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Premio Nacional de Derechos Humanos Sergio Méndez Arceo
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oy sábado 3 de mayo es un día de fiesta, pues se entrega en Cuernavaca el Premio Nacional de Derechos Humanos Sergio Méndez Arceo, en su versión número 22. Por ello se han dado cita allá académicos, intelectuales, organizaciones y defensores de derechos humanos, así como comunidades enteras, para en primer lugar celebrar la vida y dignidad de las personas y pueblos. Se reúnen también para compartir su esperanza, interrelacionar mejor sus acciones de defensa y confirmar su trabajo en favor de la transformación de esta realidad deshumanizante que nos circunda. Esta vez se reconoce y agradece en especial la lucha del pueblo de Cherán y la de la luchadora comunitaria Nestora Salgado.

Respecto del primero, hoy sabemos que es un referente en materia de defensa de los derechos de los pueblos y de las personas más desfavorecidas de México, y que es también un proyecto que apuesta por la construcción de un mundo más digno y más justo. Además, poco a poco ha consolidado redes solidarias encaminadas al fortalecimiento de la comunidad y de todos los pueblos originarios de México. Nestora, por su parte, se hace acreedora a este premio en virtud de su compromiso con las comunidades indígenas de Guerrero, pues, junto con la comunidad de Olinalá, emprendió en ese estado un proceso organizativo del que emergió una red solidaria que llegó hasta Estados Unidos. Con muchos esfuerzos, surgió igualmente allí, en enero de 2013, la Policía Comunitaria de esa región.

Las dos experiencias reconocidas este año, tanto en su categoría grupal, como organización, como en la categoría individual, nos revelan el rostro de un pueblo organizado que resiste a los embates del despojo y de las violaciones sistemáticas a sus derechos humanos. Éstas, y las otras 15 candidaturas notables que se presentaron este año al premio, son una muestra representativa del empuje que existe desde abajo para humanizar la humanidad.

El premio reconoce esas luchas. Las que se dan en lo cotidiano y en las cosas pequeñas, pero que encierran un profundo significado de cambio estructural. Toma su nombre del séptimo obispo de Cuernavaca, don Sergio Méndez Arceo, quien siempre se mostró cercano y empático con las causas de los pueblos, y por ello en muchas ocasiones tomó partido sin reparo por los más vilipendiados. Frecuentemente se le oía decir que no optar por la lucha de los oprimidos es colaborar con la violencia de los opresores. Mantuvo siempre una clara opción pastoral y política orientada a la emancipación de las personas y pueblos.

El Obispo Rojo, como algunas personas maliciosamente lo calificaron, no se limitó a la denuncia concreta de los poderes opresores, sino que anunciaba junto con el pueblo un modelo alternativo de sociedad, horizontal, solidaria e incluyente. Un modelo de vida en el que se unieran para construir otro mundo posible el amor, la justicia y la esperanza. La solidaridad liberadora fue la brújula de su vida, y por ello, siendo consecuentes, el premio que lleva su nombre se entregó por primera vez desde 1993 a don Samuel Ruiz García. Desde entonces se propuso reconocer con él, y sobre todo apoyar, a quienes defienden los derechos humanos, incluso con el riesgo de su libertad y de sus vidas.

Las organizaciones convocantes que año con año otorgan este reconocimiento, después de un minucioso proceso de deliberación, han compartido que la entrega en este 2014 se da en un contexto de crisis económica que afecta a quienes menos tienen y se agrava cada día más. Ven además con preocupación cómo el Estado en su conjunto impone una serie de reformas estructurales, a través de las cuales pretende legalizar y perpetuar el despojo al país. Las y los mexicanos vemos cómo se nos arrebatan nuestros bienes, y se nos niegan derechos básicos, como al trabajo digno, la salud, la alimentación, la educación, y en general el derecho a una vida digna, justa y en paz.

A los pueblos indígenas se les violentan cada vez más los derechos a sus territorios, a su autonomía y a su autodeterminación, y son objeto de constantes agresiones del mal gobierno, de las empresas trasnacionales y del crimen organizado. A esto se suma la inseguridad y la violencia que se pasean como un cáncer por todo el país, y deja ya secuelas en miles de familias y comunidades. Por si fuera poco, las organizaciones convocantes del premio han también reflexionado que este contexto va acompañado de la criminalización, como en el caso de Nestora, de la persecución, la desaparición de personas, y muchas veces del asesinato de defensoras y defensores de los derechos humanos, que impactan igualmente a periodistas, comunidades y pueblos enteros, como en el caso de Cherán.

La entrega efectuada este día se realiza en un foro abierto titulado Panorama de los derechos humanos en México: Tribunal Permanente de los Pueblos. Además de las experiencias premiadas este año, a él han sido convocados destacados luchadores sociales, como el obispo Raúl Vera, Javier Sicilia, Gloria Muñoz y Alberto Athié, entre otros. Cada año, y esperemos que por muchos más, el premio seguirá entregándose, tratando siempre de convocarlo en el espíritu de don Sergio Méndez Arceo, denunciando este sistema de explotación. Viene muy bien recordar ahora aquí aquellas palabras que don Sergio hizo suyas al finalizar en Chile aquel famoso y criticado Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo, al que asistió valientemente en abril de 1972, cuando dijo: Los que secularmente han explotado o quieren seguir explotando a los más débiles, ejercen de hecho una violencia contra éstos. Esta violencia se oculta muchas veces en un falso orden y en una falsa legalidad. Pero no por eso es menos violencia o injusticia. Esto no es humano y, por lo mismo, no es cristiano. Hoy más que nunca esto tiene plena vigencia, y al reunirnos para recordar a don Sergio Méndez Arceo y reconocer el trabajo colectivo de las personas y pueblos por sus derechos humanos, estamos convencidos de que vamos por el camino correcto de la liberación, la justicia y la paz.