Opinión
Ver día anteriorMartes 10 de septiembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nuestra tragedia persistente
H

ace 15 días, al señalar en estas páginas a Enrique Peña Nieto como falsificador de nuestra historia, al mostrar su interesada mentira, comenté que los más reconocidos estudiosos de la historia del petróleo en México y del gobierno de Lázaro Cárdenas demuestran el irreductible nacionalismo económico de aquel gobierno y varios de ellos (como mis maestros Arnaldo Córdova, Adolfo Gilly y Rolando Cordera) han rechazado, en La Jornada, la insultante mentira de Peña Nieto.

Lorenzo Meyer va más allá. No podía ser más oportuna la publicación de Nuestra tragedia persistente: la democracia autoritaria en México (Editorial Debate). La radiografía de la clase política y de la fallida transición, de la falsa democracia en que vivimos, es certera, despiadada, contundente y bien fundamentada. El profesor Meyer se reconfirma como uno de los más lúcidos analistas de la realidad nacional, fincado en su profundo conocimiento del pasado. Pero el tema de estos días es el petrolero y pocas voces tan autorizadas como la de Lorenzo Meyer para recordarnos de qué se trata, qué es lo que quiere hacer una clase política cada vez más reducida y ensimismada, cada vez menos representativa.

Lorenzo Meyer nos recuerda algo que conoce muy bien (véase Las raíces del nacionalismo petrolero en México) y que Lázaro Cárdenas señaló, palabra por palabra, en su manifiesto a la nación del 18 de marzo de 1938: cuán pequeño fue el beneficio que dejó a México el petróleo en manos de las empresas extranjeras y por qué los hidrocarburos son, para los mexicanos, algo más importante que un recurso natural: un elemento que en buena medida y durante más de un siglo, ha determinado la relación política y económica de México con los grandes poderes, en particular con la potencia hegemónica de nuestro hemisferio.

La trascendental decisión de Lázaro Cárdenas, que llevó al Estado a asumir enteramente la propiedad y el manejo de los hidrocarburos, mostró también a los propios mexicanos sus capacidades y que un nacionalismo a la vez defensivo y constructivo era un buen camino para ganar y mantener el respeto de los otros y el propio. Eso fue lo que se ganó para México aquel 18 de marzo, algo que va más allá, mucho más allá del manejo de un recurso natural. El libro también hace un certero diagnóstico de la situación a que han llevado a Pemex la incapacidad y voracidad de una clase política sin visión de Estado (de la que forma parte la corrupta cúpula sindical).

Quitar a la gran empresa estatal todas sus utilidades e incluso endeudarla para dejarla en números rojos y mantener la impunidad del sindicato y obligarlo a firmar contratos con favoritos del gobierno en turno pareciera una locura, o bien calculada estrategia, que busca dos metas: a) proporcionar al gobierno federal los recursos para comprar la paz social y política sin tener que recurrir a una reforma fiscal y b) sentar las bases para hacer inviable a Pemex y en consecuencia, volver inevitable una reforma energética que abra el petróleo mexicano al capital privado nacional y extranjero.

La irresponsabilidad de los sucesivos gobiernos en materia petrolera se explica con detalle y fundamento, hasta mostrarnos el desastre de la empresa. De tal modo que más que irresponsabilidad, sus decisiones se revelan como parte de un proyecto de largo plazo de la derecha (en un capítulo anterior se define con precisión a la derecha), que no difiere gran cosa del instrumentado hace más de 100 años por la oligarquía porfirista.

Termino: no es esto una reseña, es sólo una invitación para leer este libro indispensable, leerlo ya y actuar en consecuencia, pues el libro también presenta y explica la viabilidad de la alternativa nacionalista para enfrentar la crisis de Pemex.

Pd uno: Retomo su definición de Iturbide, breve e impecable, con dedicatoria a los desmitificadores que falsifican: su honradez no pasa ninguna prueba histórica.

Pd dos: Acaba de realizarse un merecido homenaje al doctor Alfredo López Austin, a 40 años del primero de sus libros indispensables. Si hemos tratado en estas páginas algún tema que nos avergüenza como universitarios, siempre es bueno recordar que la Universidad es la Universidad gracias a la inteligencia, la profundidad y la generosidad de sabios como don Alfredo.

Pd tres: Al entregar este artículo, seguía en la cárcel el profesor Alberto Patishtán. En cambio, se pasean libremente Mario Marín, Arturo Montiel, Genaro García Luna y Carlos Romero Deschamps. Esa es la justicia en México.

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Twitter: @salme_villista