Opinión
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Travesía trágica
C

asi un año después de su estreno en el 66 festival de Cannes, finalmente se exhibe en nuestras pantallas La jaula de oro, coproducción hispano-mexicana, precedida por múltiples premios y elogios de la crítica. Dirigida por Diego Quemada-Diez, un español que lleva algunos años viviendo en México, esta opera prima narra la odisea emprendida desde Guatemala por unos adolescentes que, a bordo del tren conocido como La Bestia, tratarán de llegar a los Estados Unidos.

El primer personaje en ser presentado es Juan (Brandon López), quien, según lo demuestra en su barrio, parece tener la agresividad necesaria para sobrevivir el viaje. Él se junta con Sara (Karen Martínez), quien se disfraza de muchacho, adoptando el nombre de Oswaldo, previendo que una chica resulta mucho más vulnerable en esas circunstancias. A ellos se une Samuel (Carlos Chajón), quien no parece tener la madera necesaria para aguantar el viaje. Ya habiendo cruzado la frontera con Chiapas, al grupo se une Chauk (Rodolfo Domínguez), indígena tzotzil que no habla español.

Con diálogos funcionales y buena dirección de los jóvenes actores –todos, salvo Martínez, sin experiencia previa– los personajes van creando entre ellos una relación de interdependencia y amistad que los hará reaccionar de manera colectiva a los diferentes peligros del camino. Incluso hay una especie de nexo que no se atreve a ser romántico en el triángulo formado por Juan, Sara y Chauk.

El tema no es nuevo y en años recientes películas como la inferior Sin nombre (2009), del estadunidense Cary Jojo Fukunaga pero, sobre todo, el cine documental, han enfocado cada paso de ese via crucis: los peligros de abordar el tren, los abusos de las autoridades mexicanas, el paso por los albergues, la amenaza de los grupos delincuentes y, finalmente, el trato con los coyotes y la persecución de la migra. La jaula de oro transita por ese mismo camino pero lo hace con honestidad, sin concesiones melodramáticas.

Desde luego, no todos llegarán a la tierra prometida. Sin revelar incidencias de la trama, resulta sorprendente cómo Quemada-Diez no se detiene en el miramiento sentimental. Ningún personaje tiene garantizada su supervivencia. Y aún cuando se arriba al destino, el paraíso no resulta ser lo que prometía.

De previo desempeño como operador de cámara, Quemada-Diez colaboró en el inicio de su carrera con el realizador británico Ken Loach. Quizá de esa experiencia, el director debutante derivó su interés por hacer un cine realista, de marcado carácter humanista, cuyo dramatismo está resuelto con un máximo de rigor que no permite la trampa. Una escena, en particular, hacia el final de la película resume bien la estrategia del cineasta. Algo terrible ocurre sin ningún tipo de aviso o construcción convencional del suspenso. Así, su impacto es imposible de olvidar.

La búsqueda del realismo no está peleada con la solvencia formal. Quemada-Diez monta al espectador en La Bestia y lo hace partícipe de los avatares de sus personajes, gracias a una habilidad apoyada en la notable fotografía de María Secco, una de las cinefotógrafas sobresalientes de los últimos años.

Esperemos que el público no se intimide ante otra película sobre indocumentados. La jaula de oro es un estreno sobresaliente que merece ser visto.

La jaula de oro

D: Diego Quemada-Diez/ G: Diego Quemada-Diez, Lucía Carreras, Gibrán Portela, basado en un argumento de Quemada-Diez/ F. en C: María Secco/ M: Leonardo Heiblum, Jacobo Lieberman/ Ed: Paloma López/ Con: Brandon López, Rodolfo Domínguez, Karen Martínez, Carlos Chajón, Héctor Tahuite/ P: Animal de Luz Films, Kinemascope Films, Machete Producciones. México-España, 2013.

Twitter: @walyder