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Ver día anteriorDomingo 10 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde otras ciudades

Madrid, infestada de basura y ratas

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La basura se acumula mientras los trabajadores de limpieza continúan en huelgaFoto Armando G. Tejeda
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as calles de Madrid se han convertido en un inmenso estercolero. La basura está regada como si fuera una inmensa alfombra de mugre, la fetidez del olor a deshecho es insoportable y ya se empiezan a ver a las ratas pulular por las aceras como un peatón más. Si bien la capital de España ha experimentado en los últimos dos años un acelerado proceso de deterioro, lo que está ocurriendo estos días con motivo de la huelga de los trabajadores de la basura –que se niegan a que mutilen la plantilla, les reduzcan el salario y les aumenten las horas de trabajo– está resultando insoportable para los vecinos de Madrid.

Caminar por la ciudad se ha convertido en un deporte de alto riesgo. Ahora no sólo hay que tener cuidado de los coches, las motos y los vecinos crispados por la pésima situación económica del país, sino que ahora también hay que dar pasos con extrema precaución para evitar pisar un deshecho orgánico, un pañal usado o de plano darse de bruces con una rata hambrienta que devora como puede el festín de basura que inunda a la ciudad.

El origen del problema que tiene infestada de basura a la ciudad que gobierna Ana Botella, esposa de José María Aznar, es precisamente uno de los estandartes de la derecha española: la privatización de los servicios públicos. Así se hizo con la basura de Madrid, que hoy la gestionan las empresas Cespa (Ferrovial), Valoriza (Sacyr), OHL y FCC-Alfonso Benítez. En conjunto, estas empresas –que viven momentos de incertidumbre por la crisis económica– pretenden suprimir de un plumazo mil 134 puestos de trabajo de un total de seis mil. Y los sindicatos y trabajadores dijeron basta a los despidos masivos y a los recortes.

La alcaldesa, desde su palacete de la glorieta de Cibeles, anunció que ella no piensa intervenir. Y mientras tanto la basura se sigue acumulando, el olor contamina aún más el aire urbano y las calles se hacen cada vez más peligrosas para un viandante cualquiera.

Armando G. Tejeda, corresponsal