Opinión
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Palacio con memoria
E

l Palacio del Conde de Heras Soto, uno de los más bellos y elegantes de la ciudad, ubicado en la calle de Chile esquina con Donceles, resguarda un tesoro en papel: el archivo histórico del antiguo ayuntamiento.

En una visita guiada por su director, Carlos Ruiz Abreu, conocimos de cerca el valioso acervo que custodia. Un autentico paraíso para los investigadores y curiosos, que quieren reconstruir la vida capitalina en siglos pasados.

Guarda la historia de prácticamente todos los aspectos que integraban la vida cotidiana: mercados, cárceles, matrimonios, abasto, policía, instrucción pública y las actas de cabildo, donde se llevaba el registro de lo mas significativo que sucedía en la ciudad día a día. También posee una planoteca, que es un espacio con temperatura especial, en que a manera de sábanas secándose al sol cuelgan los añejos planos.

En los últimos años se ha venido realizando un importante trabajo de digitalización y encuadernación de los documentos más valiosos. Imagínense que hay una acta de cabildo de 1524, una de las primeras que levantó Hernán Cortés al establecer el ayuntamiento de la ciudad de México. El trabajo es mayúsculo ya que estamos hablando de alrededor de 12 mil 529 volúmenes; el Fondo GDF, con más de 100 mil expedientes; el Fondo Municipalidades, con documentos de la antigua división del Distrito Federal; el Fondo del DDF y 80 mil planos. Muy interesantes las Memorias sobre las Obras del Desagüe del Valle de México de cuatro centurias y una colección de publicaciones periódicas que va de 1830 a la primera mitad del siglo XX.

Ya hemos hablado de la excepcional belleza del edificio, que comienza por la fachada. El recubrimiento de los muros es de tezontle y los enmarcamientos de las puertas, ventanas y otros detalles ornamentales están realizados en elegante cantera chiluca.

El portón de madera luce una fina talla y bellos herrajes. El balcón del segundo piso luce herrería de tumbaga, una aleación de metales que incluye plata. Es idéntica a la de la reja del coro de la catedral, realizada en Macao en el siglo XVIII.

Un elemento único lo constituye el conjunto escultórico que adorna la esquina: un robusto niño parado sobre la testa de un león, cargando en la cabeza un cesto de frutas. Esta maravilla está rodeada de una profusa decoración vegetal, exquisitamente labrada en la tersa chiluca.

El interior se conservó prácticamente intacto, por lo que puede afirmarse que tiene el mismo aspecto del día en que fue concluido. Al traspasar el vasto zaguán, se ingresa al patio que tiene solo tres corredores y una majestuosa escalera. A un costado, un amplio pasillo conduce a otro patio de menor dimensión. Los arcos del principal descansan sobre columnas toscanas. Este es el único palacio que conozco que combina la cantera gris con una exquisita rosada, lo que le imprime una particular elegancia. Asimismo, hay que destacar la herrería en balaustradas y rejas, magnífico trabajo del siglo XIX.

En el vestíbulo se puede apreciar la cabeza del Ángel de la Independencia que se cayó a raíz del temblor de 1957. Deforme por el impacto, quedó como una escultura abstracta.

Hoy traigo un antojo irresistible, la inminente temporada navideña ya trajo nuevamente al restaurante El Cardenal, las suculentas tortitas de bacalao y las de romeritos en unos pequeños bolillos crujientes recién horneados ahí mismo. Vamos al de la calle de Palma número 23, que nos queda a tiro de piedra. Completamos con un mixiote de flores de maguey, una verdadera delicadeza gastronómica y si le queda espacio, algo ligero, como un pescado a la talla.

A ver si todavía tienen de postre la calabaza de castilla a la que le puede agregar, al gusto, un toque de nata fresca. Como en todos los Cardenales está al frente unos de los hermanos Briz; aquí esta Jesús, lo que garantiza que la comida es siempre de excelencia y el servicio magnífico.

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