Opinión
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Cosas del Futbol

Pirlo

S

i uno se topa con ese hombre en cualquier calle de cualquier ciudad, lo último que pensaría de él es que está ante un genio futbolero. Barbudo y aparentemente despistado, alejado de los modernos atletas que nos acomplejan con sus trabajadas musculaturas, Andrea Pirlo es una suerte de pintor frustrado que no tuvo otra elección que poner su sensibilidad al servicio del balón.

Es el Xavi catalán en versión italiana. Ambos están unidos por el buen gusto, por la exquisitez en el manejo de la redonda. Humildes hasta el cansancio, son arquitectos silenciosos, de poco hablar y mucho trabajar.

Pirlo aprendió desde joven a navegar contra la corriente. Enemigo sin querer del calcio, fue siempre más apreciado fuera que dentro de Italia. Deslumbró en el Milán del impresentable millonario Silvio Berlusconi, quien lo despidió hace dos años por considerarlo viejo. Se fue a la Vieja Señora, la Juventus, y encandiló a los turineses.

Foto
Pirlo, de la JuventusFoto Jam Media

El veterano Pirlo se dio ayer un banquete contra la selección española. Movió los hilos de la azzurra con una soltura insultante. Inasequible al desaliento, corrió con inteligencia y cortocircuitó la maquinaria roja.

Este artista corrido por el joven Berlusconi convenció sin mucho esfuerzo al entrenador de la selección, Cesare Prandelli, de la necesidad de seguir el dictado del maestro Capablanca: la mejor defensa es un buen ataque. Ayer, ante España, los italianos demostraron su capacidad para enfrentar los grandes desafíos. Le robaron la camiseta a la roja y disfrutaron como locos ante el considerado mejor equipo del mundo.

El marcador es lo de menos. Italianos y españoles brindaron un espectáculo inolvidable. No especularon, se miraron a la cara todo el tiempo, de igual a igual, y elevaron el deporte de las patadas a lo más alto.

Y todo gracias a gente como Andrea Pirlo.