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El Apocalipsis según Del Paso
El Apocalipsis según Del Paso
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En la embajada de México en París Foto: Jacqueline Colde/ archivo Del Paso
Élmer Mendoza
Encontré al maestro Fernando del Paso escuchando un reloj. Quizá recibiría un premio en los siguientes minutos o daría la vuelta al parque en ochenta viernes. Un hombre pálido nos observaba. Maestro, ¿es el reloj de Olmütz? ¿Lo reconociste por la hora? Sí, son las siete; ¿sabe una cosa?, soñé que usted escribía el libro de las cuatrocientas mil páginas. Sonrió. Es una maravilla, cuando no trabajo en él se escribe solo, quiero decir, por sí mismo. Órale. Es, cómo expresarlo, como la memoria de Carlota que soñó un “oscuro diario de veintidós mil días que se transforman en veintidós mil noches”. Era incapaz de olvidar, según recuerdo. De olvidar su época, números hechos y múltiples espacios del mundo, y también palabras que nunca escuchó ni mucho menos pronunció, “la memoria viva de un siglo congelada en un instante”. Qué cuero esa Carlota, ¿no? Más bien, “tenía buen lejos”, tan inteligente como Cleopatra pero con menos suerte. Pa’ mí que a las dos les gustaba el rocanrol, no diga que no, aunque por ahí ella afirma que se queda “en sueño con los ojos abiertos”, con su pubis de nido de arañas, agregaría más adelante. ¿Crees que haya sido lectora de Xavier Villaurrutia? Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera. Pienso que sí, y también de Gilberto Owen: Me quedo en tus pupilas, sin convite a tu fiesta de fantasmas, ¿se acuerda? Yes en inglés. Oui en francés.
Palabras soñadas durante la lectura:
poriñaritu. Arrimancera, rodaballo
Fernando del Paso es un creador de personajes. Carlota es un nombre, el nombre de una mujer que quiso ser la emperatriz de México, o de la mujer de Maximiliano, fusilado en el Cerro de Las Campañas el 19 de junio de 1867. Eso decían los profesores o mis mayores, y cantaban la canción de las narices de pelota. Del Paso la convirtió en el personaje más vibrante y aglutinador de la literatura mexicana contemporánea en Noticias del Imperio, que celebra veinticinco años de su lanzamiento. Dicen que es una novela barroca; puede ser, sobre todo por el manejo copioso de hechos, personas, armas y lugares que son parte de la cultura: Strauss, Matternich, Napoleón, Juárez, Pío Nono, Victor Hugo, Sisi, José Zorrilla, Mariano Escobedo, Schönbrunn, Versalles, Miramar, Tullerías, Chapultepec. Sin embargo, la veo completamente echereana, quiero decir, que algunas de las claves de su genialidad radican en la combinación entre los estático y lo dinámico. Los hechos históricos forman las edificaciones, escaleras, ventanas y exteriores donde los personajes suben, bajan, vuelan, huelen e impactan nuestros pensamientos y emociones. La conjunción de ambas sensaciones provoca que se tome fácilmente como un detallado libro de historia unido a extraordinarias combinaciones de espacios, personajes, objetos, animales, frutas y bebidas citados uno tras otro sin que se requiera precisión de fechas o lugares en donde pudieran haber ocurrido. El barroco posee un ritmo narrativo que monopoliza el autor; en Noticias del Imperio, ese ritmo corresponde a ese género literario.
Me rebasó frente al Ojo de Liebre en la Baja Mil, maestro. No me interesaba ganar esa carrera, pero la encontramos cuando hacíamos un viaje familiar a Nueva York y sólo tuvimos esa opción. ¿Pasó por Nueva Orleans? Las huellas de Juárez no me dejaban dormir, ni sus manos impregnadas de nicotina, ni su cabeza. Era obstinado: me contó cómo consiguió que lo llamaran Don, de la cantidad de gente que le pidió que indultara a Maximiliano y del insoportable líquido que le vertían en el pecho al final de su vida. ¿Y bailó en la Guelaguetza? Mira al señor de traje oscuro, ve cómo observa su reloj, ahí radica su corazón y también el archiduque. Me gustó Max cuando fue a Funchal, la primera ciudad europea fuera de Europa, con más de quinientos años de historia desde su fundación. Allí murió Sisi. También en Cuernavaca se veía animado. ¿Y en Orizaba? Más fatal imposible. Oiga, su Benito Juárez es muy listo, ¿no? Bueno, tenía una idea de él, pero conforme avanzaba en la investigación lo fui comprendiendo y puedo decir que ahora lo aprecio más. A la mayoría de los que hemos visto viajar por sus páginas nos ha llegado al corazón; siempre lo percibo fumando un puro, correctamente vestido y muy peinado, conversando con su secretario. Fue un hombre de amigos. Y de suerte, no diga que no, y quizá como Carlota también tenía un mensajero áulico. Más bien buen jinete. Lo hubiera puesto en una mula, como a Blasio. Te prometo que hice lo que pude.
