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El desempleo me causó depresión severa; hoy lucho contra el cáncer, dice uno de los afectados

Enfermedad, hambre y muerte, consecuencias de la quiebra de Mexicana de Aviación

La compañía cumpliría mañana 93 años de creada

Nadie piensa que de un momento a otro van a dejar de pagar la pensión, se queja un jubilado

Unos llevan un año de plantón en el AICM

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Cecilia Bertrand de la Torre y Rogelio Martínez, quienes llevan un año de lucha permanente frente a los mostradores de aerolínea en la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la ciudad de México. A la derecha, Eduardo Herrera, sometido a quimioterapiaFoto José Carlo González
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Rogelio Martínez durante una de las acciones en defensa de sus derecho sFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Viernes 11 de julio de 2014, p. 19

Mexicana de Aviación cumpliría mañana 93 años de creada y casi cuatro de que el Nuevo Grupo Aeronáutico, encabezado por Gastón Azcárraga, la situó en la quiebra, declarada en abril pasado.

Entre los afectados están los trabajadores y jubilados, que ante la falta del pago de pensiones han tenido que vender sus pertenencias: vehículos, muebles, casas, departamentos, terrenos y hasta electrodomésticos. Algunos se divorciaron, truncaron la carrera de sus hijos, ya que no pudieron pagar colegiaturas, y otros con quebrantos de salud o murieron por depresión, cáncer e infarto.

Eduardo Herrera, de 57 años, desde 2012 enfrenta una batalla contra el cáncer de pulmón. Sin embargo, comenta que su situación económica es crítica para tratar la enfermedad: se quedó sin trabajo desde agosto de 2010 cuando la aerolínea dejó de volar.

El desempleo me ocasionó depresión severa, estrés, agotamiento, sufrimiento, cansancio, fatiga mental, insomnio, migraña, gastritis e hipertensión. Fue tan grande el impacto emocional ocasionado por la pérdida de casi 30 años de trabajo que me afectó el riñón derecho, que me extirparon el 11 de mayo de hace dos años.

La operación, comenta, derivó en mestástasis mediastinal y pulmonar afectándole ambos pulmones: actualmente recibe quimioterapia, estoy en el ciclo 11 de dicho tratamiento.

Para solventar costo de consultas, estudios clínicos y medicamentos, ha vendido pertenencias y recurrido a préstamos familiares, señala.

La alta toxicidad de la quimioterapia me provoca cansancio, fatiga extrema, náuseas, vómito, diarreas; he perdido el sabor de los alimentos, sufro de úlceras en la boca y resequedad. Mi piel ya es amarillenta.

Demanda pago de pensiones

Por otro lado, Cecilia Bertrand de la Torre y Rogelio Martínez cumplieron este mes un año de plantón permanente frente a los mostradores de la aerolínea, en la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), en demanda del pago de pensiones.

Bertrand de la Torre es sobrecargo jubilada con más de 23 años de servicio. Hace dos se trasladó de Veracruz a la ciudad de México.

Agobiada y con su salud deteriorada, ya que también la operaron del riñón, señala que dejó todo para venir a la capital a defender lo que le pertenece, luego de trabajar más de dos décadas: “Una pensión digna que no nos pagan desde el coma inducido a Mexicana”.

Con un nudo en la garganta, manifiesta que está a punto de perder su casa por falta de pago. Vive en el campamento y con amigos que le dan alojamiento, ya que no tiene con qué para pagar una renta.

Para subsistir ha vendido artesanías en el Metro, a pesar de que policías y ambulantes se lo han tratado de impedir. Algunas veces, asegura, compañeros la apoyan con víveres y en otros momentos no tiene para comer.

Lamenta que algunos de sus compañeros hayan muerto por enfermedades como cáncer, durante partos e infartos. “Otros hemos empeorado de salud. Ya no tenemos para comprar medicamentos. Hay varios con depresión profunda. Tres se suicidaron, otro perdió la vida por un infarto a raíz de las presiones económicas.

Un campamento es mi nuevo hogar

“De llevar una vida tranquila en el puerto de Veracruz con toda mi familia haciendo labor social, con una vida sana, feliz, rodeada de la gente que me quiere, tuve que dejarlo para venir al Distrito Federal.

“También estoy viviendo en el aeropuerto, en una pequeña casa de campamento instalada en el plantón. Este es ‘mi hogar’. No es posible que nadie, ni la autoridad, nos vean ni escuchen”.

Rogelio Martínez López también es sobrecargo jubilado. Trabajó en la empresa 28 años. La falta de recursos le costó el divorcio y su departamento.

“Nadie piensa que de la noche a la mañana le van a dejar de pagar la pensión, que por derecho le pertenece. En mi caso, era el único ingreso con el que sostenía a mi esposa e hijo.

Muchas familias quedaron en la calle, algunos compañeros lo perdieron todo. En el caso de los jubilados, por nuestra edad y especialidad, nadie nos da trabajo, pese a la experiencia y capacidad.

Agrega que debido a las deudas ya no pudo pagar tarjetas de crédito, perdió autos y su familia se alejó. “Lo económico no es lo máximo, sino la salud. Trabajamos, para tener un bienestar  monetario y emocional.

Es deprimente no poder pagar la colegiatura de mi hijo, ni darle dinero para gastar. Cuando se llega a enfermar no tengo  para comprar el medicamento. Es más, me he quedado hasta sin comer.

Ambos jubilados coincidieron en que a las autoridades no les importa lo que padecemos, no ven al ser humano que hay detrás, que hay familias con hijos, nietos, gente que de verdad ha dado su vida y que no es justo que nos dejen en el limbo y se nos pague de esa manera.