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Mercado eléctrico en México: la segunda
I

niciemos esta nota con un comentario reciente de Perogrullo: no es de fácil lectura el proyecto de Ley de la Industria Eléctrica enviado al Congreso por el Ejecutivo federal. Para nada. Y sin embargo, es urgente entenderlo bien. Todavía más cuando –como es mi caso– no se está de acuerdo con el marco en que se sustenta. Orientar toda la organización de la economía a lograr que coincida la plena satisfacción de los consumidores y de los productores no es sino una desiderata que nunca se ha podido demostrar. La famosa teoría del equilibrio general no ha logrado autojustificarse. El mercado y la competencia perfecta siguen siendo míticos. Y hay enormes dificultades para explicar en esa perspectiva, no sólo los sesgos especulativos crónicos y permanentes de la economía actual, sino, incluso, su orientación hacia lo que muchos teóricos llaman financiarización.

Por eso debemos estar atentos para advertir los efectos que pudiera tener –en lo que es y será siempre– el derecho a un suministro eléctrico seguro, confiable, de calidad, limpio y al menor costo posible. Servicio Público es la síntesis. Hoy lo des-dibujan con eso del acceso universal. Y, vaya novedad, con eso de un fondo para llevar a zonas rurales y urbanas marginadas el fluido eléctrico. Así, el nuevo modelo gubernamental de la industria eléctrica preparado por los asesores del gobierno se presenta en seis grandes apartados legales, con 151 artículos básicos y 20 transitorios: 1. Disposiciones generales, que en 12 artículos exponen objeto y finalidad de la ley en la materia y señalan autoridades y funciones; 2. De la industria eléctrica, cuatro capítulos y 46 artículos con las características de la nueva industria mexicana, en sus seis fases fundamentales (planeación y control, generación, transmisión, distribución y comercialización), y otros cuatro capítulos con 23 artículos con los elementos complementarios: usuarios calificados, pequeños sistemas, condiciones para usar y ocupar superficies para la industria y para fomentar la industria nacional; 3. Del mercado eléctrico mayorista, dos capítulos y 19 artículos con la joya de la corona, es decir, el funcionamiento básico del Mercado Eléctrico Mayorista y su coordinación con el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), organismo que se desprenderá de la Comisión Federal de Electricidad a más tardar nueve meses después de aprobadas las leyes; 4. Disposiciones aplicables a los integrantes de la industria eléctrica, 10 capítulos y 43 artículos con lo que, pudiéramos decir, son las reglas de comportamiento de los integrantes de la nueva industria y algunos de los elementos claves en su funcionamiento, como el del llamado servicio universal, el de las obligaciones sociales y ambientales de la nueva industria, incluido el delicadísimo asunto de las tarifas; 5. De las infracciones, con dos capítulos y apenas ocho artículos con esbozo inicial de infracciones posibles de los participantes de la nueva industria eléctrica sometida a leyes del mercado, sin incluir todas aquellas contra la competitividad económica que ya –y de suyo– debe regular la famosa Comisión Federal de Competencia.

Finalmente, una veintena de transitorios con algunos aspectos a considerar en un proceso de transición hacia este nuevo modelo que, en principio –pero sólo en principio–, no debiera tomar más de dos años para adquirir ese perfil inicial. Así, en 171 artículos está la visión oficialista sobre cómo debe funcionar esta industria tradicional y que, en principio, considera que la competencia debe ser un elemento fundamental en donde sea posible, a saber, en la generación y en la comercialización del fluido eléctrico. En los modelos extranjeros esta idea se plasma en dos conceptos clave formulados en inglés: Wholesale Power Market and Retail Choice, Competencia en generación y competencia en comercialización. No todos los que han asumido el modelo de mercado han asumido estos dos ámbitos. Basta analizar el mapa estadunidense para ver cómo nuestros vecinos han buscado opciones que van desde el rechazo al mercado y la continuación de un entorno con empresas y tasas de reguladas, hasta la cuidadosa complejidad de un sistema como el famoso PJM (Pennsylvania, New Jersey, Maryland, Michigan y 10 estados de la Unión más) o el continuamente experimental ERCOT en Texas, hoy con una aguda discusión sobre los mecanismos que garanticen capacidad suficiente para atender nivel, servicios conexos y respaldo de una demanda volátil, con una oferta importante de renovables intermitentes.

Si se desea ver al Sur, urge analizar Uruguay y Chile, al menos. Pasan por interesantes y autocríticas revisiones. El diseño mexicano no tuvo el cuidado de analizar los elementos críticos de estas y otras evaluaciones. Ya lo veremos. Hoy sólo empecemos a ver algunos de sus elementos centrales. La clave –borrador dixit– es el funcionamiento de la competencia en generación y comercialización de electricidad. Por eso en dos o tres años de compleja y difícil transición, tendremos un Mercado Eléctrico Mayorista. Podrán concurrir todos los generadores, aunque –se cree– sólo se negocie un mínimo del fluido eléctrico, el remanente entre toda la producción y la parte destinada a usuarios calificados. Sí. Aquellos que concurren al Mercado Mayorista a comprar directamente, muy probablemente con contratos de cobertura. Pero a diferencia de los comercializadores, para su consumo, y no para su venta a usuarios finales (cuando sean suministradores) o, incluso, a otros comercializadores. Este mercado será un elemento clave. Si consideramos –como resulta ser– que el proceso de generación determina el componente principal del precio final y que los demás componentes del costo permanecieran fijos, es claro que si el costo de generación baja, el precio baja. Dependerá de la capacidad instalada y del combustible que proporcione el famoso marginal. En cada nodo del sistema. Este es uno de los principios que guía la reforma actual. Otro que con el esquema de la empresa estatal integrada ese costo no puede bajar. Simplistamente, como de hecho se plantean las cosas en la publicidad, ambos principios resultan ser cuestionables. Incluso falsos. En las empresas estatales hay manejo político. En los mercados especulación, acuerdos de dominantes, control oligopólico. De veras.

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