Cada nombre, cada edificio, cada fusil, cada actitud y cada churretera juega en Noticias del Imperio. Uno pasa de los hechos a la ficción con sólo parpadear. Las palabras no ocultan intenciones como en el Barroco, son claras y su significado no requiere comprobación. Nada de retorcimientos o claroscuros. No hay pérdida de sentido en el discurso literario de Fernando del Paso; cada expresión está en su sitio y, como pocas veces, se experimenta la emoción de la sorpresa, el aprendizaje o el hallazgo. Hay una estética valorada por el ritmo con que esos nombres de personajes, barcos, palacios, estaciones, enfermedades y lejanías se van tejiendo en la imaginación como un espejo convexo. Del Paso cuenta todo y consigue una intervención de la memoria absolutamente efectiva. Las partes estrictamente históricas están escritas en tono de novela; por ejemplo, la del sitio de Querétaro, donde Maximiliano fue tomado preso y fusilado. Utiliza un close up en el fusilamiento para que podamos ver a un creyente que desayuna caldo de pollo y reparte monedas entre el pelotón para que no le tiren a la cara.
Llegó el cerrajero y le dio la llave de la Biblioteca Británica donde mucho tiempo después David Lodge practicaría su sardonismo. La cantidad de fuentes de información que debí consultar fue inmensa y cada vez que fue necesario di créditos. Les comenté a los batos de Google y lloraron, dijeron que sentían mucho no haberle sido útiles, quedaron en invitarlo a almorzar pero les dije que no: sólo comen hamburguesas y papas fritas que se bajan con cocas. Demasiado sibaritas para mi gusto. Si lo leyeran quizá tomarían alguna idea de los banquetes del Palacio Imperial: “mouse de aguacate con trozos de queso blanco y pimiento rojo”, o podrían enamorarse de la madre Eugenia de Montijo. Son chicos de gustos extraños. La que está que nomás tienta es la princesa Salm Salm, hasta dan ganas de invitarla al cine. El cine lo menciona Carlota cuando le enumera los nuevos inventos a Maximiliano. Les hubiera encantado El rey león, la bicicleta, la bacinica con música, preludio de los retretes japoneses. ¿Cree que haya leído a Julio Verne? Es probable, la primera novela de Verne apareció en 1863 cuando ella tenía tiempo para leer. Pobres, se creían indispensables, a poco no. ¿Tú qué crees? Maestro, ¿se echó sus tragos con los Rollings cuando vivía en Londres? Nomás con Mick Jagger. Órale.
Palabras: astrolabio, gutapercha, gualdrapa
En esta novela el manejo del tiempo se ajusta al principio echereano de fijomóvil. Los capítulos en donde cuenta la época y vemos a Juárez, a Forey, a Bazaine, a Napoleón III, a Maximiliano, al grupo de mexicanos que busca un príncipe para México y una extensa cauda de personajes, se ubica en tiempos y espacios muy definidos. Señala actos que van desde 1861 a 1872, cuando la Intervención ha concluido y ocurre la muerte de Juárez. En los capítulos denominados “Castillo de Bouchout, 1927”, escritos en primera persona para la voz de Carlota, tanto el tiempo como el espacio son producto de la imaginación enferma del personaje que genera un mundo a su medida y le aclara el recuerdo de Maximiliano: “Para echarte en cara todas tus mentiras es que cada noche viajo hacia atrás en el tiempo”, afirma Carlota, que vivió hasta 1927. Sin duda, esta libertad, que jamás pierde coherencia puesto que se mencionan hechos ocurridos antes y después de ese año, es uno de los recursos más efectivos del discurso del maestro y, a mi parecer, una de sus enseñanzas más significativas.
