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Se cumplen 125 años de su natalicio

Celebran la obra de Giorgio de Chirico

El Museo de Arte Moderno de París ha rehabilitado al padre de la pintura metafísica

Foto
Giorgio de Chirico y su esposa Isabella, 1951, en imagen incluida en el libro Lives of the great 20th-century artists, de Edward Lucie-SmithFoto Philippe Halsman
 
Periódico La Jornada
Martes 9 de julio de 2013, p. 7

Roma, 8 de julio.

Con su pintura metafísica, el greco-italiano Giorgio de Chirico (1888-1978) sentó las bases que luego darían pie al movimiento surrealista. Aunque su obra tardía fue tildada de kitsch, ahora, 125 años después de su nacimiento, toda su figura vuelve a ser rehabilitada.

Sus inquietantes lienzos muestran lugares desiertos, arcadas, sombras y perspectivas extrañas. Estatuas sin rostro y muñecas articuladas pueblan los paisajes de este singular artista, nacido en Volos, Grecia. Sus inconfundibles composiciones fascinaron a surrealistas como Salvador Dalí o Max Ernst y lo convirtieron en uno de los padres del arte moderno.

Atenas, Munich, Roma y París fueron las principales etapas de la carrera de este artista provocador, que se reía del mundo del arte.

Sobre todo sus cuadros metafísicos, creados en su taller de Montmartre, le valieron la aclamación de muchos de sus compañeros.

Como la Piazza d’Italia, La incertidumbre del poeta o, más tarde, Las musas inquietantes. Los seres humanos escasean en sus lienzos.

Su pintura metafísica, marcada por las corrientes futuristas, está plagada de extremidades alejadas unas de otras, relojes y trenes con humeantes locomotoras, su padre era ingeniero industrial. Pero también hay muchos espacios vacíos que sugieren una enorme soledad en su rígida arquitectura y en los que figuras de piedra o yeso lanzan amenazadoras sombras.

Ingeniero de formación, De Chirico estudió pintura en Atenas y en la Real Academia de las Artes de Munich. En esos primeros años le interesaban las simbólicas obras de Arnold Böcklins o las ensoñaciones de Max Klinger. Más tarde, en la metrópolis del arte que era París, el italiano destapó su melancolía, subrayando en sus pinturas los saltos de perspectiva.

En 1930, el pintor conmocionó a sus admiradores rompiendo con su trayectoria y creando lienzos nada modernos en un estilo clásico y academicista. La crítica tildó esta obra tardía de kitsch y de mal gusto. De Chirico, quien regresó definitivamente a Italia en 1939, no pudo ver cómo finalmente también estas obras eran reconocidas.

Hace cuatro años, el Museo de Arte Moderno de París arrojó nueva luz sobre toda la obra del que fue uno de los artistas más importantes del siglo XX. París rehabilita la obra tardía, escribieron los críticos, citando al director del museo, Fabrice Hergott.

Los tiempos, y sobre todo el gusto, han cambiado. Con Jeff Koons, el mal gusto llegó a exponerse en los salones, afirmó Hergott. Un reconocimiento tardío para un artista que tuvo que luchar con las finanzas en su vivienda romana de la Piazza di Spagna, mientras sus obras eran desterradas y calificadas de patéticas y barrocas.

Además de la llegada de Koons y el triunfo de lo kitsch, la segunda etapa del reconocimiento definitivo al pintor llegó dos años después de la exposición de París, Giorgio de Chirico: la fábrica de los sueños, con la finalidad de un largo tira y afloja sobre su millonaria herencia.

El museo que lo había rehabilitado se quedó como regalo con 61 obras del artista, y con ello la mayor colección en manos de un espacio museístico.