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El pintor inauguró una exposición con 19 cuadros en la Galería Hilario Galguera

Daniel Lezama quita la paja en sus óleos, mente y corazón

El quehacer artístico requiere encontrar lo esencial, indica

La muestra Tamoanchan se inspira en un libro maravilloso del historiador Alfredo López Austin, dice a La Jornada

El hecho de que las cosas no existan, no implica que no sean sujetas a un rigor creativo de significación, explica

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Decido ser pintor, pero no decido qué pintar, expresa Daniel Lezama a La Jornada. En la imagen, el artista junto a una de sus creaciones, incluida en la muestra que se abrió antenoche en el espacio cultural de la calle Francisco Pimentel 3, colonia San RafaelFoto María Luisa Severiano
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Mi pelea siempre ha sido, vean lo que hago con el corazón y los ojos abiertos, no con ideas preconcebidas, señala el pintor Daniel Lezama en entrevista con La Jornada, en la Galería Hilario GalgueraFoto María Luisa Severiano
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Daniel LezamaFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de mayo de 2014, p. 2

Aproximarse a lo básico, lo primigenio, es la meta invariable del trabajo del pintor Daniel Lezama (DF, 1968).

Es una búsqueda de quitar paja, cosas innecesarias, no nada más en mis cuadros, sino también en mi mente y mi corazón, expresa.

Para este creador de alegorías fantásticas, el proceso de ser artista consiste en encontrar lo esencial y dejar de lado todo lo que no lo es.

Este hurgar en prioridades más hondas se observa en los 19 cuadros al óleo incluidos en Tamoanchan, exposición inaugurada el pasado jueves en la Galería Hilario Galguera.

“El historiador Alfredo López Austin tiene un libro maravilloso, Tamoanchan y Tlalocan (1994), que desconocía hasta que me lo dijeron. Casualmente en ese volumen de mitología mexica vi el chichicuahuco, árbol nodriza con pechos que da de comer a los niños que no nacieron, que se quedaron en el limbo”, explica a La Jornada.

Lezama también había hecho un árbol nodriza, pero trenzado. No sabía de Tamoanchan hasta que (el crítico de arte) Erik Castillo me dijo que ese era el tema. Es el lugar de la niebla, del pa-raíso, donde hay un árbol. Aquí el Tamoanchan es un árbol que sostiene al cielo, que es una anomalía en lo mitológico porque mezcla las energías del cielo y la tierra. Ese árbol genera el pecado y genera al hombre porque sirve de metáfora de una humanidad que nace del cruce de fuerzas que no debían cruzarse.

Interés por la fantasía visual

Daniel Lezama se interesa por el tema de la fantasía visual porque “tiene que ser creíble a pesar de ser misteriosa. Tiene que estar sujeta a tu discurso alegórico, mitológico, simbólico; entonces es muy complejo y difícil para mí hacerlo con precisión. No es precisamente un cheque en blanco para hacer cualquier cosa.

Es más difícil contar cosas fantásticas, ceñirlas a un discurso visual, que nada más dejar correr una tontería. Es decir, el hecho de que las cosas no existan en la realidad no significa que no sean sujetas a un rigor creativo de significación.

–¿Su pintura es política?

–No, la mitología y el símbolo son de alguna forma lo contrario de la política que sería la incidencia de tus actos en los otros. Aquí es cómo inciden los actos de los demás en mí, es una especie de interspección en lugar de extraspección. Es pintura hecha por mí, para mí, en un proceso de hallazgo de la conciliación.

Cuando Daniel Lezama se dio a conocer en los años 90 del siglo pasado, de alguna manera su pintura tipo académico iba a contracorriente. Respecto de lo que le criticaban, y aún lo critican, este artista cuya obra es coleccionada por Damien Hirst, explica: “Lo que pasa es que al principio de mi carrera mi trabajo tocó temas que eran de interés público abierto, como el de la identidad que no había sido tocado por la pintura ni el arte contemporáneos, donde había una negación de lo mexicano. Sólo trabajaba con el material que me rodeaba.

“Me parecía que muchas personas no tenían los tamaños, las ganas, el interés o la preocupación de hablar de lo que les rodeaba y eso me parecía muy mal. Dije, hay un mundo entero de temas y reflexiones fascinantes y apasionantes que han sido sistemáticamente reprimidas por el establishment del arte contemporáneo. Todo lo que he hecho ha sido porque no me queda de otra, no es lo que decido hacer. Decido ser pintor, pero no decido qué pintar.”

Temas crudos y directos

Daniel Lezama asegura que sus temas, que resultan demasiado crudos y directos para algunos, le vienen desde dentro: Salen de quién sabe donde. Siempre he dicho, no hago un arte programático que plantea una declaración sobre algo. No puedes decir que mi trabajo está ideologizado o dirigido a una agenda de este tipo ya sea en arte contemporáneo o en la sociedad.

Entonces, cuando me de-cían, pintas indígenas, ¿qué revindicas? No revindico, pinto indígenas. Pintas México, ¿revindicas México? No, pinto México porque estoy en México, porque es lo que permea todas mis fibras mentales y sentimentales. No lo hago para quedar bien o sacar a luz. No soy un decididor de posturas, ni en mi trabajo, ni en mi carrera.

Para el pintor resultó muy incómodo al principio de su carrera tocar ciertos temas, ámbitos sociales, personajes, relacionados con la sique o con el raciocinio social mexicano con temas políticos, sociales, históricos, entre otros, darles un giro y tratar de verlos de otra manera. Mi pelea siempre fue, vean lo que hago con el corazón y los ojos abiertos, no con ideas preconcebidas.

Por lo visible y lo sensorial

Si Lezama aborda temas como la madre de manera innovadora, no es porque me lo propusiera, sino porque son míos. Nunca me cargué de agenda, ni de planteamientos, ni de la necesidad de triunfar económicamente con mi trabajo y hacer obra vendible, sino el compromiso era con lo visible y lo sensorial. Claro, se me dijo que era sicodramático, que manipulaba mis personajes, que usaba temas fuertes para hacerme notar, críticas que se quedaron cortas ante mi manera amorosa y empática ante el modo en que lo hacía.

(La Galería Hilario Galguera se ubica en la Francisco Pimentel 3, colonia San Rafael, delegación Cuauhtémoc.)