Durante 3 mil 666 días le ató los sueños, la boca, las palabras y las reacciones febriles a María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina de Bélgica. La hizo decir: “Desciendo del castillo en el que vivo, que es mi cabeza, desciendo de un palacio tan grande como el universo, con puertas y ventanas que se abren a toda la historia y todos los paisajes, desciendo y salgo por mi boca y mis oídos, y me asomo a mis ojos, afloro a mi piel, sólo para darme cuenta de que estoy encerrada en un mundo que me ahoga.” Al final se valió del Caballo de Troya, no diga que no. 3 mil 664 días utilizó para vencer la soledad de Pablo Benito Juárez García y esculpirle el busto definitivo que encontramos en todas las plazas de la República Mexicana. 3 mil 662 días pasaron y no se atrevió a embalsamar de nuevo el cadáver de Maximiliano Fernando José, archiduque de Austria: “ligero hasta la frivolidad, errátil hasta el capricho, incapaz de constancia, irresoluto, obstinado...” y, bueno, adorado por las queretanas hasta el delirio. Maestro, en aquel tiempo sobrevivió a varias ventanas y dio largos paseos por el Palacio de Buckingham y por el cuidado jardín de la Maison du Mexique en París. ¿Cuántas veces fue a Viena a conversar con los inventores del cuernito? No muchas, escribía más o menos tres horas al día y dibujaba, el dibujo es un arte que me relaja; también escribía sonetos. ¿Conoció a Brigitte Bardot? No, Socorro la encontró una vez recogiendo gatos muertos por Saint-Germain-de-Prés, pero nada más. París es una ciudad descarada. Sólo en los restaurantes españoles.
Palabras soñadas: Lacroma, Calpulalpan, Golkonda
Para un narrador que busca, Noticias del Imperio es una revelación, sobre todo el monólogo de Carlota, que en partes es una larga misiva a la nada, quiero decir una minuciosa reflexión del contacto humano y físico que la rodeó, y en otras, un diario íntimo que expresa la parte compleja del personaje. Ambas perturbadoras. Del Paso nos entrega una Carlota que sabe e imagina, que arma y disloca, que nombra. Todo en un ritmo constante y dinámico que contribuye a dar perfil a un personaje fuera de sí, en contraste con la parte histórica cuyo ritmo atemperado e impotente; como él afirma, construye “un mundo novelístico autosuficiente”. El ritmo es un elemento que consigue proyectar a Carlota como un personaje inasible, cuya poderosa voz toma lo que encuentra, en primer término al lector atento y en segundo al escritor minero, ése que horada la oscuridad en sus búsquedas. Desde luego, el tejido de los diálogos es una potente propuesta de estilo, aspecto que los de la generación posterior pudimos tomar y proyectar.
Puerto de Veracruz, llegada de Carlota y Maximiliano,1864. Imagen tomada de: memoriapoliticamexico.org |
Maestro, aposté que usted enseñó a Salvador Novo a crear frases publicitarias y gané. Las ludopatías deberían tener un santo. Su hijo no quiere, dice que no apreciamos sus películas. Respétenlo, es un chico muy simpático. ¿Por qué puso a Maximiliano tan llorón? Para que no lo quisiera Platón. Raúl Cervantes Ahumada tuvo un amor platónico con una tataranieta de Castagny, aquel francés que salió huyendo a todo galope de Culiacán, ¿se acuerda? ¿Cómo fue eso? Se la echó al plato. Ah. Soñé a Carlota que decía: “Por los sueños no pasa el tiempo.” No me digas. Bichita, como Luisa María la echó al mundo el siete de junio de 1840. ¿Y? Pensé en la de horas que usted y doña Socorro pasarían con ella, tan demandante, terca e imprevisible; Leonor piensa que hasta la sentaron a su mesa y aunque usted probó los chilaquiles que ella se comería, igual los rechazó. Lo más difícil fue cuando no nos dejaba dormir, llenaba la habitación de lamentos y conminaba groseramente a Maximiliano: “Cómo te hubiera gustado, sí, Maximiliano, que yo te abriera las piernas una y muchas veces más para satisfacer tus deseos inmundos. No lo hice, y no me envenenaste la sangre, pero bastó que te conociera, bastó que te amara alguna vez, para que envenenaras mi vida.” Órale, ¿y el bato lloraba o se peinaba la barba? La ignoraba. Debe haber sido un tiempo difícil. Hay desprendimientos que no tienen reserva y Carlota fue uno de ellos. Lo bueno es que ya se fue. ¿Quién dijo eso? ¿No? Pues atraviésele un busto de don Beno y a ver qué pasa. Lo pensaremos.
