Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 22 de junio de 2014 Num: 1007

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La narrativa íntima
de Aline Pettersson

Nadia Contreras

Cinco poetas
novísimos de Morelos

El cáliz como redención
Ricardo Venegas entrevista
con Ricardo Garibay

Roberto Saviano:
el triple cero del
narco neoliberal

Fabrizio Lorusso

Una memoria prodigiosa
Fabio Jurado Valencia

El muerto
Manolis Anagnostakis

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De paso
Mario Fuentes
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Jair Cortés
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Eduardo Lizalde: el tigre en nuestra lengua

Pocos poetas contemporáneos hispanoamericanos han alcanzado la madurez, la fuerza emotiva y la plenitud retórica como Eduardo Lizalde (nacido en Ciudad de México en 1929 y distinguido este año con el Premio Federico García Lorca en España). Todo su trabajo poético, erigido en solitario, es un modelo de la aguda sensibilidad del poeta que indaga en la profundidad, oscura y tenebrosa, del espíritu humano, y alcanza la altura de la claridad verbal que conmueve y hace vibrar a cualquier lector. Recientemente se ha reeditado uno de los mejores libros de poesía que ha visto nacer nuestra lengua: El tigre en la casa (Círculo de Poesía y Valparaíso Ediciones, 2014). Marco Antonio Campos, a propósito de este libro, traza el árbol genealógico de su autor: “Eduardo Lizalde […], por la vertiente primordial de su país, ha sido y es el más brillante, por no decir el real y único, heredero de la poesía maldita, sobre todo del linaje francés: de Rutebeuf y Villon, de Baudelaire y Rimbaud, de Lautréamont y Artaud. De todos, sin duda, su influencia múltiple, su verdadero dios, ha sido, como lo fue para Arthur Rimbaud o para Émile Nelligan, Charles Baudelaire”.

La poesía de Lizalde expone y examina los sentimientos del hombre y los resignifica, como en una fábula moderna, en el gran zoológico de la sociedad en el que cohabitan tigres, puercos, castores, perras, ranas y leones: “La perra más inmunda/ es noble lirio junto a ella./ Se vendería por cinco tlacos/ a un caimán./ Es prostituta vil,/ artera zorra,/ y ya tenía podrida el alma/ a los cuatro años.” El tigre en la casa es el territorio donde se consuma la cacería entre lo físico y lo divino, cuyas armas son la rabia y la inteligencia en busca de sentido: “Grande y dorado,/ amigos, es el odio./ Todo lo grande y lo dorado/ viene del odio./ El tiempo es odio./ Dicen que Dios se odiaba en acto,/ que se odiaba con la fuerza/ de los infinitos leones azules/ del cosmos;/ que se odiaba/ para existir.”

En “La poesía del resentimiento”, luminoso prólogo de Mario Bojórquez que revela las vetas de la gran tradición literaria (Blake, Velarde, Borges, Darío, entre otros) de las que se alimenta El tigre en la casa, leemos que: “Eduardo Lizalde ha renovado el discurso amoroso en la poesía española con-temporánea […]. Desesperado, furioso, colérico, conocedor de la potencia que la naturaleza ha dispuesto en su semilla pero al mismo tiempo excedido por no lograr la perfección, la indigencia espiritual que en racimos de ira, de odio en peso, en vilo, lacera las paredes del alma, injerta garras de amargo y dorado odio.”

El tigre en la casa de Eduardo Lizalde es un libro que nos ayuda a comprender la oscura sustancia que mueve al ser humano; aquí está la voz de un poeta mayor que ha logrado que el abismo brille en la mirada de quien se acerca a su poderosa poesía.