Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 27 de abril de 2014 Num: 999

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Hasta siempre, Gabo
Mercedes López-Baralt

El coronel siempre
tendrá quien le escriba

Juan Manuel Roca

Tres huellas para volver
a García Márquez

Gustavo Ogarrio

Gabriel García Márquez:
la plenitud literaria

Xabier F. Coronado

La saga que
Latinoamérica
vivió para existir

Antonio Valle

García Márquez
y la sensualidad
de la lengua española

Antonio Rodríguez Jiménez

Situación de
estado de sitio

Yannis Dallas

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Felipe Garrido

Un inventor

Los golpes en las espinillas duelen –me dijo Juan, que andaba enyesado. La tibia no está protegida por ningún músculo. Pero esto, en 1874, cuando el futbol se jugaba de largo, fue resuelto por un jugador de veintitrés años del Nottingham Forest: Sam Weller Widdowson. Una mañana sus compañeros lo vieron llegar y se echaron a reír: se había puesto unas almohadillas de las que se usaban en el críquet para protegerse las espinillas. Poco le importó. Sam era rudo. Con las pantorrillas a salvo, se lanzó al juego sin cuidarse de las patadas. Seis años después, en 1880, alineó con la selección inglesa contra Escocia, que se impuso en casa cinco a cuatro. Quien ganó en verdad fue Sam: todos llevaban espinilleras –obligatorias desde 1990. Luego Sam se hizo árbitro. En 1891 pitó el primer juego en que las porterías tuvieron redes y según parece, fue el primero en usar silbato. En estos días –Juan nos mostró su boleto a Brasil– celebremos la memoria de Sam.