Opinión
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El cuento reformador

Videgaray el futurista

El proceso de Carstens

E

n el cuento de nunca acabar, el inquilino de Los Pinos, su gabinetazo y los legisladores confirman, por si hubiera duda, que lo suyo es proceder en estricto sentido contrario de lo que marca el sano ejercicio de las políticas públicas, y que las reformas por ellos propuestas y avaladas no son más que un pretexto para que los de siempre mejoren su de por sí inmejorable esquema de negocios y ganancias a costillas de la nación.

A la hora de reformar, en los países medianamente civilizados lo primero que hace el gobierno es determinar qué va a hacer, cómo lo va hacer, para qué lo va a hacer, hasta dónde lo va a hacer y cuál es el costo-beneficio que espera obtener por los cambios planteados. Despejadas todas las dudas, amarrados todos los elementos, resuelta la ecuación, entonces presenta su iniciativa al Congreso, y los legisladores, con base en el contenido de tal propuesta y sus propios análisis, deciden si la acepta, la modifica o de plano la rechaza. Todo ello, desde luego, como parte de un proceso donde lo más importante son los ciudadanos, quienes han sido detalladamente informados de qué se trata.

Eso allá, claro está, porque aquí es al revés: primero, el Ejecutivo presenta su reforma, la que sea y como sea, entre las loas de la clase política y los barones a beneficiar; inmediatamente después el Legislativo la aprueba a la velocidad de la luz, cómo sea y no sin antes amarrar la parte del pastel que a cada uno le tocará; y mucho más adelante, si es que realmente tienen algún interés, los diputados y senadores averiguarán de qué se trata, es decir, justo cuando ya no hay nada que hacer, porque todo está cocinado y los de siempre beneficiados. ¿Y los ciudadanos? Totalmente desinformados mediante el bombardeo con fatua propaganda que todo promete y nada cumple.

En tiempo récord han sido aprobadas todas las reformas propuestas por Peña Nieto y genios que lo acompañan, sin mayores efectos hasta ahora; el único esfuerzo de diputados y senadores fue levantar el dedo de una mano, extender completa la otra y gritar a coro que el país se ha salvado, aunque se mantenga en el hoyo. ¿Qué aprobaron y cuál era el contenido? Qué más da, porque lo importante es que ya amarraron lo suyo. Las leyes secundarias pueden esperar, porque en río revuelto ganancia de legisladores.

En la de telecomunicaciones, por ejemplo, unos y otros prometieron el fin de los monopolios y los duopolios, la reducción de tarifas, la mejoría de los servicios y muchas cosas más. Pero corrido el tiempo, resulta que si algo garantiza la letra chiquita es la permanencia de monopolios y duopolios, que para eso está la fábrica de sueños… o de pesadillas según se comporte la clase política, mientras el zar de la telefonía se retuerce porque siguen sin dejarlo entrar a la pantalla chica, y ambos niegan ser preponderantes (léase monopólicos o duopólicos), toda vez que si acaparan el negocio es una mera casualidad.

Cómo estará de bien armada esa reforma, que la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, que aglutina a académicos y científicos de las principales instituciones del país, “hizo un llamado al Ejecutivo federal, al Congreso de la Unión, al Instituto Federal de Telecomunicaciones y a todos los involucrados en la elaboración de la legislación secundaria de telecomunicaciones y radiodifusión a modificar el contenido de la propuesta oficial porque es ‘preocupante’. La iniciativa de ley se aleja del espíritu de la reforma constitucional de telecomunicaciones y radiodifusión, por lo que el Congreso de la Unión deberá trabajar en la elaboración de una ley convergente que garantice con certidumbre el desarrollo integral de los sectores de las telecomunicaciones y la radiodifusión los próximos lustros. México no puede volver a perder la oportunidad de integrar a sus ciudadanos a la sociedad de la información y el conocimiento y de ofrecerles las ventajas sociales de un sistema de medios de comunicación democrático, acorde con las nuevas necesidades del país y el avance tecnológico” (La Jornada, Miriam Posada).

Y también prometieron que con la reforma financiera abundaría el crédito bancario para los sectores productivos y que sería más barato que nunca. Obvio es que los barones del dinero están muertos de la risa, y mucho más cada que recuerdan las recientes palabras del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, en el sentido de que los presionará para que bajen las tasas de interés. Olvida el gobierno que fue él quien creo a esos monstruos, y hoy no tiene la menor idea de cómo regresarlos a la jaula.

A la hora de promover la reforma fiscal el gobierno prometió que pagarán más quienes ganen más, pero más tardó en elaborar la frase propagandística que en llegar a un acuerdo con los barones para corregir el exceso y dejarle a los de a pie la mayor parte de la carga, como siempre. Y la aprobaron justo cuando la economía está en el suelo. Qué decir de la reforma laboral (iniciativa calderonista aprobada con el consentimiento del actual inquilino de Los Pinos), que a más de 15 meses de aprobada no ha servido más que para beneficiar a los patrones.

La cereza del pastel reformador es la relativa al sector energético, la cual nada privatizará (EPN dixit), mientras las trasnacionales afilan los colmillos y los ex funcionarios del ramo se frotan las manos, porque el petróleo y todos los hidrocarburos sólidos, líquidos o gaseosos, que se encuentren en el subsuelo, son propiedad de la Nación. Y todo para a duras penas crecer uno por ciento, porque lo único que tienen claro desde siempre es de qué tamaño y para quién serán las rebanadas. Lo demás es lo de menos.

Las rebanadas del pastel

Cosas veredes: se le desplomó en 2013, a paso veloz se le cae en 2014, pero el ministro del año ya aventura un crecimiento económico de 4.7 por ciento para 2015. No pudo ni puede, pero está de futurista, con los ojos puestos en 2018, si es que llega… Y si de frases célebres se trata, allí está el muy productivo doctor catarrito, Agustín Carstens, quien ayer se aventó la puntada de asegurar que vamos por el camino correcto; hay que darle tiempo a los procesos que se han echado en marcha. Pues bien, el proceso lo inició Miguel de la Madrid en 1982, ya lleva 32 años en operación, la economía en promedio crece 2 por ciento anual y el camino correcto ha puesto patas para arriba al país. No cabe duda de que los funcionarios desaprovechan todas las oportunidades de quedarse callados.

Twitter: @cafe-vega