Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 11 de agosto de 2013 Num: 962

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

De sueños, puertas
y bolas de cristal

Adriana Cortés Koloffon entrevista
con Cristina Fernández Cubas

Jaime Gil de Biedma: homosexualidad,
disidencia y poesía

Gerardo Bustamante Bermúdez

Manuel González
Serrano: misterio,
carnalidad y espíritu

Ingrid Suckaer

Un sueño de Strindberg
Estela Ruiz Milán

Un Ibsen desconocido
Víctor Grovas Hajj

Casandra, de Christa
Wolf, 30 años después

Esther Andradi

El río sin orillas: la fundación imaginaria
Cuauhtémoc Arista

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Alonso Arreola
@LabAlonso

Al son de la Negra Graciana

“Para mí éste ha sido un sueño. Gracias a dios he andado bastante y he conocido muchos lugares, bendito sea Dios y María Santísima.” Son las palabras de la Negra Graciana en un homenaje organizado por el barrio de la Huaca hace cinco años. (Sí, hablamos del mismo barrio donde nació otra grande de nuestra música, otra morena: Toña la Negra.) Aquella noche, Graciana le contaba a la gente sobre sus andanzas por Bélgica, Holanda, Inglaterra, España, Portugal, Alemania, Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Cuba y otros países más. Orgullosa más que jactanciosa, no dudaba al afirmar –tierno error de juicio– que era la única veracruzana en ser reconocida musicalmente en el extranjero. Sin embargo, no había podido ganar buen dinero. “Yo lo único que quisiera es que las autoridades me hicieran un homenaje cuando menos en vida”, le confesaba a una reportera poco tiempo antes de morir. Porque sí, lectora, lector, hoy le dedicamos estas letras a la Negra Graciana debido a su reciente fallecimiento.

“Las notas se me quedaban en el sentido y medio aprendí a bordonear y esas cosas”, contaba cuando se le preguntaba cómo fue que aprendió a tocar el arpa. Siendo niña, uno de sus hermanos tomaba lecciones y ella las aprendía a la distancia para luego tocar el instrumento a escondidas. Criada entre sones, no necesitó pulir su técnica ni refinar su canto para engendrar un personaje sólido. Mucho se dice sobre su andar en los bares, portales y el malecón del puerto jarocho “pasando la gorra”, regalando sonrisas a propios y extraños, improvisando décimas mientras su nombre crecía de boca en boca. Fue a principios de los noventa que se encontró con Eduardo Llerenas, fundador del sello Corason, productor y descubridor de innumerables talentos. Con él entró por vez primera a un estudio de grabación. Así nació el disco La Negra Graciana, sones jarochos con el Trío Silva, su boleto de entrada a los festivales de Europa y Estados Unidos.

Para algunos jaraneros, Graciana representa una de las formas más comerciales del son veracruzano. Un sonido de marisquería ejecutado por hombres de blanco con paliacate rojo y sombrero urbano. Pero nos parece una crítica excesiva. Para otros, su nombre infunde respeto más por su condición de mujer en un género dominado por los varones, que por el timbre de su voz o su destreza en el arpa. Con ello estamos más de acuerdo, aunque su talento fuera innegable.

A este respecto vale la pena subrayar que ella misma dijo que nunca había aprendido a tocar del todo bien; que prefería interpretaciones menos explosivas, un poco más lentas, que llevar el arpa a una posición solista. Pero la acariciaba con gracia y solvencia. Su oficio era de los que conmovían. Eso lo supieron quienes la escucharon en concierto al lado de su hermano Pino, líder de su grupo, con quien grabó La Negra Graciana en vivo desde el Theatre de la Ville, París, en 1999.

Nacida como Graciana Silva García en el municipio de Medellín de Bravo, Veracruz, la Negra tuvo ocho hijos en dos matrimonios. Si dedicarse a un instrumento musical es algo de por sí demandante, con semejante prole debió ser un reto mayúsculo. Posiblemente allí esté también el porqué de una discografía tan breve. Muerta a los ochenta años de edad, podemos decir que estuvo en activo casi hasta el último momento de su vida. Todavía en el pasado encuentro de jaraneros de Tlacotalpan, el día de la Candelaria, estuvo presente cantando. Muchos medios dijeron que su muerte fue a los setenta y cuatro años, pero fue porque confiaron en los errores de Wikipedia. La mejor fuente para conocer su biografía es un trabajo fílmico dirigido por Carlos Saldaña: Tu memoria, nuestra tierra… Documental sobre la Negra Graciana. Allí se halla la entrevista más larga con ella y con quienes tenía más cerca. Además incluye partes de su notable conversación con Cristina Pacheco. ¿Ejemplo?: “Lo que más me gusta del arpa es su trineo, su gorgojeo, y que de ella salen los guapangos y todo lo que quieras.” Por eso, ahora que la escuchamos cantar y tocar nos damos cuenta de que lo que más extrañaremos será oírla hablar, compartir las cosas simples de su pasado en el Puente de Izcoalco, allá donde su padre pescaba y le enseñaba los primeros arpegios de “El siquisirí”. “‘Hija, tienes que aprender a cantar porque una persona que no canta está muda’, así me decía mi papá”, contaba Graciana.

En fin. Ahora sí las instituciones culturales de Veracruz han prometido homenajes en su honor. Ojalá sucedan, que bien merecidos los tiene. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.