Opinión
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Los de abajo

Guardias de Ostula

S

i algún antecedente hay de la organización de guardias comunitarias (que no autodefensas) en México es, además de la policía comunitaria de Guerrero, la guardia tradicional de Ostula, en la costa del Pacífico michoacano.

Después de más de tres años de mantenerse en la sombra, luego de múltiples asesinatos y desapariciones de líderes de la comunidad, y del recrudecimiento de las acciones del crimen organizado, los nahuas de Ostula retoman el control de su territorio y, sobre todo, su organización comunitaria.

El 29 de junio de 2009, después de un litigio judicial que aún no se resuelve y de mediaciones de la autoridad que beneficiaron a los invasores mestizos de la comunidad vecina de La Placita, se decidió, asamblea mediante, recuperar la totalidad de su territorio, que alcanza 28 mil hectáreas. De esta manera retomaron el paraje La Canguancera y fundaron el poblado de Xayakalan, justo frente a la costa. Ese mismo día quedó constituida su guardia tradicional, con el fin de defender las tierras. Unos días antes, en una asamblea del Congreso Nacional Indígena, se emitió el Manifiesto de Ostula, que enarbola el derecho a la autodefensa de las comunidades para la protección de su territorio, respaldado en el artículo 169 de la Organización Internacional del Trabajo y en los Acuerdos de San Andrés.

Estas tierras no son cualquier cosa. Aquí se cruzan intereses mineros (sobre todo mineral de hierro), y por su posición estratégica es camino de trasiego de todo tipo de mercancías, además de la extracción de recursos naturales y de la explotación de playas y paisajes y de la actividad del crimen organizado.

El 8 de febrero de 2014, acompañados por grupos de autodefensa de los poblados vecinos de Chinicuila, Coahuayana y Coalcomán, un primer cuerpo de guardia comunitaria (integrada sobre todo por los exiliados) reingresó al territorio. En asamblea, los nahuas decidieron reconstituir su guardia tradicional. Poco a poco se fue recuperando la confianza. Otras familias retornaron a la comunidad, aunque algunos de plano no han querido regresar, pues arrastran, además del exilio, la muerte de sus familiares y se sienten mal, valora un comunero.

A un mes del retorno de la policía comunitaria de Ostula, la comunidad ya cuenta con 26 guardias rotativas y los 2 mil comuneros realizan faenas colectivas en Xayakalan.

Hay buen ánimo porque cambió el infierno en el que vivimos, pero sigue la desconfianza. Tenemos en el pensamiento que pueda regresar la delincuencia de forma aún más violenta, si no se les desarticula y se castiga a los funcionarios coludidos, afirman en Ostula.

www.desinformemonos.org