Opinión
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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XXVI

I

ncreíble…

Sí, la conducta de una serie de aves de rapiña y de asquerosas hienas, del más negro de los histo- riales del periodismo taurino me- xicano, llegaron al extremo de derramar su veneno hasta en informaciones enviadas a España, señalando que Carlos Arruza, cuyos pecados y delitos habían sido negarse a ser chantajeado, estaba acabado, totalmente desinflado.

Hijos de su…

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Y les tapó el hocico.

Tras muchas peripecias y situaciones por demás adversas, Arruza pudo, por fin, dar inicio a su campaña española de 1945, aunque aquello no fue una campaña, sino más bien, un campañón histórico.

Todo comenzó en Castellón, donde fue recibido en medio de una ensordecedora ovación, alternando con Pepín Martín Vázquez (tan querido y recordado que fuera de los mexicanos) y Alejandro Montani. No sé, bien a bien, si por lo que había demostrado ser en los ruedos hispanos el año anterior o como desagravio por la inquina de los canallas de la pluma que afirmaban que Carlos, como torero, estaba acabado.

Para comenzar, a su primero le cortó las orejas y el rabo y a su segundo, los mismos trofeos y, además, una patita. Por su parte, Pepín Martín estuvo también en gran torero y se llevó las orejas de sus dos astados.

Pero lo grandioso vino después de haber despachado a su segundo: como por arte de magia, comenzaron a surgir sombreros mexicanos y sarapes de Saltillo. De esa tarde guardó Carlos un gratísimo recuerdo y nunca olvidaré cuando, pasados los años, le pregunté sobre aquella tarde y no pudo decirme mucho, porque se le humedecieron los ojos y no hubo ya más.

De ahí, a Zaragoza, que bien ganada fama tenía de ser la plaza de toros más difícil de España. Sus compañeros fueron Manolete y El Estudiante y los tres, a duras penas, cumplieron con los de Villamarta.

Harto difíciles.

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Y a la locura.

Abril 2 de 1945.

Simao da Veiga por delante, Pepe Bienvenida, Aguado de Castro que iba por el doctorado y Carlos, con toros de Murube, cuyo ganadero los mencionaba como Los seis majos.

Inspector, fue uno de ellos; maravilloso, según lo repitió toda su vida el gran Carlos. El morito pesó unos 500 kilos y era bravo en serio y, a la vez, noble en verdad y un animal así merecía un torero como Carlos y baste decir que en los tres tercios estuvo en coloso, tanto así, que a los primeros muletazos el público es-taba ya pidiendo la oreja y, en ánimo de abreviar, tras ser galardonado con las orejas, el rabo y la pata de Inspector, así como las orejas de su otro enemigo, las vueltas al ruedo fueron incontables y el júbilo de los catalanes quedaba para el recuerdo.

¡Qué grande fue!

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Y con qué señorío.

Va de anécdota.

Vinaroz y Granada testimoniaron la grandeza de Arruza como torero y al saber Carlos que la siguiente corrida sería en Valencia, hizo un aparte con don Andrés Gago y le dijo que el dinero por esa corrida le fuera entregado en su totalidad a la madre de Manolo Cortés.

–¿Y eso?, quiso saber el apoderado.

Y, más o menos, Carlos le comentó que en Barcelona, estando de espectador, había visto a un novillero que estaba llamado a ser un grande los ruedos y que tuvo la gentileza de brindarle uno de sus astados, así que fue a saludarlo para darle las gracias y se encontró con un muchacho todo educación, respeto, buenas maneras y formalidad.

Carlos le tomó un gran afecto y mucho le dolió saber que había muerto a consecuencia de una gravísima cornada y, sabiendo que era oriundo de Valencia, deseaba que ese dinero fuera para la madre del malogrado Manolo Cortés.

De alguna manera los valencianos se enteraron de aquel gesto de gran señor y acudieron a la plaza en tropel en ánimo de reconocimiento, lo que obviamente conmovió a nuestro biografiado, aunque él deseaba ser juzgado como torero y no por otras razones.

Bien, apenas terminado el paseo, con trepidantes ovaciones recibieron los valencianos a Carlos y a sus alternantes quienes, enterados del gesto de Carlos, se sumaron a lo que había dispuesto y al escribir estas líneas, nos recordamos, una vez más, del desideratum.

Y lo que siguió.

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¿Muerte al tirano?

Ganas no faltan.

(AAB)