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¿Otro presidente del empleo?

Crece desocupación con EPN

México: la Santísima Trinidad

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Comercio ambulante sobre Eje Central Lázaro Cárdenas, en la ciudad de MéxicoFoto María Meléndrez Parada
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omo siempre, una de las más sonoras promesas en la campaña electoral de 2012 fue la de generar empleo suficiente y bien remunerado para los mexicanos y, como siempre, tal oferta ha sido una de las más notoriamente incumplidas por quien finalmente se instaló en Los Pinos. ¿Resultados tangibles (EPN dixit) en 16 meses de gobierno?: mayor tasa de desocupación y creciente pérdida del poder adquisitivo.

Apenas 24 horas después de instalado en la residencia oficial, Enrique Peña Nieto estampó su firma en lo que se denominó Pacto por México, y en tal compromiso se subrayó que el mejor instrumento para terminar con la pobreza es el empleo. Dieciséis meses después de tan pomposo acontecimiento, sólo uno de cada tres mexicanos en edad y condición de laborar logró colarse al sector formal de la economía, sin considerar el de por sí abultado rezago histórico. Al no generarse empleo suficiente, obvio es que la pobreza, lejos de terminarse, se ha incrementado en lo que va del sexenio.

EPN prometió resultados tangibles, y uno de ellos es el crecimiento de la tasa oficial de desocupación abierta, esto es, un mayor número de mexicanos en tal precaria situación. Han transcurrido 16 meses de gobierno, como le llaman, y tal indicador lejos de abatirse se ha incrementado. Cuando el actual inquilino de Los Pinos se instaló en la residencia oficial, el primero de diciembre de 2012, la citada tasa se ubicaba en 5.15 por ciento de la población económicamente activa, proporción equivalente a cerca de 2.6 millones de personas; al cierre de marzo de 2014 llegó a 5.25 por ciento, igual a unos 2.8 millones de personas.

México ya padeció, y en qué forma, al autodenominado presidente del empleo, es decir, el nefasto Felipe Calderón, quien entre sus logros concretos cuenta con el incremento sostenido (40 por ciento) de la tasa oficial de desocupación abierta. Felizmente, este fulano ya no despacha en la residencia oficial, pero queda claro que México no aguanta otro presidente del empleo y el bienestar, como Peña Nieto entenderá.

Pues bien, ayer el Inegi divulgó sus Indicadores Oportunos de Ocupación y Empleo correspondientes a marzo pasado, y entre sus resultados destaca que en dicho mes la tasa oficial de desocupación abierta se incrementó a 5.25 por ciento de la población económicamente activa, cuando en febrero fue de 4.81 por ciento. En castellano simple, lo anterior quiere decir que en el tercer mes de 2014 más de 200 mil mexicanos fueron incorporados al ejército de reserva. Si la comparación se anualiza, el crecimiento va de 4.51 a 4.8 por ciento, con el aderezo de que la subocupación también avanzó (de 7.8 a 8.3 por ciento).

Dicen los genios tecnocráticos que han sido superados los nocivos efectos de la crisis del catarrito (¡saludos Agustín!), aquella que oficialmente explotó en octubre de 2008. En aquella fecha la tasa oficial de desocupación abierta se ubicaba en 3.2 por ciento de la población económicamente activa, proporción equivalente a cerca de 1.6 millones de mexicanos. Cinco años y cinco meses después, dicha tasa llega a 5.25 (64 por ciento de incremento) y el número de mexicanos en desocupación abierta a cerca de 2.8 millones. Superados, pues.

Los indicadores del Inegi dan cuenta de que la mayor proporción de desocupados corresponde a los mexicanos con mayor instrucción escolar. En el mes que se reporta, 21.1 por ciento de los desocupados no contaba con estudios completos de secundaria, en tanto que los de mayor nivel de instrucción representaron 78.9 por ciento. Las cifras para la situación de subocupación fueron de 44 y 56 por ciento, respectivamente. Así, las instituciones de educación media y superior siguen formando a estudiantes que, una vez concluido su ciclo escolar, no tendrán oportunidad alguna de colocarse en el mercado laboral, y aquellos que milagrosamente lo logren lo harán en condiciones más que precarias.

En fin, la sempiterna promesa de empleo suficiente y bien remunerado, y la realidad de siempre: nada de nada. Hacer como que cambian, para dejar igual las cosas o peor. Dicen una cosa y actúan en riguroso sentido contrario. Y allí está el ejemplo de la reforma al sector de las telecomunicaciones. Prometieron combatir al duopolio de la televisión, pero en los hechos se le beneficia aún más. Prometieron apertura, y en lo oscurito trabajan para apretar la censura.

Y para tal efecto tienen instalado al nefasto Javier Lozano Alarcón (uno de los personajes más abyectos de la política mexicana, ¡y miren que hay abyectos!), en la presidencia de la Comisión de Comunicaciones y Transportes del Senado de la República, o lo que es lo mismo, la apuesta del duopolio televisivo para la defensa de sus intereses. Secretario del Desempleo en el sexenio calderonista, este accidente de la política nacional recibió el mote de El Gato, pero no fueron los trabajadores quienes así lo bautizaron, sino los propios empresarios a quienes servía, sirve, como en el caso de los barones de la minería Germán Larrea, del Grupo México (Pasta de Conchos), Alberto Bailleres, de Peñoles, y Alonso Ancira, de Grupo Acerero del Norte, entre otros. Imaginen la calidad moral de Lozano a la hora de defender los intereses de la nación.

No es gratuito, pues, que en el Senado se sumen las voces para que El Gato Lozano deje la presidencia de la Comisión de Comunicaciones y Transportes, por su descarado accionar a favor del duopolio y la censura en Internet. En este contexto, el senador Manuel Bartlett pidió demasiado: “Lozano debe hacer examen de consciencia y motu proprio excusarse de fungir como presidente de la Comisión de Comunicaciones y Transportes y de intervenir en cualquier asunto vinculado con telefonía y radiodifusión; que se excuse, a fin de que no pueda intervenir en los trabajos de la ley de telecomunicaciones ni ninguna otra que tenga que ver con las empresas Televisa y Telefónica” (La Jornada, Andrea Becerril y Víctor Ballinas).

Las rebanadas del pastel

Los mexicanos deben sentirse orgullosos: la economía no crece, no hay empleo, el poder adquisitivo va en picada, el bienestar social es inexistente, la corrupción galopa… pero ya tienen la versión autóctona de la Santísima Trinidad: uno que llegó a salvar a México (el inquilino de Los Pinos); otro que, aunque no ha dado una, es ministro del año (Luis Videgaray) y a partir de ayer, uno más que, con todo y descenso en la producción de oro negro, es ejecutivo petrolero 2014 (Emilio Lozoya). Con ellos y un jarrito de atole, el país ya la hizo. Qué más se puede pedir.

Twitter: @cafevega