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México SA

Que siempre no

Si saben contar...

Esmoquin fallido

Q

ue siempre no. Tantos años de estar duro que te dale con aquello de que sólo con las reformas necesarias los mexicanos tendrían, a la de ya, desarrollo vertiginoso, progreso nunca antes registrado, niveles de bienestar estilo Noruega, crecimiento acelerado, empleo bien remunerado por doquier y salario de Wall Street, para que al final de cuentas, ya aprobadas las reformas necesarias (con la energética en primer plano), salgan con la batea de que siempre no será tan rápido el acceso al primer mundo y mucho menos el equitativo reparto de los beneficios asociados a ellas.

Qué falta de seriedad: los mexicanos ahorrando para estrenar esmoquin en 2014, porque la solución definitiva ya estaba aquí, y ahora son notificados de que lo dejen en el armario, porque tendrán que esperar unos años más para gozar de las prometidas mieles modernizadoras y transformadoras, porque lo primero, lo mero importante, es mejorar el clima de negocios, incrementar las oportunidades de inversión, impulsar la competencia en sectores relevantes de la economía y mejorar la calidad y cantidad de insumos clave en los procesos de producción.

Esos mismos mexicanos guardaron silencio ante el desastroso arranque económico sexenal, porque entendieron cabalmente el mensaje de Enrique Peña Nieto: el primer año del gobierno fue de siembra, pero inmediatamente después vienen los tiempos de cosechar (términos utilizados por el campirano inquilino de Los Pinos para justificar el caótico inicio de su administración), aunque a estas alturas, ya con las reformas necesarias palomeadas, resulta que quién sabe para cuándo será el reparto de beneficios.

Tantos años de aguantar la desinteresada perorata y los embates privatizadores de políticos, magnates, candidatos a Los Pinos, funcionarios y ex funcionarios, embajadores ex embajadores, ex gobernadores y organismos financieros multilaterales, y ahora que por fin se les hizo ya no saben qué contestar y menos ponerle fecha en el calendario para la que la prometida distribución de beneficios se concrete.

Los habitantes de esta República de discursos entendieron la seriedad, pero sobre todo la honestidad, de personajes como el ex embajador gringo en México David Davidow cuando los convenció de que la privatización petrolera los hará vivir como noruegos; aceptaron la invitación del ex gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz cuando convocó a destetarse de la ubre petrolera; se sumaron a la necesaria audacia y valentía promovida por Peña Nieto para evitar la quiebra de Pemex; rompieron todo tipo de tabúes; se sumaron a los megaempresarios marca Forbes cuando anunciaron su desinteresada intención de salvar a la industria energética (otrora) nacional; los convencieron, también, de que con participación privada no se perderá el control de la industria energética, como auguró el inefable empresario Claudio X. González Laporte, entre tantos otros sólidos argumentos.

En resumen, esos mexicanos silenciosos aceptaron y entendieron todo, rapidito y de buen modo, para que la modernización los beneficiara en los términos descritos. Pero resulta que no, que si saben contar no cuenten con niveles de vida como los de Noruega, salarios como los de Wall Street ni casas de fin de semana en los Alpes suizos, porque quién sabe para cuándo se multipliquen los panes (los penes, según la versión actualizada de Maduro), ni a qué hora llegue el cargamento de maná.

Sobre el particular, La Jornada (Roberto González Amador) nos ilustra: “la respuesta de los agentes económicos a las reformas impulsadas por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tardará tiempo en materializarse, anticipó el Banco Mundial (dicho sea de paso, uno de los más insistentes en eso de que reformas y beneficios van de la mano, y a paso veloz). El impacto de las reformas estructurales –en telecomunicaciones, sistema financiero y tributario y en el sector de energía– en el crecimiento potencial de la economía mexicana se espera que ocurra a mediano plazo. Cuantificar el impacto de estos cambios es complicado”.

Lo que no se le complicó fue entender la esencia de las modernizaciones. El Banco Mundial precisó: el conjunto de reformas propuestas por el presidente Peña Nieto y aprobadas por el Congreso en el primer año de la administración están orientadas a mejorar el clima de negocios, incrementar las oportunidades de inversión, impulsar la competencia en sectores relevantes de la economía y mejorar la calidad y cantidad de insumos clave en los procesos de producción. La cuantificación del impacto, de cuándo ocurrirá y en qué medida, de las reformas en el crecimiento de la producción es complicado, en tanto está pendiente de conocerse detalles relacionados con la legislación secundaria y la aplicación del nuevo marco legal por las agencias reguladoras y los encargados de ponerlas en práctica.

Otro de los organismos que nunca cejó en su empeño de promover las reformas y sus maravillas, y asociarlas al inmediato progreso de los mexicanos fue la democrática Coparmex, el progresista sindicato patronal que ahora recula: las reformas estructurales por sí mismas no son la solución definitiva, pero sí la plataforma o la precondición para corregir algunos problemas, como el círculo vicioso de pobreza, informalidad y bajos ingresos del que no han podido salir millones de mexicanos.

Tanto joder con las reformas, para que al final de cuentas la Coparmex se limite a decir que “nuestra propuesta es impulsar los nuevos motores del crecimiento en México: como los conglomerados de petroquímica secundaria, que pueden florecer con la reforma energética; los clusters de biotecnología; automotriz y aeroespacial o de turismo de negocios. Ahí tenemos que participar desde la pequeña y mediana empresa en una nueva cultura empresarial para México… Sería imperdonable no aprovechar la nueva realidad económica que generan las reformas para generar riqueza y desarrollo igualitario”.

Entonces, mexicanos silenciosos, si saben contar, pues no cuenten con que tendrán el nivel de bienestar de los noruegos.

Las rebanadas del pastel

Y para mejorar el clima de negocios e incrementar las oportunidades de inversión (Banco Mundial dixit), allí está el creciente ejército de ex funcionarios con el fin de facilitar la llegada de las trasnacionales petroleras: ya se sumó Fox, pero no hay que olvidarse de apellidos como Gil Díaz, Ramírez Corso, Aspe, Suárez Coppel, Ruiz Sacristán, Téllez (y su, a mucha honra, asesor José Córdoba Montoya, maestro del actual secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, Reyes Heroles Garza González, Herrera y Kessel, entre otros muchos ex servidores públicos que no tienen por qué esperar los beneficios de la modernización.

Twitter: @cafevega