Editorial
Ver día anteriorMiércoles 7 de agosto de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Post: medios impresos, información e independencia
L

a venta en Estados Unidos del rotativo The Washington Post al magnate y fundador de la empresa Amazon, Jeff Bezos, ha generado múltiples reacciones entre medios de comunicación de aquella nación y en sus equivalentes de países europeos, ante lo que se considera pudiera ser un parteaguas en la historia de la prensa escrita a escala internacional. Ayer, por lo pronto, los mercados financieros reflejaron esa sensación de viraje con un crecimiento en el valor las acciones de la compañía editora del rotativo, las cuales rozaron su máximo nivel en cinco años.

Más allá del impacto coyuntural en lo económico y lo financiero, es pertinente reflexionar sobre los efectos que la operación referida pudiera tener para el modelo vigente de la prensa escrita, para el destino de los diarios en tanto instituciones de interés público y para el ejercicio periodístico en general.

En primer lugar, la venta de The Washington Post ocurre con un telón de fondo de una crisis profunda en la prensa escrita mundial, la cual, en forma paradójica, se ha expresado en forma particularmente aguda en los grandes rotativos de Occidente, tanto estadunidenses como europeos.

En muchos de esos casos, las debacles económicas de los diarios tienen como denominador común una pérdida de identidad respecto de su función social e informativa originaria y el empeño por convertirlos en grandes consorcios mediáticos, en objetos de especulación financiera y en entidades que anteponen los criterios económicos por sobre los estrictamente informativos. A ello se suman las desventajas que enfrentan los medios escritos ante la competencia de los electrónicos y de Internet, así como el desplome en las ventas de publicidad a raíz de la crisis financiera de 2008-2009.

En tal escenario, resulta lógico que el arribo de un empresario del ramo tecnológico a la prensa escrita alimente las expectativas de una reconfiguración de gran calado en los medios impresos, que derive en un acoplamiento diferente de éstos con los recursos electrónicos disponibles y en un modelo de negocios mucho más rentable, atractivo y sostenible.

Más incierto, sin embargo, es el viraje que este proceso pudiera significar para la libertad del ejercicio periodístico, para la independencia de los medios impresos y, en consecuencia, para la vigencia de garantías de las sociedades a la información. La propia venta del Post consolida y profundiza el proceso de pérdida de control de los rotativos por parte de los periodistas y el traslado de su gestión a manos de los empresarios, lo que invariablemente conlleva el condicionamiento de las posturas editoriales a los intereses de estos últimos, quienes en no pocos casos suelen erigirse en los principales censores de la libertad de expresión.

A lo anterior se suma el inveterado conflicto entre la independencia en la labor informativa y las presiones ejercidas desde el poder político, un juego de fuerzas que, en el caso del referido diario estadunidense, ha arrojado saldos ambiguos: episodios como la difusión del escándalo de Watergate y la reciente publicación de las filtraciones realizadas por Edward Snowden sobre la masiva red de espionaje telefónico e informático de Estados Unidos contrastan con el apoyo brindado por ese diario –y por la mayoría de los medios de ese país— a la campaña propagandística de desinformación sobre la invasión a Irak, durante el gobierno de George W. Bush.

La moraleja del escenario descrito es inevitable: en tiempos de incertidumbre derivada de las dificultades económicas, los avances tecnológicos y las transformaciones de las sociedades en general, la solidez de los diarios y los medios impresos radica, fundamentalmente, en su capacidad de preservación de independencia periodística y en su compromiso con una línea editorial clara, honesta y definida.