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Premios Nacionales 2013

El compositor Javier Álvarez fue reconocido en el área de Bellas Artes

Todo lo que sé de la vida, de moral, de ética, lo sé a través de la música

Ve con optimismo el panorama en la especialidad de concierto en el país: Contamos con gran cantidad de jóvenes versados en un avance tecnológico tan sofisticado como en otras naciones

 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de diciembre de 2013, p. 8

Su memoria flaquea un poco cuando se le pregunta cómo se interesó por la música de concierto o académica. Dice que han pasado tantos años que lo más que recuerda es que fue siendo muy niño, en una situación algo rara, atípica.

Esto fue jugando con las llaves de agua de su casa, controlando los sonidos producidos por las vibraciones de las tuberías al pasar el aire y el líquido. Una experiencia que lo ha acompañado desde entonces, y cuyas emociones y sensaciones busca de algún modo recuperar cada vez que escribe una obra.

Tal es la historia, grosso modo, de Javier Álvarez (ciudad de México, 1956), hoy por hoy uno de los compositores mexicanos más relevantes en el ámbito nacional y en el extranjero. A él correspondió este año el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Bellas Artes, al lado del cineasta Paul Leduc y la escultora Ángela Gurría.

Recibo este premio con inmensa alegría. No es sólo un reconocimiento a mi labor como compositor, sino también al trabajo minucioso, entregado, de muchos años, porque la de compositor es una carrera básicamente vocacional, un proceso, señala.

Como decía Le Corbusier: la creación es una búsqueda paciente. En ese sentido, es un reconocimiento a la composición musical en general, pero también al trabajo y a la búsqueda paciente que he realizado. Recibo este premio a una edad en la que todavía tengo mucho que hacer, muchas ideas y muchas ganas.

En entrevista vía telefónica desde Mérida, Yucatán, donde estableció su residencia luego de permanecer 25 años en Londres, Inglaterra, el también docente se dice más que satisfecho por la determinación de dedicar su vida al arte sonoro y no a la arquitectura.

El conocimiento del espacio

Esta era la profesión de su padre y la cual en cierto momento de su juventud pensó seguir como carrera, al igual que la escultura, por estar ambas disciplinas relacionadas con el espacio, cuyo conocimiento es uno de sus principales intereses.

Pero en cuanto avancé un poco más, me di cuenta de que me interesaba el espacio en relación con el tiempo. Y el tiempo es lo que me sigue intrigando, su estudio, cómo sucede, cómo uno puede de alguna manera estructurar un objeto en él y que existe sólo cuando suena. Por eso soy músico, explica.

Todo lo que sé de la vida, de moral, de ética, lo sé a través de la música; lo he aprendido a través de ella.

–¿Aprecia que la música de concierto que se hace en la actualidad en México está a la misma altura que la del resto del mundo?

–Veo un panorama muy positivo. Hoy día, contamos en el país con una cantidad muy grande de compositores jóvenes completamente versados en un avance tecnológico tan sofisticado como el que hay en otros países. La democratización de la cultura digital ha permitido eso, lo cual celebro.

“Es difícil hablar de esto en términos de una comparación cultural, porque hay un montón de cosas incomprensibles. El hecho, por ejemplo, de que haya una especie de impuesto cultural para las audiencias, pero lo mismo ocurre del lado de los intérpretes y de los compositores.

“Cada uno de nosotros hoy día, al no existir una lingua franca, representa una casuística particular; cada quien se desarrolla de manera muy sui generis, pero aun así esto sucede en otros países.

“Es decir, no es privativo de México. Lo que pasa es que en otros países, como Estados Unidos, imperan ciertas ideas estéticas más comunes, porque se reconocen como aquellas que llegan a los públicos.

A la fecha, todavía pueden encontrarse romanticismos hipertrofiados o minimalismos simplistas. De alguna manera es afortunado que cada vez más hay menos de eso, porque finalmente vivimos en el siglo XXI y existe la oportunidad de utilizar todo lo bueno que nos ha dejado el desarrollo de la música, particularmente desde la Segunda Escuela de Viena o desde principios del siglo XX y llevarlo a los contextos de nuestra actualidad.

–¿Existe, en su opinión, una valoración social y de las instituciones públicas en el país para los compositores e intérpretes?

–Sí, pero hay que ponerlo en su justa medida. Pocos países cuentan con un sistema como el que tenemos, con el Consejo Nacional para la Cultura, las Artes o el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y la demás serie de instancias que permiten acceder a fondos que fomentan la creación. Pocos países, en realidad, existen en el mundo que tengan eso.

