, hacen otra cosa. Su reacción es genuina y está siempre a flor de piel. “Es una alegría descubrir que Meñique ha sido una fiesta para ellos y que el público cubano sigue demostrando su fidelidad al cine.”

Enlace al trailer de la cinta