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Se tituló en administración de empresas, pero prefirió seguir el deporte de los guantes

Del Tec de Monterrey al boxeo, Jessica González rompe estereotipo

Me siento a gusto desenvolverme en dos ambientes tan distintos; a lo mejor estoy a la mitad, señala la campeona mundial

No lo hago por dinero ni por presumir; esto es lo que amo, asegura

Foto
La campeona mundial Jessica González, en su visita a La Jornada Foto Erendira Palma Hernández
 
Periódico La Jornada
Sábado 23 de noviembre de 2013, p. a13

Después de titularse como licenciada en administración de empresas, en el Tec de Monterrey, Jessica González sorprendió a su familia y amigos con una decisión: su futuro estaba en el boxeo, el deporte del pueblo, siempre relacionado con la vida en barrios bravos como Tepito e Iztapalapa.

Al principio “me daba pena decir que era pugilista. Típico de cada viernes, mis amigos me decían ‘vamos por unas chelas’ y yo les respondía que no podía porque tenía cosas que hacer, pero no que me iba a entrenar box”, confiesa González al recapitular sus inicios en esta disciplina.

Convivir en dos entornos tan disparejos entre el Tec de Monterrey, donde mantener los buenos modales, la pulcritud y el buen estilo eran fundamentales, y el mundo de los cuadriláteros –ese pequeño espacio en el que simplemente la fiereza se libera y la mayoría de sus compañeros carecen de estudios profesionales– podría haber incomodado a los amigos o familia de la peleadora.

Incluso recuerda que cuando expresó su deseo de boxear, su madre le señaló que no podía ser posible porque yo era hija de familia. En los primeros meses a mi hermano no le gustaba decir que tenía una hermana pugilista, revela Jessica, quien en principio se muestra tímida, pero enseguida deja claro no sentirse a disgusto por ese cruce de ambientes y, por el contrario, la elegancia y disciplina inculcadas en su casa y escuela las trasladó arriba del cuadrilátero en su estilo de lanzar los golpes.

En la escuela, como iba gente con mucho dinero, lo veía todo bonito, los baños limpios. Luego iba al gimnasio y los sanitarios muy feos. El olor cambia, la gente también, pero yo me siento a gusto en las dos partes. A lo mejor estoy a la mitad, narra la boxeadora, quien creció alejada de Tepito, el barrio donde se forjaron ídolos como Kid Azteca y Raúl Ratón Macías.

Aprendió a lanzar con precisión

Sin embargo, sí ha arriesgado la vida en el cuadrilátero y ha aprendido a lanzar con precisión jabs y ganchos, lo que ya demostró al imponerse a peleadoras experimentadas como Irma García y Yazmín Rivas, y conquistar el título mundial interino de peso gallo del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

Ser monarca luego de haber derrotado a dos campeonas en tres meses, es sólo la primera muestra de talento que ha dado González arriba del cuadrilátero. En un estilo de doble vida entrenaba golpeando costales y peras al tiempo que estudiaba en uno de los colegios privados más caros del país.

“Estudié en el Tec con beca de 50 por ciento y esperaban que trabajara (en administración de empresas). Estuve un tiempo en Sony Ericsson, pero de recursos humanos, de becaria. Y decía, ‘híjole, creo que esto no es lo mío’, yo deseaba el box.

Tuve ofertas de trabajo, pero yo quería ser campeona, detalla la joven, quien con un vestido azul que resalta su silueta, una cabellera rizada y arreglada, así como un poco de maquillaje, muestra que la rudeza y la delicadeza no son distantes.

Su anhelo por trascender arriba de los encordados tenía dos orígenes: un verdadero gusto por el pugilismo, que se marcó en ella al ver una pelea entre dos mujeres y sentir la emoción de la ganadora, así como demostrar a su familia que también podía conseguir una estabilidad económica y profesional por sí misma.

“Mi hermana es consultora, ingeniera industrial, hace programas Sap y Oracle. Mi hermano tiene una empresa. Todos han logrado su propio negocio. Y yo no había hecho nada. Pensaba que seguramente ellos a mi edad (25 años) ya habían establecido su propia compañía y tenían más dinero.

