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La OCDE, reprobada en educación
L

os perjuicios de la prueba PISA –aplicada e interpretada por la OCDE– han sido señalados por una centena de distinguidos académicos de 10 países desarrollados, todos ellos reconocidos especialistas en educación, en una carta publicada el pasado 6 de mayo en el diario británico The Guardian. Esta prueba PISA, desacertada iniciativa del club de países ricos, se suma a otros traspiés que en materia educativa ha cometido ese organismo a lo largo de su historia.

Empecemos por el Proyecto Regional Mediterráneo (PRM), al que me referí ya hace unos meses en este espacio. Ese proyecto de costos millonarios, desarrollado por la OCDE en 1962, fue un fracaso reconocido por sus propios directivos. Sirvió, cuando mucho, para afinar técnicas de análisis estadístico, se dijo en un informe. No obstante su fracaso en los países del Mediterráneo (España, Portugal, Italia, Grecia y Turquía), la propia OCDE promovió su réplica en otras regiones, entre ellas América Latina. En nuestro país la SEP lo aplicó, con el apoyo de la propia OCDE y el Banco de México, para elaborar durante el gobierno de Díaz Ordaz un Plan Integral de Desarrollo de la Educación, que resultó un inútil absurdo.

Con el PRM se pretendió hacer previsiones precisas de futuras necesidades de mano de obra del aparato productivo (por países, sectores, ramas y especialidades), para ajustar a estas necesidades la expansión del sistema educativo respectivo; meta propuesta aun hoy en día por algunos despistados funcionarios de la SEP, algunos opinadores y directivos del sector privado. En nuestros días esta meta es inaceptable, implicaría una seria contracción de los sistemas educativos pues la demanda de personas educadas es mucho menor que la oferta generada por las instituciones escolares.

La primera crítica al Proyecto Regional Medi­terráneo de la OCDE era, por supuesto, su visión economicista de la educación, la reducción de la educación a la categoría de insumo de la economía (esto es, los negocios) y la reducción de los hombres y mujeres a la categoría de meros recursos humanos de las empresas. El fracaso del PRM obedeció a diversas causas, entre ellas: a) la pretensión de planificar un insumo (los trabajadores) que es parte de un sistema (producción capitalista) regido por los intereses de las unidades individuales (las empresas); b) la imposibilidad de prever los efectos que el cambio tecnológico genera en las cualidades y cantidad de la mano de obra requerida, y c) la imprevisibilidad para plazos medios y largos de variables económicas incluidas en su modelo matemático, entre ellas el mismo PIB (como se está viendo hoy).

Pronto abandonó la OCDE este inútil intento de planificación educativa y se embarcó en una nueva aventura fallida: la aplicación de la teoría del capital humano, desarrollada en los años 70 del siglo pasado por Teodoro Schultz, Milton Friedman, Gary Becker y otros economistas de la Universidad de Chicago. Igual que la planificación de recursos humanos, esta nueva teoría inscrita en el economicismo educativo es inaceptable pues reduce a las personas a su función de factor de producción. Pero además, se sustenta en una ciencia falaz y de consecuencias siniestras, por ejemplo en sus aplicaciones a la educación y la salud: de acuerdo con esa teoría, el valor de las inversiones en estos campos lo define la tasa de retorno, cuando ésta es insatisfactoria la inversión se considera indeseable, aun si implica el desahucio de los débiles.

La OCDE promovió con empeño la aplicación de esas teorías y enfoques para orientar políticas educativas. En concreto, influyó para que en muchos países se impusiera una de sus aplicaciones: el crédito educativo. En México, en la administración de Echeverría se generó un fuerte impulso a estas políticas de financiamiento de la educación. El que tenga dinero que pague su educación, al que no tenga le prestaremos dinero que pagará con intereses cuando se incorpore a un empleo, declaró el señor Prudencio López, alto dirigente de la cúpula empresarial mexicana y primer director del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), organismo creado, entre otros, para ese propósito. Este señor también fue el primer presidente del Consejo Coordinador Empresarial, conciliábulo de la oligarquía mexicana constituido para enfrentar el izquierdismo echeverrista y que ahora, 40 años después, se ha sumado a la campaña de linchamiento del magisterio mexicano impulsada también por la OCDE. Ya señalé hace dos semanas, en este espacio, que la aplicación de esas teorías ha sido la causa, por ejemplo, de las crisis del sistema educativo chileno y del sistema de pagos de los estudiantes universitarios estadunidenses. Asimismo, inspiró el llamado programa de financiamiento de la educación superior de Felipe Calderón.

Ignorando que históricamente la intervención de la OCDE en el ámbito educativo se caracteriza por fracasos de graves resultados, el gobierno federal (desde Salinas) ha impuesto la imagen de ese organismo como autoridad mundial en materia educativa; los resultados de la prueba PISA han sido utilizados como arma central para la denostación y linchamiento de los maestros mexicanos, y pretexto para imponerles un régimen laboral de excepción violatorio de sus derechos. Específicamente, la OCDE presionó al gobierno mexicano para que sean despedidos los maestros que no aprueben las evaluaciones propuestas por ese mismo organismo, entre ellas la fenecida prueba Enlace.

Desde el inicio de la aplicación de la prueba PISA, muchos especialistas señalaron sus deficiencias y los efectos perniciosos de su aplicación en nuestro país. Tanto los gobiernos panistas como el de Peña Nieto han ignorado esos señalamientos y la SEP continúa usando los resultados de esa prueba como un diagnóstico orientador de la política educativa. La carta de un grupo de más de 100 académicos, autoridades en materia educativa, dirigida al funcionario de la OCDE responsable de PISA, señala los graves defectos de esa prueba y cuestiona la autoridad de la OCDE en esa materia.

Uno de los propósitos de la prueba PISA es examinar la capacidad de los estudiantes para aplicar los conocimientos en la solución de problemas. Es claro que de aplicar esta prueba a la propia OCDE, quedaría reprobada.