Opinión
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Astillero

EPN, fantasmal telefonía

Rousseff y Obama, en persona

Obstrucción auditiva contra CNTE

Plantón gubernamental

Foto
EN CIRCUITO INTERIOR. Agentes de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal y de la Policía Federal interceptaron el avance de los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) hacia el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Sin embargo, el bloqueo a los accesos de la terminal aérea duró más de ocho horasFoto Alfredo Domínguez
N

o da lustre al gobierno mexicano, ni a quien formalmente lo encabeza, el presunto desahogo telefónico que en San Petersburgo se ha hecho de un asunto que en Brasil se ha asumido con extrema gravedad y en Méxi­co roza los linderos de la tragicomedia: el espionaje estadunidense de las actividades de la presidenta de aquel país y del mexiquense que entonces era candidato en vías de hacerse del poder nacional.

El desdoro del ocupante del poder mexicano y de su administración ni siquiera proviene en sentido estricto solamente del hecho en sí del espionaje sino, aún peor, de la caricatural y blandengue respuesta asumida por el equipo priísta y por el explicable trato distinto que el poder de las barras y las estrellas ha dado a los dos involucrados en esos fisgoneos: Obama atendió personalmente el asunto con la presidenta sudamericana, Dilma Rousseff, haciendo espacio en la cargada agenda de la reunión del G-20 para tener una reunión informal, mientras a Peña Nieto lo confinó a una indemostrada comunicación telefónica, breve y cordial, según los informantes mexicanos. En términos de racionalidad política es absolutamente explicable la disparidad en ese trato: la brasileña ha suspendido el envío de un equipo preparatorio de su viaje a Washington el 23 de octubre, ha clasificado el espionaje gringo como violatorio de la soberanía nacional y mediante terceros alienta que haya disculpas públicas de Obama a Brasil y a su presi­denta. Peña Nieto, por su parte, se conforma con que le tomen, según eso, una llamada telefónica.

Sabidamente imperito en la lengua inglesa, Enrique Peña Nieto habría tenido en la ciudad rusa un diálogo telefónico (¿mediante traductor?) con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con quien se habría de cruzar en diversas ocasiones durante la sesión del G-20 a la que asistió el mexi­cano. En ese extraño lance de presunta habilitación telefónica de un diálogo que no pudo hacerse personalmente entre personajes que compartieron la misma sala durante horas, el ni siquie­ra ligeramente ofendido (EPN ha dicho que no tiene mayor apuro sobre el tema, según reportó EFE: http://bit.ly/17CsrIp ) habría recibido un aéreo ofrecimiento de que se indagará el caso del espionaje cometido por la Agencia Nacional de Seguridad del país imperial. También había adelantado EPN que buscaría un encuentro, aunque sea casual o informal con el residente en Washington, lo que tampoco se logró y apenas quedó en un fantasmal contacto telefónico del cual no ha quedado mayor constancia o verificación que una manio­brera difusión unilateral impulsada desde el equipo de prensa de Los Pinos.

Es lamentable, pero, sobre todo, sugestiva, la minusvalía política de una administración nacional que no recibe un trato atento ni siquiera en un trance que es abiertamente desventajoso para la Casa Blanca. El embajador de Estados Unidos en México no ha atendido el citatorio que le hizo la cancillería para fijar postura respecto al espionaje en mención y el principal espiado –quien así pareciera haber sido pillado en circunstancias nega­tivas en la cuantiosa pesca gringa de información confidencial mexicana– ni siquiera se atreve a calificar en sus términos la intervención tecnológica estadunidense (EPN da rodeos, con descafeinada visión legalista, sin pedir castigo para los espías, sino explicaciones), ni se da por ofendido, ni consigue que el victimario le atienda personalmente sino, según eso, por grabable vía telefónica, la menos indicada para tratar asuntos serios o importantes cuando las partes están a unos metros de distancia. ¿Así será México defendido en conflictos derivados de, por ejemplo, la letra chiquita de la reforma energética, frente a colosos corporativos extranjeros bien apoyados por los gobiernos de los países partícipes del gran negocio?

A la hora de cerrar la presente entrega continuaban emplazadas las fuerzas policiacas y los profesores de la CNTE en las inmediaciones del aeropuerto capitalino. En Gobernación se reali­zaban distintas tandas de aparente negociación que, en realidad, constituían una variante de los plantones y las obstrucciones que los maestros en lucha deben rea­lizar en las calles, pero los funcionarios gubernamentales instalan en sus salones.

Ya ni siquiera se realizaba ayer un esfuerzo de simulación como el que en días pasados reunió a representantes de los mentores y a altos funciona­rios federales en mesas de presunto diálogo que no llegaron a ningún acuerdo, porque las intenciones oficiales pasaban solamente por la generación de apariencias de atención a los profesores y la obtención de tiempo político mientras en las cámaras se cumplía con la instrucción peñista, apenas modificada en algunos puntos menores conforme a sigilosas negociaciones privadas.

Ayer, a pesar de que los profesores plantados en las vías de confluencia hacia las instalaciones aéreas exigian diálogo con el ocupante de Los Pinos, en demanda de que vete las reformas legis­lativas ya aprobadas, o cuando menos con el secre­tario de Gobernación, el peñismo apenas ofreció que las pláticas se realizaran con un director de tercer nivel en el organigrama de Miguel Ángel Osorio Chong, en seguimiento de la decisión superior de dar por terminada la etapa de discusión o entendimientos con esos profesores y dejando todo a merced de las presiones exacerbadas que reclaman mano dura contra los obs­tructores viales, y de los arre­glos finales que incluyen cierta benevolencia provisional de Gabino Cué hacia los oaxaqueños, que son la columna vertebral del movi­miento nacional, pero con la instrucción implacable de seguir adelante con el refor­mismo, cueste lo que cueste.

Y, mientras este domingo vuelve AMLO al Zócalo capi­talino, en el marco de una protesta masiva que tendrá múltiples lecturas y consecuencias (aunque el secretario de gobierno de Mancera, Héctor Serra­no, enturbia las aguas condicionando ese mitin moreno al retiro de carpas de la CNTE), ¡hasta el próximo lunes!

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