Opinión
Ver día anteriorDomingo 13 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Niños y mujeres primero
E

l barco se hunde. ¡Sálvese quien pueda! Hay que abandonar el país. Centroamérica hace agua por todos lados. Y un grito desesperado llega a las puertas de Estados Unidos: ¡aquí estamos, abandonados a nuestra suerte! Después de pasar por guerras, terremotos, huracanes y ahora una violencia extrema y despiadada, no queda otra alternativa que huir.

La peor de la violencias es la que se ensaña con el vecino, con el pobre, con el que tiene algo, con el que pudo montar un pequeño negocio, con la señora que recibe remesas, con el que tiene la gracia de practicar un oficio digno, de tener un taller, un coche, un camión.

Algo de eso vivimos en Michoacán y otros estados, donde el derecho de piso, la extorsión y el secuestro acabaron con lo poco que había de comercio, negocios y empresas generadoras de empleo. El derecho de piso y la extorsión es un misil en la línea de flotación, en la estructura de sobrevivencia de una sociedad.

La situación en Centroamérica es insostenible, como se comprueba en el diario de campo de Heriberto Vega Villaseñor, quien ha entrevistado a migrantes en tránsito en la casa de migrantes de Saltillo: La mujer estaba con su hijo, de 16 años, que tuvo cuando ella tenía también 16. Vivía con su pareja en Honduras pero tuvieron que salir de urgencia por el crimen organizado. Su hijo fue de alguna manera asediado por los maleantes y un día llegaron por él unos encapuchados, golpearon la puerta buscando al muchacho y ella le dijo a su pareja que se escondiera pues a él no lo conocían. Cuando salió, la insultaron y le dijeron que iban a volver por el muchacho. Entonces ella, en lo que ellos se fueron, corrió hacia donde estaba su hijo, le pidió que saliera (estaba en un cibercafé) y se escondieron y ya prácticamente no regresaron a su casa, se fueron con una tía y ya de ahí se vinieron poco a poco hacia México, con la intención de ir a Estados Unidos.

A la pregunta de si piensan volver a su tierra dicen: “que ya no hay manera de regresar, que ya ellos salieron y no pueden regresar porque el problema es la extorsión que hacen las maras, no por tener un negocio, sino sólo por el hecho de vivir en un lugar, lo justifican como el impuesto de guerra y les cobran unas 600 lempiras a la semana, y con los salarios que se tienen, pues no alcanza”.

Alexis “trabaja en la construcción, donde ganaba entre 350 y 400 lempiras diarias y también en un mototaxi, del que obtenía 500 lempiras diarias (cuando trabajaba), pero tenía que pagar una tarifa de 400 lempiras semanales a las maras. Está casado y tiene dos hijos, sólo terminó la primaria. Señala que la situación como está no da para el sustento; por eso, afirma, ‘voy a buscar un futuro’”.

La extorsión del pobre es algo que sucede también en México. En otra entrevista una migrante embarazada narra el suceso que le causó mayor indignación: fueron asaltados en Saltillo por un policía federal que les quitó los últimos 200 pesos que traían, dice que él vio que estaba embarazada y, sin embargo, no se inmutó. Otro hondureño de 37 años dice que los problemas que ha tenido fueron con la policía en Matías Romero y en el DF, dice que se disfrazan de taxistas y luego dicen que son judiciales y les cobran 500 pesos.

Un joven nicaragüense narra que “le tocó ver el asesinato artero de tres guatemaltecos en el tren, por parte de jóvenes maras y mexicanos, que forman parte del crimen organizado. Éstos para amedrentar a los demás les dispararon enfrente de ellos a dos en la cabeza y a otro en el corazón, que fueron cayendo poco a poco del tren, pues iban en una góndola vacía, y se fueron resbalando los cuerpos; ya con eso, todos sacaron el dinero que traían y lo entregaron”.

En este contexto llegar a la frontera es un alivio, no sólo por haber podido huir con vida de su país, sino por haber sobrevivido al paso por México. Ahora le toca resolver a Estados Unidos lo que no quiso resolver en su patio trasero. Las guerras en Centroamérica fueron el último coletazo de la guerra fría y el resultado directo de una defensa a ultranza de dictadores y juntas militares.

Y en este escenario geopolítico global Honduras fue el aliado y protegido de Estados Unidos. Fue la punta de lanza para organizar la Contra, desestabilizar al gobierno sandinista y perpetuar la guerra civil.

Después de las guerras vienen los procesos de reconstrucción, así pasó en Europa, Japón, Corea. En Centroamérica, una vez terminadas las guerra civiles en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, el principal interesado en el conflicto se lavó las manos y abandonó la región a su suerte y a su destino. Estas son las consecuencias.

Paradójicamente el país fallido de este escenario centroamericano es Honduras. Se puede entender que Estados Unidos no haya apoyado a la Nicaragua de los sandinistas, pero Honduras podría haber sido, con apoyo externo, un modelo de las supuestas ventajas del sistema capitalista en la región.

No obstante, la realidad es otra. Honduras no ha enfrentado ningún proceso de transformación, ni reforma o modernización, sigue todavía en los tiempos de las repúblicas bananeras, con unas cuantas familias terratenientes que controlan todo y se reparten los puestos del gobierno. El tímido intento reformista del presidente Manuel Zelaya (2006-2009) terminó en golpe de Estado.

El problema de Honduras no es sólo pobreza y marginación, que no necesariamente generan migración. Hay miles de millones de pobres en el mundo que no migran, que no pueden, ni quieren emigrar. En Honduras se añaden problemas muy serios de corrupción, violencia, impunidad, desigualdad y carencia de instituciones sólidas con personal calificado.

El flujo migratorio de Honduras no se va a detener. Incluso con un plan de desarrollo exitoso, el flujo se incrementaría, como ha sido demostrado en muchos otros casos. Hay que buscar soluciones integrales a largo y mediano plazo, no sólo económicas.