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Ver día anteriorLunes 3 de marzo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el Otro Lado

Extraña democracia

L

a semana pasada apareció un estudio realizado por la organización independiente PEW, tal vez la más seria en materia de encuestas y estudios de opinión en Estados Unidos (EU), en él que se da cuenta de las opiniones que diversos sectores de estadunidenses tienen sobre los problemas migratorios.

En torno al espinoso asunto de las deportaciones efectuadas por la actual administración, los estadunidenses están divididos por partes iguales: 45 por ciento creen que son necesarias y otro 45 por ciento las condena. Sin embargo, cuando se desagregan esos porcentajes se obtiene una mejor idea del perfil de la sociedad estadunidense. Mientras 49 por ciento de la población blanca aplaude las deportaciones, sólo 39 por ciento de los afroamericanos y 35 por ciento de los latinos están de acuerdo.

En torno al asunto de la legalización de los indocumentados, 73 por ciento de los entrevistados dice que deben permanecer en EU legalmente, en otras palabras, se debe regularizar su situación migratoria. En torno a la pertinencia de una reforma migratoria, 50 por ciento considera que por ahora no es una prioridad. Tal vez lo más sorprendente de la encuesta es que la mayoría de republicanos (64 por ciento) y demócratas (81 por ciento), coinciden en afirmar que debe existir una vía para la ciudadanización de los indocumentados, una vez que hayan cumplido los requisitos estipulados en la propia reforma, pero, como diría Perogrullo, siempre y cuando haya reforma.

Esto último es una de las claves de lo que pasa con la reforma migratoria, y en cierta medida con muchas de las vicisitudes de la política estadunidense. En el Congreso, para ser más específico en la Cámara de Representantes, la mayoría de los republicanos están conscientes del daño que se han hecho a sí mismos oponiéndose a todo intento de reformas que más de la mitad de los estadunidenses consideran necesarias, una de ellas la del sistema migratorio. En este último caso, la mayoría de los republicanos están conscientes de la creciente importancia del voto latino para ganar elecciones, y coinciden en la necesidad de enviarles un mensaje de tolerancia para ganar su voto. Sin embargo, un grupo minoritario, integrado por ultraconservadores, se han opuesto a ello. Amenazan incluso con deponer a su dirigencia si se atreve, ya no digamos a aprobar la reforma migratoria, sino al menos a proponerla. No deja de ser extraña una democracia en la que una minoría chantajea sistemáticamente a toda una sociedad, oponiéndose a todo intento de reformas que benefician a la mayor parte de ella.