También por eso quería destacar, porque ellos son un ejemplo para mí y no puedo quedarme atrás, confiesa en su visita a La Jornada, al tiempo que sostiene orgullosa su cinturón que es la prueba del éxito anhelado.

El gusto por los deportes ha prevalecido en su familia, desde su fallecido padre, quien antes de ser banquero firmó con la franquicia de beisbol de los Azulejeros de Tampico, así como su madre, quien antes de ser abogada practicó basquetbol, y a Jessica la llevaron a buscar una disciplina para retar las capacidades de su cuerpo.

–¿Qué tuvo de especial el pugilismo para seducirte y hacer que te decidieras a practicarlo?

–El boxeo es como un ajedrez arriba del cuadrilátero, tienes que quitarte los golpes y dar los tuyos. Mis compañeros con los que practicaba –como el ex campeón Juan Carlos Salgado– son muy rápidos y pensaba que tenía que ser más veloz para dar los golpes que yo quería. Eran retos de cada día.

“Es un deporte en el que estás solo; si te equivocas es tu culpa, no la de tu equipo. En el basquetbol al que iba me gritaban y no me sentía muy a gusto. En cambio mi entrenador, el Chamaco López es muy tranquilo.”

Señala que por el estilo de estudio tan libre que tenía en el Tec se acostumbró a un sistema de trabajo más autónomo, donde lo que realmente cuenta son los resultados.

Luego de ganar los Guantes de Oro como amateur, sólo en siete ocasiones ha subido a un encordado de manera profesional, pero ese escaso número de combates le han bastado para demostrar que su historia apenas comienza.

En agosto pasado derrotó a la campeona de la Asociación Mundial de Boxeo, Irma Torbellino García, quien para ese encuentro no expuso su cetro, al considerar que sólo sería una pelea de preparación con miras a la unificación por el cinturón del CMB.

Sin embargo, Jessica no sólo provocó un aturdimiento en Torbellino García, el público que presenció la pelea en el gimnasio Juan de la Barrera, donde incluso ya se atrevió a invitar a amigos, reconoció su triunfo con admiración. Una victoria que le valió para ser considerada retadora, y así disputar el título interino de los 53.500 kilogramos (118 libras) del mismo CMB.

En su siguiente contienda se enfrentó por el campeonato con Yazmín Rusita Rivas, monarca en la misma categoría de la Federación Internacional de Boxeo, y demostró que haber vencido a García no fue un golpe de suerte, pues también salió con la mano en alto y con el título.

Dos años de tocar puertas

Sin embargo, su éxito en el cuadrilátero no ha sido sencillo.

La falta de oportunidades para conseguir peleas se convirtió en un verdadero dolor de cabeza que deprimía a la pugilista que vive en Santa Fe. Sobre todo al tener presente que sus dos hermanos tenían cada uno su propia empresa e independencia económica, por lo que pensó en el retiro.

“Fueron como dos años de estar tocando puertas. Sentía mucha desesperación y tristeza al saber que yo tenía talento, pero eso mismo me ayudó para resistir.

Este año ya me quería retirar porque no veía la oportunidad y me sentía lista para pelear por un campeonato. Pensé: si no le gano a Irma, mejor ahí nos vemos porque no voy a hacer nada. Recordé lo que invirtió mi familia para que yo tuviera una carrera en administración y no para que ahorita esté batallando, pero de repente todo cambió, rememora.

–¿Por qué no dejar el boxeo y ejercer lo que habías estudiado si tenías ofertas de trabajo?

–Yo no lo hago ni por dinero, ni porque mi mamá diga o para que me presuma, sino porque es lo que amo. Esto es lo que me gusta, quiero ser mejor, ser una gran campeona –sentencia al tiempo que retoca con discreción su maquillaje.

Mientras cumple su objetivo de lograr el título absoluto, Jessica ya quebró el estereotipo de que sólo los buenos boxeadores son los que han pasado por la pobreza, al tener que aprender a pelear en las calles para sobrevivir.