Palabras soñadas durante la relectura:
volován, foi gras, fondiú, gabacho
En el siglo XIX acusaban a Alejandro Dumas de violar la historia en novelas como Los tres mosqueteros que desarrolla personajes históricos, y él respondía sin recato: Sí, la he violado pero le he hecho un hermoso hijo. Nunca he escuchado que digan eso de Fernando del Paso, que confiesa fundamentarse en Rodolfo Usigli, Jorge Luis Borges y Gyorg Lukacs, y trata de “conciliar todo lo verdadero que pueda tener la historia con los exacto que pueda tener la invención”. Los lectores de novelas históricas que conozco que han recorrido las páginas de Noticias del imperio confiesan tan fuerte fascinación por el sagaz tratamiento literario, que dejaron de lado la precisión de los datos, que se perciben prontamente como instrumentos de emoción, sin importar su variedad; porque, como escribió Jaime Labastida, el autor asumió en su condición de creador “la dura prueba de escribir con una voz exacta”, que sería la precisa combinación de las voces desarrolladas a lo largo de la novela, desde el pregón y el torbellino vocal de Carlota, hasta la matización política de las palabras de Benito Juárez, tan orgulloso de sí mismo. Y son estas voces diversas la guía principal en la narrativa de Del Paso, donde la modernidad no tiene límites.
Qué buena rolita “La paloma”, ¿no, maestro? Es hermosa, sí. Debe haberse venido la Carlota con ella, no diga que no. Le gusta mucho. La he escuchado con Nana Mouskouri y está criminal; hace un par de años, Andre Rieu la tocó en el Auditorio Nacional y pude ver a Carlota, a Concepción Sedano, a Félix Salm Salm y al general Escobedo orinándose a gotitas. Había una corriente de habaneras hacia el mundo. Dice usted que bailaban valses y mazurcas. Maximiliano pensaba demasiado en divertirse. Y luego se iba a los Jardines Borda de cacería. Cazaba mariposas sin red. ¿Se imagina si hubiera encontrado a los de la Marina? Bueno, él era marino. Para mí que le ponen los ojos negros de Santa Úrsula antes de tiempo, ¿y este bato? Señalé al hombre de traje oscuro. El maestro volvió a su reloj. Siguen siendo la siete. Ésa que viene llegando, ¿es Carlota? Es Pepita Peña. Órale, está bien potable, con razón Bazaine se resistía a salir de casa. La historia no es tan caprichosa, ya ves que después lo ayudó a escapar. Sí, pero usted puso puras viejas buenas, con razón Maximiliano no se quería regresar. No exageres. Esa Esperanza que aparece en Querétaro es especial, ¿verdad? Bueno, la belleza siempre es especial. Y de qué manera, ¿no?
Palabras soñadas: Pelargonio, Kolubara, Gödöllö
El interés que despierta Noticias del imperio en su cuarta parte final, la que tiene que ver con la caída del imperio y el proceso de Maximiliano, es doctoral, muy documentada, e incluso nacionalista. Muchas páginas con aire histórico, incluso el monólogo de Carlota se enriquece sin perder su funcionalidad. Sin embargo, jamás los personajes históricos dejan de ser personajes literarios. El tejido de expresiones provenientes de citas y las naturales de novelista nos conducen de un punto a otro con la certeza de que estamos en una novela. Fernando del Paso nos muestra cómo las palabras son las que tienen el poder, sin importar su ámbito, y es el ritmo el que comanda la narrativa.
Maestro Del Paso, gracias por mostrarme el camino, nunca olvido cuando me dijo: Hay que tomar el toro por los croissants. El señor de traje oscuro mira su reloj y ha tomado una decisión. Noticias del Imperio es alucinante, en la relectura me volvió a atrapar, para mí que Carlota secuestró al hijo de Lindbergh. Viene hacia nosotros. No se preocupe, ahorita le parto su madre al bato. No escuchó el reloj. ¿Puedes ver la hora? Son las siete y uno, maestro. Exacto, deja que se aproxime, y en cuanto a lo que hemos conversado: intenta ser maestro, nunca te perdonaría que fueras siempre discípulo. Ándese paseando, al cabo no me deja la vara alta, ¿eh? El tipo llegó, era transparente, con una m bordada en la solapa. El toro por los cuernos, no lo olvides, y de esto no te preocupes, este señor es el notario de la corte, sólo voy a certificar la muerte del emperador. ¿Qué? Pero, acaso sus estudios de medicina... Su traje era antiguo. Su reloj de leontina. Nos pusimos de pie, el maestro con un pequeño maletín que no había notado. Las manecillas del reloj se desprendieron. Lo siguió. Dejaron un sonido gelatinoso, como el de los besos pensados. Chale.
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