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La disputa por Michoacán
Al rato veíamos la zopilotera por todos lados
 
Periódico La Jornada
Sábado 1º de marzo de 2014, p. 3

Los primeros abatidos por los templarios en la guerra de los autodefensas no fueron policías comunitarios, sino soldados del Ejército. Tengo entendido que fueron ocho muertos y 14 heridos, dice el médico José Manuel Mireles, cuando recuerda la mañana del 25 de febrero de 2013.

Tepalcatepec había pasado la noche del 24 en vilo luego de que, con la detención de tres cabecillas, comenzó su rebelión en contra del cártel de Los caballeros templarios. El Chilorio y sus secuaces fueron entregados a los militares que ahí estaban, a las afueras de la Asociación Ganadera. Acto seguido, las nacientes autodefensas se atrincheraron en las entradas de Tepalcatepec, mientras los militares combatían en los cerros y las brechas.

La mañana del 25 de febrero, Mireles llegó muy temprano al hospital y lo encontró cerrado, porque a la entonces directora le habían ordenado no abrir. “Abrí yo mismo y me acompañaron una enfermera y otros médicos privados a atender a los heridos.

Los muertos y los heridos eran puros del Ejército. Mireles encuentra en ese hecho la razón de que el Ejército participara directamente desde el primer día, porque fueron las primeras víctimas de los criminales.

–¿El acuerdo había sido que ustedes defenderían la cabecera municipal y el Ejército estaría en los alrededores?

–Fue un convenio no escrito. Siento que la participación decidida fue porque fueron los primeros golpeados.

–¿Cuántos militares cayeron ese día?

–Tengo entendido que eran ocho muertos y 14 heridos. Claro, los informes son otros. Y del otro lado no sabemos, y nunca vamos a saber, porque ese fue un acuerdo entre todos. Sabemos a veces, y yo contradigo a la prensa. Un día le digo a un Ministerio Público: Oye, ¿por qué nomás reportaste cinco muertos del ataque en Naranjo de Chila? Dice: Porque eran los que estaban ahí, a la orilla de la carretera. ¿Por qué no contaron los otros? Porque somos hombres y nos da miedo. Así bien clarito me dijo.

–Organizaciones civiles y religiosas calculan entre mil 200 y mil 800 templarios muertos desde que comenzó el conflicto.

–Así es, sí.

–¿Aparecerán fosas en el futuro?

–Cuando preguntamos no nos dan la información. Ni el Ejército ni la Federal tienen por qué darnos información. A nosotros lo único que nos interesa es limpiar el estado, y los dejamos solos, no permiten que los sigamos. Los carros del Ejército son más lentos que los nuestros, pero cuando llegaban, el coronel decía, con mucho respeto: Muchachitos, ya llegamos y este es nuestro trabajo. Y regresábamos a nuestras trincheras. Se oían bombitas, se oía la balacera, y ya regresaban. ¿Qué hay?, preguntábamos. Ya, no se preocupen.

Cuenta también de un teniente al que terminaron apodando El Carasucia, porque se la rifaba en el terreno y nunca podían verle el rostro, de tanto polvo. Le resultaba admirable el militar, un hombre, dice, que perseguía a los templarios por todos los cerros y barrancas.

“Regresaba a los tres o cuatro días. ‘¿Cómo le fue?’, le preguntaba. Y él nomás decía: ‘Ni me pregunte’. Pero al rato veíamos la zopilotera por todos lados.”