Editorial
Ver día anteriorJueves 8 de mayo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ucrania: gesto de distensión
E

l presidente de Rusia, Vladimir Putin, respaldó ayer en forma insospechada las elecciones presidenciales previstas para el próximo 25 de mayo en Ucrania, a las que se refirió como un paso en la dirección correcta, y pidió a los federalistas y a los separatistas pro rusos de las regiones del este ucraniano, que actualmente mantienen enfrentamientos armados con las tropas de Kiev, que pospongan el referendo de autodeterminación previsto para el 11 de mayo, con el fin de que se creen las necesarias condiciones de diálogo.

Las declaraciones comentadas constituyen un viraje en la política del Kremlin en torno a Ucrania, que hasta ahora se había caracterizado por el respaldo cuando menos verbal a los grupos pro rusos radicales y moderados. Significativamente, unas horas antes del discurso del presidente ruso, el ministro de Relaciones Exteriores de Moscú, Serguei Lavrov, dijo que sería inusual que las autoridades interinas de Ucrania siguieran adelante con la celebración de las elecciones presidenciales, mientras el Ejército lleva a cabo una operación militar contra los grupos armados pro rusos en el este del país.

Guste o no al actual gobierno de Ucrania y a sus aliados en Washington y Bruselas, y con independencia de las intenciones reales del mandatario y del efecto que puedan tener sus palabras en los grupos sublevados en Ucrania, las declaraciones de Putin aportan un innegable factor de distensión en el conflicto que crece hora tras hora y se recrudece en explosividad y encono: en lo interior, el accionar de las milicias separatistas y la violenta respuesta de Kiev han colocado al país europeo al borde de una guerra civil; en lo exterior, las escaramuzas verbales y los despliegues militares tanto de Rusia como de Occidente en la región han configurado un escenario que remite inevitablemente a los tiempos de la guerra fría.

Con todo, el respaldo de Putin a las elecciones del 25 de mayo parece una apuesta muy frágil a la luz de la tensa situación que se vive en Ucrania: sean cuales fueren los cálculos de las actuales autoridades ucranianas, la celebración de comicios no garantiza por sí sola la estabilización del país, sobre todo porque esas mismas autoridades parecen más dispuestas al aplastamiento militar de sus detractores que a la búsqueda de una solución pacífica del conflicto.

Sin embargo, no puede descartarse la posibilidad de que unos comicios realizados en circunstancias confiables y transparentes contribuyan a encaminar la confrontación ucrania hacia un cauce institucional y civilizado: para ello es necesario poner en juego algo más que el recambio formal de poderes institucionales y discutir una reorganización política e institucional del país, necesaria incluso desde antes de las revueltas que llevaron al derrocamiento del ex presidente Víktor Yanukovich. Debe recordarse en efecto, que la crisis ucraniana no se inició con la anexión de Crimea a Rusia ni con las sublevaciones de las provincias sudorientales de ese país, y ni siquiera con el llamado Euromaidán. En las poco más de dos décadas transcurridas desde la disolución de la Unión Soviética, Ucrania ha pasado por diversos periodos de inestabilidad e ingobernabilidad. Asimismo, las tensiones entre los ucranios del este y del oeste han sido una realidad recurrente desde que el país dejó de ser una república soviética y se han caracterizado por las denuncias persistentes de atropellos a la lengua y otros derechos de las minorías nacionales por el gobierno de Kiev.

Por ahora, el viraje de Moscú constituye uno de los últimos factores de esperanza para evitar una oleada de violencia nacional y de tensión regional de consecuencias imprevisibles. Cabe esperar que dicho gesto sea correspondido por el régimen de Kiev y por sus defensores, especialmente Estados Unidos y la Unión Europea.