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Pierde lo invicto en Las Vegas

Recibe el Canelo lección de boxeo

Mayweather, campeón superwelter del CMB

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Floyd Mayweather Jr. conecta a la cara de Saúl Canelo Álvarez en el tercer roundFoto Ap
Periódico La Jornada
Domingo 15 de septiembre de 2013, p. a31

Las Vegas, 14 de septiembre.

A Saúl Canelo Álvarez lo arrasó un ciclón llamado Floyd May-weather. No tuvo tiempo de ver quién le arrebató lo invicto y con él se llevó también los cinturones superwelter del Consejo Mundial de Boxeo y de la Asociación Mundial de Boxeo. Perdió el pelirrojo y por decisión dividida, aunque parezca un mal chiste, porque el tapatío quedó reducido a astillas ante un peleador descomunal.

Saúl Álvarez estuvo frente a un crucigrama que no pudo resolver. Si esperaba, le presionaban, si avanzaba se le escapaban. Cómo pegarle a quien no está, porque Mayweather desaparecía ante los golpes lentos del mexicano.

Álvarez, tal vez, estudió mucho a un rival que esperaba se la pasaría eludiendo el combate. Pero no fue así, desde el primer momento Mayweather, de 36 años, salió a buscar el contacto, ante un joven de 23 que no sabía cómo actuar ante lo imprevisto.

El primer golpe del Canelo fue una zurda que no llegó a ninguna parte. Ese primer intento fallido sería el resumen del resto de la pelea. Pero a pesar de todo Álvarez planteó bien la estrategia en los primeros asaltos: no se precipitó a imponer su fuerza y se mantuvo cauto, con la intención de golpear abajo y atento a la velocidad del contragolpe. Pero sin duda, Mayweather era el rey de la noche.

Canelo mantuvo su plan y esperaba el momento oportuno para conectar al rival, pero Mayweather también se soltó y de forma gradual empezó a imponer su ritmo. La pelea empezaba a convertirse en el número que nadie mejor que el Money sabe montar: control absoluto de la distancia y velocidad imposible. Y hasta ahí, Canelo se mostró con inteligencia.

Saúl Álvarez alcanzó a conectar a Mayweather, pero los guantes del estadunidense eran como aguijones insistentes que iban y venían. Al término del tercer asalto, el Canelo ya acusaba los golpes en el pómulo izquierdo.

A partir de ahí empezó la clínica de boxeo. Saúl perdió la paciencia ante el adversario invisible. Mal hecho. La desesperación lo paralizó, lo hizo más lento y cada vez empezaron a entrar y salir más golpes de todas partes. El rival en ese momento era la cadera de Mayweather, sobre la que se balanceaba artísticamente un verdadero demonio. Quien está montado en ese mecanismo de combate parece invencible.

Y Floyd Mayweather empezó a pelear con otros artilugios. Al finalizar cada episodio, lanzaba una mirada que atravesaba la carne del joven pelirrojo, durante los intercambios se reía burlón, abría la guardia o se esfumaba con tanta rapidez que el mexicano parecía que podía irse de bruces por su propio impulso.

El Canelo ya había perdido idea para el quinto asalto, no hizo lo que le estaba saliendo bien y empezó a buscar al rival que nunca está en donde estuvo un segundo antes. Dejó de tirar ese jab que parecía podía contrarrestar a Mayweather, y ante el embate incontenible a veces quedaba tieso contra las cuerdas, donde el estadunidense podía meterle toda clase de golpes y combinaciones. Alcanzó a meterle una izquierda sólida a Mayweather, pero éste devolvió el ataque con una sonrisa, para después recetarle el uno-dos de pizarrón.

Mayweather no huyó, como esperaban tal vez en la esquina del Canelo, por el contrario, seguía dejando atónito a su adversario al buscarlo para entrar en la pelea. Aunque de pronto Saúl le metía una derecha volada, que seguro lo cimbraba, salía de inmediato por algún costado como si no hubiera pasado nada.

Mayweather le contectaba uppers hasta en medio de la guardia, porque a quien tenía enfrente era a un niño que ya no sabía cómo resolver el entuerto en el que él mismo se había metido. El Canelo no sólo estaba desesperado de que ya nada le salía, sino además estaba agotado.

Los asaltos finales fueron una exhibición del mejor boxeo de defensa y ataque resumido en un solo hombre y la inexperiencia de un joven que pensó que este era su momento. No lo fue. El Canelo perdió todo en una noche ante un peleador que apenas podía ver.

Al final del combate Saúl Álvarez estaba desconcertado y parecía a punto del llanto por la impotencia.

No lo pude agarrar; sus golpes no eran poderosos, nunca me lastimó, dijo con el rostro hinchado y rojo por el castigo. Debe haber alguna manera para ganarle, alcanzó a titubear. Pero esa clave el Canelo nunca la tuvo en sus guantes.