“Eso no necesariamente va de la mano con una conciencia o una respuesta igualmente social. Es decir, la sociedad de nuestro país desconoce mucho quiénes somos los compositores. Se sabe quiénes son nuestros grandes escritores, por supuesto, y qué bueno que es así.

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Si somos una sociedad que no lee, ¡también somos una sociedad que no escucha!, lamentó Álvarez en entrevistaFoto Eduardo Cervantes

“Pero no conocemos a nuestros grandes músicos y qué han hecho. Si digo el nombre de Elena Poniatowska, estoy seguro que varios pueden mencionarme tres libros, pero si pregunto lo mismo por Mario Lavista, que es nuestro compositor más grande, la gente tartamudearía, no sabría qué número de piezas ha hecho que son fundamentales para la historia de la música y la música misma.

“No hay, pues, una preocupación entre las mayorías por escuchar ni enterarse de la más reciente creación de Julio Estrada o de Mario Lavista, o las obras extraordinarias de Manuel Enríquez o de Federico Ibarra.

Tendrá que pasar mucho tiempo antes de que eso se dé y se vuelva una actividad habitual de la sociedad mexicana. Por otro lado, si somos una sociedad que no lee, ¡imagínate, somos también una sociedad que tampoco escucha!

–¿Qué hace falta para lograr esa interlocución entre músicos y sociedad?

–No lo sé bien. Somos varios los creadores e intérpretes que tenemos esa preocupación, y no pensando en nosotros, sino en quienes vienen abajo. Y hemos reflexionado sobre cómo hacerlo. En la televisión cultural –a las otras no hay que considerarlas– vemos entrevistas con escritores hechas por sus pares.

“¿Por qué no tenemos, por ejemplo, entonces entrevistas de compositores a compositores? Haría falta conocernos, saber quiénes somos, más allá de si nos guste o no el trabajo.

Mientras no tengamos ese tipo de exposición será difícil, porque la sala de concierto es la primera instancia donde uno presenta su trabajo, pero la música es también una forma de conocimiento. Pienso, entonces, que conocer a nuestros compositores es también un beneficio para la gente.

–¿Considera que el músico mexicano, en términos generales, está comprometido con su tiempo y su espacio?

–Es difícil generalizar, pero creo que hay de todo. Partámoslo en pedazos. Primero es necesario implicar a los grandes capitales privados en el cuidado, la salvaguarda y la promoción de las artes.

“Hay muy pocos mecenas en este país, la cultura del mecenazgo es prácticamente nula. Son contadísimas las excepciones que podrían hacer una diferencia enorme. Eso por un lado, por otro, esto también llevaría consigo un compromiso más fehaciente o indicaría un camino más claro para los compositores.

“Desde luego, partiendo de la base de que es difícil generalizar, está el aspecto de la formación y la educación, que desde mi punto de vista como artista, ya no digamos como compositor, es fundamental, porque a través del arte se pueden entender muchas cosas. Todo lo que sé de la vida, de moral, de ética, lo sé a través de la música; lo he aprendido a través de ella.

“Estoy convencido de que eso debe ser una de las herramientas de correspondencia social que nos concierne a los artistas, a los compositores. Es decir, formar a otra gente, darle la posibilidad de encontrar otra vía de expresión.

En México existe talento como si fuera una mina de oro, pero lo que no existen son los mecanismos de oportunidad, de entrada, los de información oportuna para que alguien pueda decidir tomar un camino de artista y de esa manera impactar en el bien de otras personas.

Educación, aprendizaje y enseñanza

“En mi caso, tengo un gran interés en la docencia. Crecí en una familia en la que ser maestro es un privilegio. Mi padre fue maestro de muchos arquitectos, mis hermanos todos han sido maestros; yo he sido maestro desde los 16 años. Entonces, para mí eso forma parte integral de mi ser, de mi actuar. La educación tiene muchos potenciales. Pero me voy a concentrar en el aprendizaje. Mi interés es con el aprendizaje más que con la enseñanza.

“El aprendizaje es dinámico. En ese sentido es donde creo que radica mi interés por seguir en contacto con otras personas que quieran aprender de mí y de las cuales quiero yo aprender. Esto se da desde luego sobre todo en el ámbito de la educación, entrecomillado.

“Es importante no arrinconar al aprendizaje dentro de la enseñanza. Y no es sólo cuestión de crear planes de estudio o situaciones donde ponemos a un maestro frente a un alumno, sino más bien crear espacios donde se pueda aprender, donde el aprendizaje sea el motor de la educación.

Si eso no se da, será muy difícil que la sociedad en general comprenda que la música no es un mero entretenimiento, sino una de las más importantes expresiones del pensamiento y una de las manifestaciones, fundamentales de todo ser humano y la cultura.