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Estoy muy molesto porque los cuatro goles los hicimos nosotros, dijo José Luis Trejo

En tres minutos Puebla anota dos goles y consigue agónico empate ante Pumas
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Leandro Augusto fue recibido con aplausos al entrar en la segunda mitadFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de enero de 2014, p. 3

Como en una broma macabra, Pumas celebraba la victoria en un partido que vivía los últimos minutos y la afición los reconocía con entusiasmo, pues por fin, después de ocho meses, volvía a ganar en Ciudad Universitaria. Falso. Aquello derivó en un mal chiste en el que Puebla sólo necesitó dos errores imperdonables del conjunto universitario y los tres minutos antes del silbatazo para empatar. De tan sobado el lugar común que dice: el último minuto es igual de importante, nadie lo recordó en las filas de Pumas.

Desde que empezó el juego sobre la cancha había dos equipos con misiones muy claras: Pumas con la de revertir una temporada triste y con una deuda infinita con su afición, que no celebra una victoria en CU desde el 28 de abril cuando vencieron a Jaguares por 3 a 0. Desde entonces, en las gradas universitarias nadie grita otra cosa que no sea un reclamo. Puebla comprometido con el descenso salió a pelear sin concesiones, a veces con idea y otras con la pierna recia, pero sin dejar de empujar hacia el frente.

Y las cosas fluían con fortuna para los auriazules. La llegada de Daniel Ludueña y el ánimo de un nuevo torneo se vio reflejado en un juego más dinámico y ofensivo de los felinos. Con ese entusiasmo que provoca la novedad, cada pelota que tocaba el Hachita hacía suspirar a los aficionados, confiados de que en esta temporada ahuyentarían el recuerdo gris de la campaña pasada.

Dos goles de Martín Bravo

Una ironía, pero Martín Bravo, el jugador que recibió abucheos apenas se anunció su nombre por los parlantes del estadio, fue quien devolvió la fe a los auriazules. Ese jugador repudiado por la cantidad de goles que falla casi con la misma insistencia con la que se mete al área en carreras endemoniadas, ayer marcó un par de goles que parecían definitivos.

El primero en una llegada al área en la que René Ruvalcaba no encontró mejor argumento para frenarlo que un costalazo que significó la pena máxima. Cuando el árbitro ya había decretado el penal, Marco Antonio Palacios hizo reclamos desaforados que le costaron una amonestación. Bravo fue el encargado de cobrar y lo hizo con potencia suficiente como para que el arquero Jorge Villalpando no pudiera hacer nada.

El segundo tanto llegó también de los botines de Bravo. En una jugada confusa, poco estética, pero efectiva, en la que después de varios rebotes, Martin Romagnoli pateó en dirección al arco, Bravo punteó para desviar la pelota, descontrolando por completo a Villalpando.

El descanso le hizo daño a los locales, porque volvieron como si el partido ya estuviera decidido. La intensidad que había mostrado Pumas en el primer episodio se esfumó; eventualmente había destellos y alguna intención de aumentar la ventaja, pero en general parecían estar satisfechos con lo que habían mostrado.

José Luis Trejo hizo cambios pero de nada le sirvió retirar a Ludueña, Cortés y Bravo. Tal vez anímicamente tuvo un buen efecto el retorno de Leandro Augusto a la cancha, que apenas lo anunciaron cimbró al estadio con la afición de pie que coreaba su nombre. Pero tácticamente nada.

Luego todo fue un mal chiste. A los 90 minutos, Matías Alustiza sorprendió a Alejandro Palacios, que estaba muy alejado de su arco y ya no pudo regresar para evitar el primero del Puebla.

Con el reloj en contra, Pumas no mostró coraje para pelear los últimos minutos y al 93, Alustiza se metió al área y el arquero auriazul salió de una manera tan incomprensible que regaló el penal para los visitantes. La escena parecía salida de una historia predecible y vulgar, con tic-tac de fondo y gradas mudas, cuando Carlos Sánchez apuntó y disparó al arco para decretar el empate final.

El futbol es de 90 minutos, no de 85, nos faltó ese toquecito; estoy molesto porque hoy los cuatro goles los hicimos nosotros, lamentó José Luis Trejo.

A final de cuentas tienes que cuidar que no te hagan gol hasta el minuto 90 y tal vez se pensó que ya estaba ganado el partido, dijo molesto por desperdiciar una victoria, por haber regalado el empate.

Durante 90 minutos nadie pensó que terminaría de este modo, pero Pumas se retiró como si hubiera sufrido una derrota y Puebla celebró como si hubiera ganado un título.