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De nuestras Jornadas

Niños pobres, negro destino

N

acer pobre en un país con poca movilidad social es el peor de los mundos para esos niños y una señal ominosa para su futuro. Ser niño pobre es una marca negra del destino en una nación con políticas sociales injustas, como México. Un niño de cuna menesterosa tendrá desventajas en la apropiación de conocimientos y saberes. Aun cuando se le apoye con educación gratuita y becas, las desventajas de provenir de un hogar en la miseria no se subsanan con eso; el capital cultural que absorbe un infante en el hogar será una carencia que no se remedia con el acceso a la educación formal.

Tenemos niños que entran a la escuela, pero ingresan a medias al conocimiento, lo cual genera brechas que reproducen las desventajas. También las oportunidades laborales tienen la marca del origen: los niños de cuna humilde llegan a tener los empleos menos formales y con los peores esquemas de protección social.

La pobreza también se distribuye en el espacio, genera la segregación residencial que separa a los grupos humanos y hay ocasiones que sus culturas no se tocan; por tanto, el tipo de contactos de esos chicos provoca que su capital social esté pulverizado.

La vulnerabilidad frente a la delincuencia de los niños de barrios y comunidades empobrecidas es altísima: 95 por ciento de los menores internados por delitos provienen de familias pobres. Niños sin aprendizaje, sin capital social, con expectativas de empleo precario, y vulnerables frente a la delincuencia, atrapados en la pobreza, presos en una condición de la que no son responsables y, sin embargo, la sufrirán cual destino fatal. En México, 54 por ciento de los niños están en la pobreza, expuestos a la transmisión intergeneracional de esta condición.

La forma de resolver esta situación es con políticas que impulsen la cohesión social, y el Estado mexicano promueve políticas que destruyen la cohesión social (como la flexibilidad laboral, que destruye la capacidad cohesiva del empleo), por tanto, no se ve que el destino de los niños que nacen en cuna precaria vaya a cambiar pronto.

Sin embargo, la esperanza está frente a nosotros. La decidida acción de los mexicanos tiene toda la posibilidad de ocurrir frente a este injusto destino para las nuevas generaciones. La esperanza es la condición de posibilidad de la rebeldía, y esta última se convierte a su vez, en esperanza de un mejor destino para nuestros niños.