Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 16 de junio de 2013 Num: 954

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Bazar de asombros
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El color de la música
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Jaimeduardo García entrevista
con Julio Estrada

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reír de hastío

Ricardo Guzmán Wolffer

Todas las rayuelas
Rayuela

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Rayuela:
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La radicalización y eliminación de un enemigo público: Anuar Awlaki (II Y ÚLTIMA)

De propagandista a terrorista

Las agencias de inteligencia estadunidenses reconocen que la correspondencia que mantuvo Anuar Awlaki –el clérigo estadunidense autoexiliado en Yemen, el país de sus ancestros–, con Nidal Hasan, un psiquiatra del ejército estadunidense de origen palestino y nacido en Virginia (dieciocho correos electrónicos entre diciembre de 2008 y junio de 2009), consistía en consultas religiosas, morales y personales a las que Awlaki respondía cautelosa y parcamente, como si se tratara de un fan obsesivo. El FBI revisó esa correspondencia y determinó que era congruente con el trabajo de investigación sobre las emociones de los musulmanes en las fuerzas armadas estadunidenses. Sin embargo, todo cambió cuando el 5 de noviembre de 2009 Hasan asesinó a trece soldados e hirió a veintinueve más en la base militar de Fort Hood, Texas. Awlaki escribió en su blog:  “Nidal Hasan es un héroe. Un hombre de conciencia que no podía soportar vivir la contradicción de ser musulmán y servir en un ejército que lucha contra su gente.” A pesar de ser incendiaria y de que acaso se puede considerar ruin, esta declaración era una forma de expresión protegida por la Constitución, pero puso a Awlaki en la mira para ser eliminado.

El terrorista de los calzones explosivos

El 24 de diciembre siguiente, un ataque de drones en contra de una presunta reunión de Al Qaeda en la Península Arábiga tenía entre sus objetivos eliminar a Awlaki. Inicialmente se informó que había sido asesinado, pero tiempo después se anunció que seguía vivo. Jeremy Scahill cuenta, en su libro Dirty Wars, que el propio presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh, llamó al padre de Awlaki, Nasser, para anunciarle la muerte de su hijo (pero extrañamente lo hizo dos veces: una el 20 y otra el 24 de diciembre, porque seguramente esa era la información que recibió de la CIA). Treinta personas murieron en esos ataques, dos de ellos agentes de Al Qaeda. Si lo hubieran matado en ese incidente habrían podido declarar que sólo era daño colateral. Al día siguiente, Omar Faruk Abdulmutallab, un joven nigeriano de veintitrés años proveniente de una de las familias más ricas de África, intentó sin éxito activar los explosivos plásticos que llevaba ocultos en la ropa interior, en un vuelo de Ámsterdam a Detroit. Abdulmutallab había radicalizado su fervor religioso y había viajado a Yemen para aprender árabe y unirse al yihad. Awlaki lo reconoció como uno de sus seguidores y aplaudió su intento de atentado, pero no estaba involucrado en el plan: no emitió fatwa alguna para validarlo ni lo ayudó en los aspectos técnico, monetario o logístico. De todos modos, el FBI concluyó, después de interrogar a Abdulmutallab, que Awlaki estaba implicado (tal y como reportó The New York Times el 10 de mayo 2013, en su artículo de primera plana).

El papeleo

Este fue el pretexto que necesitaba el gobierno de Obama para preparar los argumentos que justificaran el asesinato extrajudicial de un estadunidense. Los abogados del Departamento de Justicia elaboraron un documento de más de sesenta páginas para explicar que asesinar a Awlaki era legítimo, pues era una amenaza para el país y colaboraba con Al Qaeda, lo cual autorizaba tanto al Pentágono como a la CIA para eliminarlo. Este tipo de justificaciones le preocupaban mucho a Obama, ya que había criticado a George Bush por ignorar al Congreso y actuar de forma “ilegal y anticonstitucional”, y no quería que la historia lo juzgara de la misma manera.

El golpe mortal

El gobierno estadunidense contaba con la complicidad del presidente Saleh para llevar a cabo ataques con drones sobre el territorio yemenita a condición de que el hecho no fuera reconocido ante los medios, pero en mayo de 2012 un drone disparó un misil que accidentalmente asesinó a un gobernador adjunto de una provincia, y entonces el presidente Saleh suspendió su colaboración con EU. La CIA y las fuerzas especiales del ejército rastrearon a Awlaki con ayuda de informantes e infiltrados. Tras varios intentos fallidos, el 30 de septiembre una flotilla de drones finamente lo ubicó en un convoy en Jawf, al norte del país, dispararon y lo mataron junto con otro estadunidense, Samir Kahn, responsable de la publicación en línea pro Al Qaeda, Inspire.

El remate

El 14 de octubre, otro drone disparó un misil contra un restaurante al aire libre en Shabwa, al sureste de Yemen. En el ataque murió una docena de personas, incluido Abdulrahman Awlaki, un adolescente de dieciséis años nacido en Denver e hijo de Anuar, quien nunca cometió o inspiró acto terrorista alguno.