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Ahora sé cuáles son mis errores y no pienso repetirlos, advierte

Abner Mares salió transformado del nocaut con que lo destronaron
 
Periódico La Jornada
Martes 31 de diciembre de 2013, p. a11

Abner Mares no supo qué ocurrió cuando lo noquearon por primera vez, pero sintió que al levantarse era distinto. Como si el tremendo golpe que le asestó Jhonny González y que lo había borrado poco antes de terminar el primer asalto lo hubiera transformado en otra persona. No sintió dolor. Ni siquiera el impacto brutal del zurdazo que de manera sorpresiva le arrancó el título pluma del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) ni el apagón de la conciencia. Apenas sintió que caía, pero nada más.

Fue tan sólo un momento de..., y hace un silencio para tratar de encontrar palabras que sirvan para explicar ese momento de fuga que experimentan los boxeadores cuando pierden la conciencia por un golpe, pero no encuentra con qué describir ese estado de ausencia. Quise recuperarme de inmediato, me levanté y di dos o tres pasitos, pero no pude, dice apenas.

Abner se fue de espaldas poco antes de terminar el primer episodio la noche del 24 de agosto de 2013. El guante de Jhonny lo impactó de lleno en el centro del rostro. Trató de reincorporarse con la dificultad de una tortuga volcada sobre su caparazón; apenas pudo sentarse, pero sin las fuerzas suficientes para ponerse en pie. La primera derrota de su carrera. El primer nocaut en su vida.

En la lista que el CMB publica con lo que considera lo más relevante del año, eligió hace un par de días ese golpazo como el nocaut de 2013. Es exagerado para Abner, porque está convencido de que esa derrota fue más espectacular no por el zurdazo en sí, sino por el peleador que fue derrotado de manera sorpresiva.

Sí, me tumbó, y eso no me molesta, bien por Jhonny González, pero creo que ese nocaut fue más espectacular no por el golpe, sino por quién fue derribado, considera Abner sobre la elección de su derrota como el nocaut del año. Un reconocimiento que no hiere su orgullo deportivo.

No puedes pensar en palabras como humillación, dice Abner sobre la experiencia que algunos boxeadores han vivido, en las que la vergüenza de terminar derrotado, expuesto y tendido puede ser más brutal que el propio golpe que los derriba.

No puedes verlo así o de lo contrario nunca lo vas a superar; un boxeador debe saber que puede perder en cualquier momento y que caer así es un riesgo al que nos exponemos todos, piensa Abner.

El efecto de perder de ese modo –explica– puede ser devastador para un peleador si no consigue superar esa experiencia. Corre el riesgo de volverse demasiado cauteloso, temeroso, y un boxeador con miedo no tiene futuro en este deporte.

“Por eso yo he trabajado mucho con sparring para agarrar confianza y olvidarme de lo que viví esa noche”, cuenta.

Abner le ha dado la vuelta a la experiencia de la derrota. Se siente renacido porque aquel golpe también fue una sacudida a las solapas para devolverle la noción de vulnerabilidad, de que el campeón mundial de los pluma era tan falible como cualquier novato.

Cuando estás invicto se puede llegar a pensar que uno es indestructible, comparte. Lo que ocurre con esas vivencias es que te devuelven a la realidad en la que eres un simple humano como cualquier otro y, por tanto, estás expuesto a ser derribado en cualquier momento.

Por eso habla como si se tratara de un sueño en donde quien recibió el golpe y cayó fue un Abner Mares, pero en el que era otro el que se levantaba, como si fuera suplantado.

El que se levantó fue un súper Abner Mares que ahora sabe cuáles son sus errores y no piensa repetirlos, advierte. Nunca más volverá a ser sorprendido, confía con fervor, porque sólo si piensa eso y se lo cree en verdad, está seguro de que no volverá a despertar tendido en la lona.