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No me interesa la fama, sólo quiero ganar dinero, dice la pugilista

Yo recibo golpes para que mis hijas los eviten: Anabel Avispa Ortiz
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de noviembre de 2013, p. a15

El boxeo es un trabajo como cualquier otro para Anabel Avispa Ortiz. Uno en el que no hay que marcar tarjeta, pero que exige tanto como el más difícil de los empleos. Todos los días empieza sus jornadas a las cinco de la mañana, corre algunos kilómetros y regresa para llevar a la escuela a sus dos hijas, Danae de nueve años, y Evelyn de cinco.

Luego vuelve a los entrenamientos. Lo hace con la humildad de quien cumple una labor como cualquier otro porque, antes que nada, dice que su función principal es ser mamá de tiempo completo y los cuadriláteros sólo son un medio para mantener a sus pequeñas.

Ortiz volvió ayer de Corea del Sur, donde defendió por primera vez su cinturón de peso paja de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) ante la local Hye-Soo Park, a quien venció con amplia ventaja, pero la Avispa no hace aspavientos por ser una campeona del mundo que sale a exponer y regresa vencedora.

Tal vez no me lo creo. Siento que no tengo nada y todos los días debo sufrir para ganar algo, dice con timidez.

Lo que encuentra en el pugilismo es sólo una fuente de ingresos y eso influye en la mirada que tiene de este deporte. Para ella no existe el brillo de la fama –volvió ayer y sólo la esperaba su familia y una televisora–, lo único que busca es ganar dinero.

No pienso en nada más que en eso para educar a mis hijas, resume.

Mi trabajo es recibir golpes para que mis hijas no los reciban nunca, dice la joven de 26 años, quien ha sido campeona del mundo en dos organismos.

Anabel se borra un poco a sí misma y resta esplendor a su título mundial, porque sólo piensa en cómo administrar los 82 mil pesos que le pagaron, estirarlos para que le rindan durante la preparación para la siguiente defensa (en febrero) y para enfrentar los gastos de la familia.

Yo me limito mucho, si quiero unos zapatos me aguanto, si deseo un pantalón, también. Siempre me quedo con las ganas porque todo lo que gano prefiero dárselo a mis hijas, comenta.

He cometido muchos errores en mi vida y me sacrifico de esta manera y me expongo a los golpes porque no quiero que ellas se vean reflejadas en mí, agrega.

Por esa meta ya aceptó volver a defender su cetro fuera de México, porque Anabel nunca ha luchado para que le traigan rivales. Ella va a donde haya una peleadora que resulte interesante como para arriesgarse.

Dice que cuando ve a otras peleadoras que han tenido una carrera más cómoda, tal vez porque funciona su imagen y puede explotarse en el mercado, se pone furiosa: Siento que ellas devalúan el boxeo femenil, engañan a la gente con sus caras lindas, y siento ganas de pelear con ellas, aunque sean más grandes, total, pactamos el peso.