Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 16 de junio de 2013 Num: 954

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El color de la música
Norma Ávila Jiménez

Silvestre Revueltas:
músico iconoclasta

Jaimeduardo García entrevista
con Julio Estrada

Teodorovici:
reír de hastío

Ricardo Guzmán Wolffer

Todas las rayuelas
Rayuela

Antonio Valle

Rayuela:
primer medio siglo

Ricardo Bada

Releer Rayuela
Xabier F. Coronado

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
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Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
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Directorio
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Alonso Arreola
@LabAlonso

El infierno de Carlos Aviléz

Carlos Aviléz nos parece un tipo notable. Pese a los numerosos encuentros que el rock and roll nos ha brindado (el tapatío es miembro de La Cuca), hemos conversado poco, así que el lector no verá un texto forzado por la amistad, sino el sincero comentario al que impulsa su nuevo disco/libro/DVD, atinadamente nombrado Si el infierno existiera (firmado así: Aviléz & Extraños). Como sucedió con el primer cuento que le conocimos, Una historia como cualquier otra, el objeto que hoy nos ocupa también fue editado por Elena Santibáñez y su editorial Rhythm & Books, proyecto abocado a publicar a músicos-escritores (Jaime López, Armando Vega-Gil, Pascual Reyes, Chema Arreola, Señor González y tantos más).

Capricho de altos vuelos, este bello cuerpo de papel, video y música, cuenta las variopintas influencias que su autor tiene y aborda disciplinadamente. “Si pudiera escribir como Tomás Méndez o como José Alfredo, por ahí iría”,  explica en el DVD. Y sí, le creemos. Lo suyo viene del rock, pero no es rock. Es sustancia extraída de la banda sonora que lo rodeó desde niño (mucha mexicana), y de lo que llegaría con los años al lado de la propia Cuca, pero también con participaciones en obras de Jaramar, Los Bomberos y Jaime López. A ello se añade, suponemos, lo que conjuntos como los Texas Tornados, Flaco Jiménez y Los Lobos han aportado a su educación sentimental.

El álbum consta de quince piezas, todas compuestas por Aviléz, salvo una hecha en colaboración con Óscar Sánchez, guitarrista y miembro de los Extraños, combo en donde cohabita con el baterista Daniel Kitroser y muchos otros invitados. Producidas por Armando Chong en su Máquina Sónica de Guadalajara, todas tienen características tímbricas diversas, producto de una atención detallada en la que cambian los efectos de voz, las dotaciones, los planos de mezcla y, siempre, el riesgo para torcer lo que no debe existir inmaculado. Sobre el propio Chong podríamos decir varias cosas. Guitarrista experimental, tiene una conciencia en la que caben ocurrencias musicales, pero también literarias y plásticas. Es miembro del trío La High y uno de los más ocupados ingenieros de la capital jalisciense.

“Tocar fondo”, pieza inaugural, establece el ánimo de un disco orgiástico en el que hay rock, bolero, ranchero, danzón, americana (blues, country, bluegrass) y hasta funk. “Dedos rotos” avanza dejando atrás la frontera, entrando a la urbe. “No me digas”, encomiable en su ambiente y bajeo, podría ser un lejano apunte a Rockdrigo González. Pieza cantinera, sucia, “Si el infierno existiera” dice: “Si el filo del cuchillo te besara los labios, si el carmín de tu boca sangrara como llanto, no estaría tan perdido entre calles y antros, tan tirado al olvido, tan muriendo por ti. Si el infierno existiera...” Por su lado, “Recuento” combina arpegios y melodías progresivas con fraseos de crooner y paisajes jazzísticos. La más atípica. “Tres días” coquetea con Stevie Wonder para que Aviléz despliegue uno de los muchos bajistas que sabe ser. Todos, eso sí, ejercen el buen gusto sin rayar en el despilfarro.

“Para otra ocasión” tiene el cariz urbano de plumas como la de Jaime López. Claro, no sería lo mismo sin el talento de Christian Jiménez en el teclado. “Dulces dagas”, una de nuestras favoritas, es una suerte de road song que pisa el desierto sin pudor. Luce el banjo de Lalo Melgar. “Piel de serpiente”, otra de las más certeras, nos hace pensar en Texas, pese a su raíz costeña. “Palabras de buró”, con sutiles aires brasileños, homenajea a la poesía. Contraste frente a “La rifa del tigre”, corte arraigado en el rock-blues. “Tu asesino” destaca líricamente. Gran solo de trompeta en “La despedida”, hermana distante del clásico  “Un viejo amor”.  “Delirio” retorna al rock y, como pasa con la concluyente “Esa rabia” y otras acariciadas por el fraseo de saxofones, nos hace recordar al monumental trío estadunidense Morphine.

Por otra parte, con diversas referencias iconográficas y poéticas, lo que hallamos en las páginas del libro (porosas, marfiladas), además de las letras y datos de producción, es una selección de dibujos y escritos que reflejan el espíritu despierto con que Carlos Aviléz vive sus días, traspasando la superficie de lo que le rodea. Para lograr su cometido parece fundamental el ojo de César Caballero, diseñador editorial. Asimismo, filmado, editado y concebido por Ray Cebada, el DVD muestra espacios de Guadalajara en donde Aviléz fluye. Cantinas, foros, parques y calles subrayan aquello que las entrevistas apuntan, mientras que videoclips, ensayos, sesiones de grabación y testimonios completan lo que pudiera quedar pendiente. En resumen, la obra del compositor, escritor y dibujante tapatío es un fruto que se siente bien en la mano, en el ojo y en el tímpano. Habiéndolo dicho, lectora, lector, pongámonos ontológicos: váyase a este infierno… si es que existe. Buen domingo.